Cimiento del éxito

 

Formar buenas raíces, es el comienzo del éxito dentro de un sistema productivo comercial de hortalizas, trazando así un buen inicio de temporada basado en el vigor y el tamaño de la plántula que se usara en la plantación, lo cual depende directamente de la combinación de diferentes condiciones, como lo es el tipo de semilla seleccionada, la clase de sustrato, la desinfección y preparación de la charola de siembra, los protocolos de inocuidad, los programas nutricionales y de riego, y en general de un manejo agronómico integral que englobe cada una de las variables inherentes para la expresión de las mejores cualidades del material vegetativo, fortalezas capaces de traducirse mediante el esfuerzo continuo en una fructífera cosecha.

Para ello, a grandes rasgos, son necesarios equipos e instalaciones especializadas para la siembra, germinación y desarrollo de las plantas, lo cual además requiere de sistemas confiables de instrumentación capaces de controlar el ambiente y proporcionar niveles específicos de luz, aireación, temperatura y humedad. Dichos esquemas, como todo, están en una constante evolución a medida que avanza la tecnología y se rompen los límites del conocimiento profundizando así en un mayor entendimiento de la interacción existente entre las plantas y los diferentes componentes de su entorno, dando de esta forma un particular énfasis, en las últimas décadas, al uso eficiente del tiempo, el espacio, el personal, los recursos económicos y sobre todo los naturales, a través de la mecanización y la tecnificación, orientando la investigación a mejorar la calidad y la productividad, abatiendo al máximo los costos; por lo que definitivamente trabajar con plántula preformada en invernadero agiliza el trasplante a campo, además de brindar una mayor sanidad, vigor, precocidad, y uniformidad en el desarrollo del cultivo, ya que, entre otras ventajas, el cepellón que cubre su parte radical es un medio apto para conservar agua y nutrientes aun después de la plantación, evitando así problemas por estrés, promoviendo con ello un mejor y rápido arraigamiento e impulsando un acelerado crecimiento, lo que a final de cuentas detona los rendimientos por unidad de superficie, y maximiza la rentabilidad y la competitividad, invariablemente del programa productivo establecido.

“Para nosotros producir plántula es una labor realmente apasionante y satisfactoria, ya que es en estas primeras etapas de vida donde se forjan los cimientos que darán origen a los mejores frutos provenientes del campo para el abastecimiento de la creciente demanda alimenticia por parte de la población”; así lo determinó la Ing. Frida Díaz Pérez, jefa de producción de viveros del reconocido grupo agroindustrial La Huerta®, empresa orgullosamente mexicana con calidad mundial que asume el compromiso de producir, procesar y distribuir alimentos sanos, prácticos y nutritivos a más de 11 países, integrando desde sus inicios la perfecta armonía entre los recursos naturales y el ser humano, orígenes que se remontan a poco más de 6 décadas de desempeño constante, tiempo y trabajo a través del cual se ha consolidado como líder dentro del sector agroalimentario, llegando así a englobar actualmente alrededor de 6 marcas comerciales de productos congelados bajo diferentes modalidades y presentaciones con el sello distintivo e inigualable de sabor e inocuidad, gracias a la confianza que brindan las más rigurosas certificaciones a las que se apegan todos sus procesos desde el campo hasta la mesa del consumidor, teniendo como base buenas prácticas agrícolas y de manufactura, e innovación tecnológica de punta orientada a un desarrollo sustentable.

“La división que coordino dentro de la compañía, es la parte encargada del manejo de los viveros, lo cual básicamente consiste en sembrar y germinar la semilla de la que surgirá la planta requerida para el desarrollo de los diferentes cultivos que se establecen, gestionando cada uno de los elementos necesarios para el cuidado y sano crecimiento del material vegetativo dentro del semillero, lo que le otorgue las fortalezas y aptitudes idóneas para un trasplante exitoso al suelo definitivo donde continuara con su ciclo productivo de forma natural; para ello, La Huerta® cuenta con 16 invernaderos especializados en dicha tarea de tecnología media, bajo dimensiones de 12 metros de ancho por 120 metros de largo, de 12 por 145 metros y también más cortos de 12 por 105 metros, cada uno con una capacidad de aproximadamente 5 mil 500 charolas de 512 cavidades, por lo que anualmente se producen alrededor de 420 mil charolas, de ellas entre 70 y 80 mil son maquila contratada por otros agricultores dentro de una ventana normalmente concentrada durante la temporada de invierno donde principalmente se manejan chiles, jitomate, cebolla y tomatillo, la mayor parte restante de la planta se destina para la propia producción agrícola de la compañía desarrollada dentro de 3 ranchos, uno con 350 hectáreas, otro de 60, y uno más con 200 hectáreas, además de las cerca de 3 mil hectáreas que anualmente se establecen bajo una línea de trabajo en el esquema de agricultura por convenio”.

