Pasión de vida, inspiración de generaciones

La historia de Don José Trinidad Sandoval Villaseñor, es un claro ejemplo de pasión por el campo, demostrando que, con disciplina y trabajo duro, todo es posible.

Nacido un primero de junio de 1958, hijo de Don Guadalupe Sandoval Armas y Doña Guadalupe Villaseñor de la Rosa. Con tal ascendencia, desde temprana edad Trinidad Sandoval se inició en las nobles y arduas labores del campo; con su padre ausente en el país del norte, se vio en la necesidad de comenzar como sembrador en los cultivos de la temporada, “nos acostumbramos a estar solos” reflexiona en torno a la figura de su padre y sus diligencias en el extranjero.

El hecho de su temprana incursión en las labores agrícolas afectó su trayectoria escolar, rubro que deja con tan solo tener cursado el tercer grado de primaria, “estudiaba una temporada hasta que llegaba la cosecha, entonces había que dejar la escuela”, en lo personal, mantuvo el deseo de continuar los estudios, pero comprendía la situación que lo embargaba, a él y a sus 10 hermanos.

A la edad de 9 años deja la escuela de forma definitiva y se dedica de lleno a vivir entre los verdores del campo que tanto placer le generan. Esa vida, al margen de la tierra, le dura 10 años, hasta el momento en que cumple 19, edad en la que emprende su viaje a los Estados Unidos en busca del sueño americano como una forma de solventar las necesidades que en ese momento le atañen; antes de eso, Don José Trinidad descubre otro tipo de cariño además del campo, esta vez de la mano de María del Rosario Arteaga Vázquez, mujer de quien se enamora un par de meses antes de realizar la incursión al norte donde habría de permanecer por 6 largos años, en todo ese tiempo, ella lo espera en un acto de fidelidad magistral que trascendió la barrera del tiempo y la distancia.

Ya estando del otro lado de la frontera, se desempeña como trabajador de una fundición y en un restaurant, hasta que regresa, ahora con 24 años, de vuelta al hogar, donde contrae nupcias y deja a su mujer encinta para retomar la visita al norte, durando en esta ocasión tan solo 7 meses hasta que es deportado. A su regreso, ve nacer al primero de sus 4 hijos y siente la satisfacción de comenzar su propio patrimonio.

Desde ese momento, hasta los primeros años del nuevo siglo, permanece en comunidad laboral al lado de sus hermanos, donde trabaja la tierra, aprende a tratar los cultivos y sobre todo, germina el arduo gusto por un estilo de vida que, como reconocieran más adelante sus hijos, cualquiera puede practicar, pero no todos pueden adoptar con buenos ojos; “si la tierra haces que la trabajas, la tierra hace que te da”, comenta Don Trinidad en clara referencia a la pasión y compromisos que los cultivos exigen.

En el momento en que deja el núcleo central para dedicarse al campo de la mano de sus hijos, experimenta una nueva dinámica que le da grandes satisfacciones, a él y a todas las partes involucradas en el proceso, experiencias que van desde la revolución en las técnicas que implementan -siempre con el afán de estar a la vanguardia- hasta los aprendizajes diarios que el campo mismo les deja, asegurando que, “se aprende mucho del campo, de los años buenos y de los años malos… nunca acaba uno de aprender”, “cabe reconocer que el trabajo de campo es duro, pero es muy bonito, desde que uno planta hasta que cosecha, uno ve los cultivos crecer a la par de la esperanza por obtener mejores resultados”, complementan sus hijos.

Pero la vida, como el temporal mismo que trae consigo tanto ciclos buenos como malos, sin estar exento de las tragedias, las cuales justamente marcan su camino desde pequeño atravesando por lamentables etapas de amargura, reflejadas en la pérdida de dos de sus hermanos -uno a causa del ataque de un toro a la edad de 13 años, y otro con apenas 3 meses de vida-; así como la constante preocupación que generan los diferentes contrastes del sector, bajo serias limitantes originadas por los embates del clima, con fenómenos como las sequías o las granizadas por mencionar algunos, y los años malos en cosecha aunados al bajo valor comercial de los productos agrícolas, marcada tendencia en el panorama actual, respecto del cual Don Trinidad fija su visión, “la verdad es que vamos para abajo, y si el gobierno no ayuda, no hay futuro”, en ese sentido, comparte opinión su hijo señalando que “se ve incierto el rumbo de la agricultura, sobre todo por los cambios climáticos”.

Pero aun con ese escenario de incertidumbre y tensión, Don Trinidad es capaz de mantener el recuerdo de los días verdes, de aquellas mañanas donde su rutina comenzaba a las 4 para recoger a su gente e ir al campo, trabajar de sol a sol, viendo los amaneceres y atardeceres entre el frescor de los cultivos, esa sensación e imágenes tan surreales que solo se logran presenciar al estar en contacto con la naturaleza misma, “para mí, el campo es lo máximo, de ahí me he mantenido toda mi vida”.

Es ese mismo amor hacia la tierra y el valor del trabajo el que Don Trinidad Sandoval ha legado a sus hijos, como ellos mismo reconocen, “no te lo enseñan con palabras, te lo trasmiten con acciones, en la felicidad, la emoción, las ilusiones para el año venidero, y sin duda, juntos hemos crecido como empresa y, sobre todo, como personas”.

Y como todo buen árbol que produce sus frutos cada temporada, la pasión y el afecto se heredan a las nuevas generaciones, inculcando la vida de campo como una alternativa que mantiene sus brazos abiertos; “queremos que también nuestros hijos sientan ese cariño por las plantas, así como nuestro padre nos transmitió esa pasión”, afirman sus hijos.

Hoy día, Don José Trinidad ya no se desempeña de forma completamente activa entre los campos, pero se mantiene al margen de las tierras, como una figura de sabiduría hacia sus hijos, siendo proveedor de sus necesidades y apoyando en lo que haga falta; hoy, ante todo, se dedica a disfrutar de la vida, y a gozar de sus nietos.

Así, queda demostrado una vez más que el campo además de producir el sustento diario, crea lazos familiares tan sólidos como las más fuertes de las raíces, concepto expresado a manera de reflexión en la siguiente frase, “unidos los tres y echándole ganas a la profesión que nos dio la vida, ser agricultores”.

Un gran amor por la tierra y un sentido estricto por el trabajo, son los principales valores que Don Trinidad Sandoval ha legado a sus hijos quienes orgullosos reconocen su ejemplo de entrega y pasión por el campo.

 

Bryan Pichardo Gallegos / El Despertar del Campo

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