Fruto distintivo

El cultivo de chile sin duda es un emblema representativo de estas tierras, con únicos e inherentes componentes que favorecen su producción, tales como el clima, altitud y latitud, suelo y agua, además de grandes fortalezas en su cadena de valor, basadas o sustentadas en una representación cultural que confiere identidad dadas sus indelebles raíces de mexicanidad labradas por generaciones de hombres y mujeres de campo que con sacrificio y pasión han forjado una firme tradición productiva gracias a la cual ciclo tras ciclo enverdecen los campos convirtiéndose en una rica fuente de recursos los cuales dan estabilidad y seguridad social.

De esta forma, su establecimiento figura prácticamente en todas las zonas agrícolas de riego de la región, posicionándose así como una de las alternativas más importantes al generar una considerable derrama económica y un mayor nivel de ingresos al productor. Favorable condición, que a su vez, lo ha llevado a una dinámica evolución, convirtiéndolo en uno de los cultivos que actualmente cuenta con un mayor grado de especialización en el ámbito agronómico, genético, así como en las técnicas y sistemas de producción, esto conforme avanza la tecnología y los límites del conocimiento crecen respecto del comportamiento de las plantas y la relación que guardan con las diferentes condiciones de su entorno.

“Aunque los desafíos y contrastes que marca la agricultura moderna son grandes, con variables en contra que frenan el crecimiento como la sobreproducción, saturación y desplome de precios en los mercados, y el constante incremento en los insumos sobre todo en el tema de los energéticos, esto solo por mencionar algunas condicionantes, afortunadamente también se pueden observar significativas mejoras en conceptos de desarrollo en campo, gracias a la adopción de innovadoras herramientas de apoyo, principalmente a través de mejores componentes para un manejo más efectivo del agua de riego, además de acolchados plásticos los cuales retienen la humedad, regulan la temperatura del suelo y controlan la maleza, así como formulaciones de última generación orientadas a una correcta protección y nutrición de las plantas, entre otros adelantos que definitivamente le han dado un giro positivo al panorama productivo, resultando con ello en sistemas o programas más eficientes y competitivos”;  así lo precisó el Ing. Luis Eduardo Domínguez, agricultor, sucesor de generaciones dedicadas al campo, quien actualmente trabaja una superficie aproximada de 3.5 hectáreas de chile tipo guajillo o mirasol para secado, establecidas en la unidad de producción conocida como Rancho El Goteo, próximo a la cabecera del municipio de General Enrique Estrada, Zacatecas.

“Llevamos metidos de lleno en la producción de este tipo de chile alrededor de 4 años, pero más o menos desde los 13 años de edad nos aleccionamos en la siembra en campo gracias a la instrucción de mi abuelo el Sr. Reynaldo Domínguez quien fue el que nos enseñó esta bonita y noble labor. Este rancho opera bajo la concesión de agua llamada Ex Hacienda de Santiago, y además de dicha hortaliza, también producimos ajos, maíz, cebada, avena, alfalfa y frijol, entre otros cultivos, con la idea de diversificar tratando de aminorar los riesgos de apostarle a una sola carta, además de evitar con ello el deterioro del suelo dándole una conveniente rotación”.

“Más o menos es en el mes de diciembre cuando se inicia con la siembra del almácigo en piso para la crianza de la plántula, pero antes de dicha tarea, lo primero es seleccionar la mejor semilla, y aunque empleamos material criollo, siempre tratamos de buscar que sea de la más alta calidad posible, ya que es ahí donde está la raíz de una buena cosecha; asimismo, cabe señalar que manejamos lo que es el chile mirasol dado que es el más adaptado a nuestra región, además de ser un cultivo que representa toda una tradición ya que en parte viene transitando de generación en generación, siendo de este modo el más conocido y con ello el que mejor valor comercial alcanza”.

“Por lo general el trasplante o la plantación se realiza en abril, y precisamente este año se llevó a cabo del 15 al 20 de dicho mes, y acertadamente se realizó a una sola mano, es decir, que ya no se ocupó de replantar nada, por ello consideramos que esa es la fecha idónea para establecer el cultivo en campo, dado que la planta se encuentra perfectamente desarrollada y las condiciones climáticas hasta cierto punto son las óptimas, ya que se incrementa la temperatura disminuyendo con ello el riesgo de daños por heladas tardías. De aquí nos vamos con las distintas labores de manejo hasta los meses de noviembre o diciembre que es cuando comúnmente se inicia con la cosecha del chile seco, esto conforme se presenten las condiciones ambientales, ya que para un buen deshidratado natural del fruto en la planta es necesaria la llegada de las primeras heladas, o bien puede ser antes con el uso de herbicidas que desequen la planta, aunque este método no nos ha gustado mucho ya que vemos que el chile tiende a decolorarse o hacerse pinto por el químico, asimismo, está la opción de deshidratado en túneles de secado a base de gas en las llamadas secadoras, lo cual se puede realizar con mucha mayor anticipación a la entrada del frío, en cuanto los frutos se ponen rojos, con la gran desventaja del alto costo por el servicio, por lo que también es un proceso que prácticamente no usamos tratando de economizar lo más posible, de esta forma para nosotros no hay una mejor forma para el secado del chile que la natural en campo por medio de las heladas; así es que el chile seco mirasol se puede decir que es un cultivo anual o que va de año a año, iniciando como se mencionó con la siembra del almacigo en diciembre para ser cosechado de noviembre a diciembre del siguiente año”.