“Tal infraestructura en invernaderos para la crianza de planta, así como la división de empaque y Frigorizados La Huerta®, se encuentran ubicados en Rancho Medio Kilo, perteneciente al municipio de San Francisco de los Romo, del Estado de Aguascalientes, unidad donde además está el área de siembra de charolas, sección que cuenta con maquinaria especial para la realización de dicho trabajo como es una lavadora y esterilizadora mecánica de charolas, las cuales funcionan por medio de agua a presión para retirar residuos y agua caliente a una temperatura de 90° centígrados para eliminar patógenos, así como una sembradora de vacío por placas automática de alta velocidad, con cambios de bandeja motorizados, que otorgan rapidez en las variaciones y ajustes de siembra, lo que permite suministrar cualquier tipo de semilla en charolas rígidas, proporcionando con ello la obtención de alrededor de 300 a 350 charolas por hora, lo que asciende a un estimado de poco más de 4 mil charolas sembradas dentro de una jornada laboral de 12 horas, acelerando así el proceso y reduciendo al máximo el gasto por concepto de mano de obra, ya que para la operación de estos equipos solamente se requiere de 3 personas debidamente capacitadas; además estos mecanismos posibilitan siembras más uniformes, con riegos más parejos, disminuyendo problemas de germinación así como dificultades posteriores en los procesos de adaptación dentro del invernadero”.

“A grandes rasgos la sembradora automatizada por si sola revuelve y llena las charolas con el sustrato en proporciones optimas, en nuestro caso utilizamos el sustrato canadiense Peat Moss ya que nos da una alta porosidad y una excelente retención de agua y nutrientes, condiciones idóneas para que las plantas tengan un buen desarrollo y un destacado crecimiento radicular; una vez aplicado el sustrato en la charola, ésta es enviada por la banda transportadora a la zona de realización de la oquedad dentro de cada cavidad donde se depositara la semilla por medio de una placa de fijación la cual trabaja gracias a un sistema de vacío o a un efecto de presión de aire, lo cual toma y retiene la semilla hasta que la placa baja y se corta el vacío, soltando de esta forma la semilla para colocarla con gran precisión en cada cavidad, de ahí se cubre con una pequeña capa de vermiculita exfoliada, para posteriormente y por ultimo ser humedecida uniformemente por aspersores de agua con el fin de evitar que se deshidrate rápidamente, antes de ser apilada para su germinación, todo ello bajo una serie de pasos automatizados. Con las charolas sembradas y empalmadas, solo es cuestión de esperar el tiempo necesario para que la plántula emerja y de esa forma poder pasarla al vivero o invernadero, este intervalo depende de la temporada del año, de las horas calor que se tengan en el día, y del tipo de planta que se haya sembrado, ya que básicos como el chile o el apio son mucho más tardados, hablando de 10 a 13 días en el caso del primero y hasta 22 días en el segundo, en comparación al brócoli, coliflor o lechugas las cuales tienen un periodo de germinación que va de los 5 a los 6 días en términos generales; cabe señalar que aunque en su gran mayoría se utilizan semillas híbridas principalmente para la producción propia de la compañía, también se maneja un buen porcentaje de materiales criollos sobre todo en la parte de las maquilas, por lo que en el caso de las primeras solo es necesario sembrar una semilla por cavidad, y para los criollos se depositan dos semillas por espacio, esto ya que la capacidad de germinación de los materiales híbridos es mayor garantizando por lo general de un 90 a un 95% de efectividad, y de un 50 a un 60% en criollos”.

“Una vez que la semilla reventó y la planta emergió, las charolas son trasladadas y extendidas en el vivero o invernadero, sitio en el que se empiezan a ejercer los cuidados necesarios de nutrición y riegos, así como la óptima regulación de temperatura y humedad, además del manejo de enfermedades y plagas de forma principalmente preventiva, siempre bajo un enfoque de observación constante, buscando con ello detectar oportunamente cualquier deficiencia o alteración en las plantas para su puntual corrección, esto con la intención básica y primordial de llevar a campo un material perfectamente conformado, con propiedades sobresalientes como un gran vigor y resistencia lo que se transforme en la llave para alcanzar un mejor desempeño y un máximo rendimiento. Los días necesarios dentro del invernadero para un correcto desarrollo de la planta y que esta reúna las características idóneas para ser trasplantada, al igual que en la germinación, dependen del tipo de cultivo y de las condiciones ambientales presentes, por ejemplo, en brócoli y coliflor manejamos dos temporadas de producción, lo que es primavera-verano en la que su crecimiento dura alrededor de 30 días, y otoño-invierno donde se alarga la duración a poco más de 35 días, también lo que son básicos como tomate y tomatillo más o menos duran el mismo tiempo de 35 a 45 días después de su siembra, la cebolla tiene una etapa aproximadamente de 6 semanas, sin embargo hay algunos cultivos que su periodo de desarrollo se extiende como es el caso de los chiles los cuales duran de 70 a 80 días dependiendo de la variedad, esto asimismo va conforme al cuidado y manejo agronómico aplicado”.

