ABRIL 2020

El campo, como de costumbre está constantemente bajo presión a los cambios, en riesgo por los efectos directos e indirectos de las variaciones climáticas, y los grandes contrastes económicos y sociales, a lo que desafortunadamente hoy se le suman los estragos en salud y bienestar derivados del impacto mundial por la pandemia ocasionada por el virus SARS-CoV2 (coronavirus), que provoca la enfermedad llamada COVID-19, el cual hasta la fecha ha contagiado a más de 2.5 millones de personas en el planeta, siendo la causa de muerte de cerca de 200 mil seres humanos, cifras que lamentablemente se espera sigan en ascenso. Sin embargo, y a pesar de este escenario poco alentador, una vez más es el sector agropecuario quien saca la casta y se mantiene firme como un pilar, gracias al esfuerzo y valentía de hombres y mujeres de campo que luchan constantemente por cosechar los frutos que la madre tierra provee, base fundamental con la que se podrá evitar que esta sensible crisis de salud, se convierta en una fuerte crisis alimentaria.

Reforzar los sistemas de producción y distribución de alimentos es fundamental para luchar contra el hambre, y supone ayudar a combatir las enfermedades dondequiera que surjan; por ello y frente al coronavirus, hay que desempeñar un rol de evaluación y pronta respuesta a sus posibles repercusiones en la vida y los medios de subsistencia de la población, en el comercio mundial, y las condiciones agrícolas y ganaderas, esto permitirá prever y mitigar las posibles perturbaciones que la pandemia pueda provocar en la seguridad alimentaria y nutricional de los más vulnerables.

En ese sentido, es preciso adoptar medidas inmediatas para garantizar la continuidad en el suministro de alimentos, a nivel nacional e internacional, evitando consecuencias negativas, en especial para la población más pobre, y aunque las interrupciones en las cadenas de abasto son, por ahora, mínimas, la situación ya plantea diversos retos logísticos, como que los alimentos tienen que ser transportados ya sin restricción alguna a través de las fronteras, pero de conformidad con las normas actuales de inocuidad.

Además, es fundamental que países fuertes y donantes garanticen la prestación continua de ayuda humanitaria, a aquellos en los que la inseguridad alimentaria ya es elevada, comprendiendo que la enfermedad no entiende de fronteras, y si no se controla en el lugar que fuese, toda la humanidad seguirá estando en riesgo.

Ante este grave peligro sanitario, el campo se consolida como el componente prioritario proveedor de alimentos, aunque para reconocerlo como tal, desgraciadamente es esta pandemia quien nos lo recuerda, y nos enseña el noble significado de trabajar en unidad, preparando y empoderando a los productores, para fortalecer las cadenas de suministro o abasto de materias primas que no pueden faltar, destacando con ello el alto valor social de la producción, y remarcando que es en los peores momentos donde salen a flote las mejores cualidades, en base a las cuales es posible superar cualquier reto.

El Despertar del Campo

#elcamponopara

 

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