“El sistema productivo que estamos implementando es a doble hilo con una cintilla en la parte central para el riego por goteo, con camas o surquería de 81 centímetros cubierta con acolchado plástico, una distancia de cinta a cinta de 1.6 metros, y un espaciamiento entre plantas de 30 centímetros. En cuanto a nutrición, nos basamos en un previo análisis de suelo, que a grandes rasgos nos señala qué tipo de fertilización y en qué cantidades realizar la aplicación base o de fondo por hectárea, la cual comúnmente conlleva elementos minerales esenciales como el nitrógeno, fósforo y potasio, así como microelementos, siendo la dosis o proporción la que varía de acuerdo a un sinfín de condiciones, como los requerimientos propios del cultivo, el estado del suelo, transpiración, tipo de riego, humedad, densidad de población, etcétera”.

“Otro punto importante que también rige nuestra fertilización es el nivel de rendimiento que se pretende alcanzar, ya que lógicamente entre más y mejor sea la nutrición mayor será la cosecha; de inicio, cuando la planta está en sus primeras fases de crecimiento, se suele suministrar principalmente nitrógeno y fósforo vía fertirriego, de ahí según se va observando el desarrollo, se cambian o se incrementan los nutrientes, tales como la agregación de magnesio, hierro, zinc, calcio y potasio, generalmente en bajas unidades ya que prácticamente en cada riego se están inyectando, además, hacemos uso de algunos materiales orgánicos como el lixiviado de lombriz a razón de 30 litros también en cada riego por hectárea, por lo que en conclusión podemos precisar que nos guiamos bajo un programa nutricional muy flexible y en etapas conforme al entorno ambiental y a las condiciones físicas de la planta”.

“De igual forma, el correcto manejo del agua y la determinación de cada riego, dependen tanto de componentes externos como internos del sistema, entre ellos principalmente el grado de humedad ambiental y del suelo, evapotranspiración, nivel de radiación, velocidad del viento y etapa de crecimiento del cultivo, ya que obviamente cuando la planta aun es pequeña no demanda de tanta agua pero conforme se va desarrollando sus requerimientos también se incrementan, por ello al principio del ciclo son menos los riegos necesarios, en nuestro caso empezamos implementando un riego a la semana de máximo 4 horas, para posteriormente con el aumento del calor y un ascendente despegue de la planta pasar a incorporar de 2 a 3 riegos por semana bajo un lapso de tiempo de 6 a 7 horas, tomando también en consideración que el tipo de suelo con el que contamos es de grano y se riega con una sola cintilla por cama. Cabe destacar, que aunque no utilizamos lo que son sensores digitales, diariamente monitoreamos o checamos físicamente la condición y humedad de la tierra lo que directamente nos indica si se requiere o no el agua, ya que si vemos que la textura de la cama se ha endurecido, a pesar de que a la vista tenga algo de agua, optamos por meter el riego, tratando así de mantener una humedad constante que no permita que la planta se estrese”.

“Realmente el chile es un cultivo muy sensible tanto a la falta como al exceso de agua, dado que así como se estresa al estar seco, también tolera muy poco las altas saturaciones, en base a ello un monitoreo adecuado de la humedad es fundamental, porque ciertamente al aplicar riegos fuertes o muy pesados, además de estar desperdiciando o desaprovechando el agua, se corre un alto riesgo de generar condiciones favorables para la propagación de enfermedades, tales como la secadera o la comúnmente llamada miada de perro, alteración causada por hongos del suelo, la cual representa uno de los mayores dolores de cabeza para el productor, afortunadamente hasta el momento hemos estado exentos, en parte por el control correcto del riego pero también gracias a que este es el primer año que se plantan chiles en estas tierras, lo que ha ayudado bastante en la supresión de alteraciones sanitarias, esperando sigan sin presentarse”.