“Tenemos la idea o filosofía como compañía de siempre buscar ir a la vanguardia acorde a la adaptación e implementación de la más avanzada tecnología disponible en el entorno, tratando con ello de mejorar la eficiencia en todos nuestros procesos, obviamente sin excluir la parte inicial que representa la producción de plántula, lo cual en la actualidad tiene una fuerte tendencia hacia un desarrollo sustentable, por lo que uno de nuestros retos más grandes es producir plantas inocuas y de calidad con la disminución significativa de agroquímicos, fortaleciendo y manteniendo la sanidad ante cualquier alteración a través de sistemas más amigables con el ambiente, como es el control biológico y la aplicación de compostas. En ese sentido, del raciocinio de los recursos, implementamos programas de ahorro de combustible y electricidad, así como de reciclaje, además de la parte del cuidado del agua mediante riegos de precisión por goteo en campo, y en los viveros actualmente se ha tenido un notable avance en cuanto a la especialización del riego con más y mejores herramientas o equipos que brindan un mayor control de los tiempos y cantidad de agua aplicada de acuerdo a las especificaciones requeridas, con ello, a grandes rasgos, diariamente se aplica el volumen de agua que se necesita lo cual va en función de la evapotranspiración, y del calor y la humedad que estén presentes en el ambiente dentro del invernadero, de esa forma todos los días se tiene que revisar la planta de todos los viveros, y se cuidan especialmente las orillas que son las que más se resecan, a su vez se suministra el plan de fertilización de acuerdo al básico ya que hay unos más demandantes que otros, de esta forma se incorporan nutrientes prácticamente todas las mañanas y por otra parte se integran formulaciones de control por las tardes, básicamente antes de anochecer, con el fin de obtener una mayor efectividad del producto utilizado”.

“Por supuesto que dentro de los viveros no estamos exentos de problemas fitosanitarios, los cuales se suelen presentar de acuerdo a las temporalidades, principalmente en época de lluvias ya que la humedad relativa se incrementa por lo que mantener la planta sana se convierte en todo un desafío, afectándonos sobre todo lo que son las bacterias. En cuanto a la nutrición, dentro del segmento convencional, lo que más utilizamos es Hakaphos Violeta de Compo, que es un fertilizante hidrosoluble de alta calidad para el enraizamiento, constituido por un NPK 13-40-13 con micronutrientes; además de cloruro de calcio, Ultrasol MKP (fosfato monopotásico 0-52-34), y nitrato de calcio, todos ellos en combinación de acuerdo a la etapa fenológica de las plantas, obviamente las cantidades aplicadas son mínimas, de hecho es raro el producto que utilizamos con un rango mayor a 1.2 gramos por litro de agua”.

“Actualmente tenemos en producción dentro de los invernaderos crucíferas como brócoli y coliflor, además de otras hortalizas como chile, jitomate, cebolla, tomatillo, apios y lechugas; cabe precisar que de los 16 viveros se destina anualmente un aproximado del 10% de la producción a un esquema de manejo completamente orgánico, puede ser más o menos, de 1 a 4 invernaderos de acuerdo a la demanda que se tenga, dentro de esta modalidad básicamente empleamos insumos nutricionales como hidrolizados de pescado, compendios de algas, aminoácidos, Pepton 85/16, entre otros, y la prevención de plagas mediante extractos de ajo y microorganismos benéficos”.

“Algo que también es muy importante para nosotros en estas etapas, es la trazabilidad basada en el registro de todos los procesos desarrollados dentro de su rama logística, por lo que prácticamente llevamos una bitácora completa desde su composición, manipulaciones, maquinaria utilizada, temperatura, número de charolas, día de siembra, personal encargado y turno, tipo de semilla, número de lote, costo de insumos como el sustrato, la vermiculita, la mano de obra, etc., y en general todos los indicios que hacen o pueden hacer variar el resultado final del producto, lo cual además de servirnos internamente para medir y mejorar la eficiencia, proyecta confianza y seguridad al cliente o consumidor”.

“Nuestra producción tanto en campo como en los viveros prácticamente es todo el año, por lo que tenemos un programa de siembras que se actualiza semanalmente, respecto del cual a nosotros como encargados de los invernaderos de crianza de planta nos indican que básicos son los que tenemos que sembrar y para que fechas, es así que en está área colaboran 32 personas, lo cual representa el recurso más importante que tenemos ya que dependemos directamente del trabajo de cada uno de nuestros compañeros operadores para que los procesos funcionen correctamente, y a todos nos vaya bien”.

Para finalizar, la Ing. Díaz Pérez concluyó; “es así que definitivamente esta tarea  de producir plantas sanas y fuertes, representa para nosotros una gran responsabilidad, ya que por cualquier falla o descuido que tengamos en esta fase se puede llegar a mover o atrasar muchísimo la cosecha en campo lo que generaría graves pérdidas, compromiso y reto que se incrementa más aún si tenemos en cuenta que estamos trabajando con seres vivos en etapas de gran fragilidad, bajo hidroponía y con una alta densidad de plantas en espacios muy pequeños, las cuales dependen para su crecimiento de un sinfín de variables tanto internas como externas, por lo que es indispensable tener un gran dominio sobre los componentes con los que interactuamos, tanto práctica como teóricamente, ya que mientras más orden tengamos, fundamentaremos más lo que estamos realizando y los resultados serán mejores”.

Espera la 2ª parte de este valioso e interesante reportaje, en próximas ediciones… 

 

Salvador Juárez / El Despertar del Campo

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