La viva imagen de un vaquero del norte

Los vaqueros, aquellas míticas figuras del viejo oeste recordadas por su valentía, determinación y hábil manejo de la vida en el campo, son vistos como figuras de tiempos lejanos que la historia nos dejó, lo cierto es que en nuestros días, estos hombres aún perduran, descendientes de una tradición de amor y respeto a la cultura del campo, de un estilo de vida más bravo pero sobre todo sencillo.

Tal es el caso de José Humberto Luna López, hombre de campo dedicado a la ganadería por más de 40 años, un vaquero real cabalgando en los pastizales de nuestros días.

Nacido un 10 de septiembre de 1957 en el semidesierto del rancho Angus La Cantera, ubicado en el municipio de Villa de Cos, Zacatecas; es el segundo de tres hijos fruto del matrimonio de Conrado Luna Gallardo y Enriqueta López Ramírez, desde nacimiento lleva las raíces ganaderas en la sangre como parte de una herencia vaquera de añejo linaje. Desde que tiene memoria, su familia siempre ha estado en ese negocio y a corta edad, aprendió las mañas del mismo de la manera antigua, ayudando a su padre, tomando un especial cariño hacia los bovinos.

Su familia se dedicaba principalmente a la crianza de ganado criollo de tamaño pequeño; desde aquel entonces y hasta la fecha, se dejaba fuera todo tipo de animales que no pertenecieran a esta especie justificándose con la máxima “el que mucho abarca, poco aprieta”, dejando claro su compromiso a tratar solo con estos animales hasta el final.

Obligado a dejar el estudio al terminar la primaria en 1970, aun a pesar de sus deseos de seguir estudiando, vio frustrados sus sueños de ser abogado para entrar de lleno en el negocio ganadero familiar, pese a ello nunca renegó de su suerte, pues ya a esa edad había desarrollado un amor por el oficio y el trabajo, así como un gran conocimiento de este campo que le duraría hasta la actualidad.

A lo largo de los años aprendió muchas cosas de la vida, cosas que asegura, la escuela no le enseña a uno, a los 23 años se casa con Oralia Coronel Castillo, mujer de ascendencia ganadera con la que comparte las mismas creencias de trabajo y esfuerzo y a la que el mismo considera un pilar importante en su vida, un hombro que lo ha acompañado desde entonces y con la cual, en pareja, han sabido manejar una familia y un rancho de la mejor manera.

En 1980, se independiza de su familia solo con un pie de cría de 3 vacas, herencia de su padre, empezando así, su propia carrera en la ganadería, actualmente cuenta con cría de más de 50 vientres de alta calidad, “en aquel tiempo, aquello solo me daba para mal comer, por lo que tuve que hacer otros trabajos para salir adelante, a lo que me ponían yo le entraba, siempre hay que querer aspirar a más”, tales trabajos consistían principalmente en ser chofer para una compañía minera. Su hermano mayor también entraría en el negocio del ganado, su hermana menor no.

Siendo padre de 5 hijos, y con la determinación de darles la educación que a él le fue negada, realiza constantes viajes a Estados Unidos junto a su esposa desde 1995 hasta 2006, donde el labora en la obra mientras su mujer hace lo propio en un restaurante, todo con el fin de sacar adelante a su familia. Aquellos tiempos en el extranjero, lejos de dejarle un mal sabor de boca, los recuerda con cariño resumiéndolos en una frase, “el norte es bueno, sabiéndolo aprovechar”.

En 2010, por consejo de su yerno, Héctor Gutiérrez Bañuelos, veterinario, cambia el ganado criollo a ganado de raza pura, trayendo 15 vaquillas de ganado de calidad genética Aberdeen Angus desde Chihuahua; esa transición la recuerda como uno de los momentos más duros de su vida, el hecho de empezar de nuevo desde cero le trajo complicaciones como la pérdida de ganado, la dificultad de conseguir alimento y el mantener a una especia más delicada de bovinos.

Tales complicaciones serian recompensadas con el inicio de la que él considera como una racha de sus mejores años; su inclusión en la Asociación Angus Mexicana en el 2013, asociación a la cual está orgulloso de pertenecer y que desde entonces, le incentiva a producir y criar ganado de alta calidad genética.

Hoy en día a sus 60 años, sobrelleva las labores del campo el solo en compañía con su mujer, sus hijos le auxilian en la cosecha o brindando los suministros que hacen falta para el mantenimiento de los animales, sumado a eso se puede jactar de ser un ganadero de corazón, “mi vida es el campo, aquí como vivo soy feliz… en mi vida nunca he dejado de tener una vaca y el día que no tenga una, para mi deja de ser vida”.

Con un sombrero sobre su cabeza y un par de botas empolvadas, frente a los corrales con ganado como símbolo de una vida bien vivida, asegura con una sonrisa en el rostro, “no hay mejor negocio que la ganadería, la ganadería es algo delicado, uno debe tenerle amor para que esto resulte… con la bendición de Dios y de mi madre siempre he salido adelante”.

Sus padres, aún vivos, están retirados; todos sus hijos, la descendencia, son profesionistas ahora, ninguno de ellos especialmente interesado en la tradición del campo. Él, en cambio, no piensa dejar de hacer lo que hace hasta que su cuerpo se lo permita, sin importar su edad.

El sol empieza a caer, el ocaso de un ganadero se acerca, el fin de un linaje de hombres legendarios herederos de una noble tradición se empieza a sentir, sin embargo, un vaquero del norte mira sus tierras, y sonríe satisfecho.

Agradecimiento a Ernesto Vega por brindar el contacto con el señor José Humberto y su historia.

 

Bryan Pichardo Gallegos / El Despertar del Campo

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