“En cuanto a plagas, este año de consideración nada más se ha presentado el gusano del fruto, para lo cual se aplicó un insecticida que protege a la planta de 30 a 35 días, ya que no es de contacto sino sistémico, es decir, que sus ingredientes penetran en el sistema de la planta y se mantienen activos durante un determinado periodo de tiempo, y aunque su forma de aplicación puede ser vía cintilla, nosotros optamos por suministrarlo vía foliar, principalmente o muy temprano que no haya mucho rocío o ya por la tarde donde ya no cale mucho el sol, o de plano y que sería lo mejor en la madrugada que es cuando el insecto sale a comer, durante el día no es recomendable porque es cuando aprieta más el sol y el producto se evaporaría además que las plantas cierran sus estomas para conservar el agua por tanto los activos difícilmente entrarían al sistema. Otro problema importante en los chiles es la llamada cenicilla, hongo patógeno que se propaga cuando las condiciones de humedad y temperatura se incrementan, por fortuna lo que va de este ciclo no se nos ha presentado, y el año pasado nos pegó ya casi al final, cuando los chiles estaban hechos, por lo que ya no tuvimos la necesidad de aplicar ningún fungicida para su control; en este tema y en muchos otros de carácter fitosanitario es mucho mejor tratar de prevenir que curar además de que es mucho más barato”.

Alcanzada la madurez del cultivo, los procesos de cosecha y empaque juegan un papel esencial, ya que cualquier deficiencia en estas etapas podría dar como resultado una disminución significativa en la calidad, lo que afectaría directamente el precio comercial del producto, valoración respecto de la cual el Ing. Domínguez determinó; “llegado el punto para la cosecha de chile seco de forma natural, se entra con personal para el corte manual del fruto, el cual se va recolectando en costales para su posterior traslado al área de almacén y empaque, sitio en el que se amontona en un lugar fresco y sombreado, posteriormente se selecciona o aparta manualmente clasificándolo en primeras, segundas y pintos, de ahí se moja hasta dar el punto para su empaque, con lo que se trata de evitar que se quiebre por la constante manipulación, es así que finalmente se empaca en el tradicional costal de raspa o yute para su comercialización, por lo que definitivamente todo esto representa un trabajo realmente artesanal”.

“Gracias a Dios los últimos han sido buenos años hablando de precios, por lo que sin duda hoy el chile seco representa un producto rentable, y aunque su inversión ronda los 50 mil pesos por hectárea, dependiendo del sistema y del nivel tecnológico aplicado, por suerte su valor comercial ha sido favorable superando los 50 incluso hasta los 60 pesos por kilo, por ejemplo, el año pasado el kilo de primera lo vendimos a 64 pesos el más caro, el segunda a 32 pesos, y el pinto a 14 pesos, por lo que con 1 tonelada de primera que saquemos se pagan los costos y queda algo de utilidad, pero lógicamente si nos da 2 o 3 toneladas ya es mucho mejor, por lo que el reto está en irnos tecnificando e innovando poco a poco, buscando obtener una mayor calidad y productividad bajo la misma superficie y con los mismos o menores costos, lo que nos haga más eficientes y nos dé una mayor y justa retribución como fruto del esfuerzo diario”.

Para concluir, el Ing. Eduardo Domínguez agregó; “la agricultura moderna implica un desempeño más técnico, reconociendo y aplicando estrategias y tecnologías más eficientes e innovadoras, bajo una cultura enfocada a la capacitación la cual afine nuestra receptividad ante el actual escenario global, abrirnos al conocimiento y a los cambios, ya no es posible ni rentable seguir en lo tradicional, por ello tenemos que tratar de tecnificarnos, realmente vale la pena, adaptándonos a las nuevas ideas, sin importar que la inversión aumente ya que al final del día se pagara por sí misma y nos traerá grandes beneficios, dado que por ejemplo, no es lo mismo un riego rodado que uno por cintilla, ni da la misma calidad ni rendimiento, sí nosotros estos chiles los tuviésemos a surco rodado y sin hule definitivamente ya los hubiéramos arrastrado por la gran cantidad de maleza o hierba que se hubiese generado entre otros problemas a los que esta uno propenso, por ello la importancia de evolucionar y cambiar al ritmo que el mundo lo está haciendo, ya que seguir haciendo lo mismo de hace décadas y esperar resultados diferentes o mejores es completamente ilógico y contradictorio”.

En términos generales, la producción de chiles secos en el altiplano mexicano se ha caracterizado por una baja productividad y una escasa agregación de valor, lo que debilita su competitividad ante el actual escenario global, de ahí la necesidad de un desempeño más acorde a la modernidad, aplicando tecnología del entorno que no es más cara y que puede dar mejores resultados, teniendo siempre en mente el perfeccionamiento e innovación como herramienta para producir más con menos.

Aunque los años atípicos hoy son los típicos, con condiciones cambiantes que delimitan la producción, son estas mismas circunstancias las que deben motivar la transformación del campo en uno más moderno y competitivo, mediante la adopción de instrumentos de evolución que permitan maximizar los beneficios y moderar la presión sobre los recursos.

Espera la 2ª y última parte de este reportaje, en próximas ediciones…

 

 

 

Salvador Juárez / El Despertar del Campo

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