Campo contrastante

Desafortunadamente una vez más se confirman los grandes riesgos y contrastes que aquejan al sector productivo, ya que como se sabe en el campo ningún año es igual a otro, y este ha sido diametralmente diferente no solo al anterior sino a décadas atrás, con fenómenos y condiciones sobre todo económicas y sociales que de un momento a otro aparecieron y que han cambiado completamente las reglas del juego, alteración preocupante generada principalmente por la llegada de esta sensible crisis de salud ocasionada por el coronavirus, el cual ha creado un panorama desconcertante que ha distorsionado totalmente la forma de vida de millones de personas, deformando hábitos de consumo, así como la distribución y comercialización de alimentos; por lo que después de que el ciclo agrícola pasado representara una temporada alentadora  y reconfortante para el productor, con una reacción positiva en el valor comercial de ciertos productos del campo, como fue el caso de la cebolla, con una fuerza pujante en todos los mercados y precios de la hortaliza pocas veces vistos, hoy es todo lo contrario, dado que los centros de comercio y consumo se han detenido creando un lamentable desplome del precio, viviendo así una de las épocas más críticas o complejas dentro de este ramo en las últimas décadas, lo que supone para el agricultor cuantiosas pérdidas, quedándose muchos sin la posibilidad de cubrir por lo menos costos de producción, optando por no levantar o prácticamente dejar tirado el producto dado que las labores de cosecha no son rentables, algunos han tenido que rastrearlo buscando no perder el ciclo natural para el establecimiento de otros cultivos con la esperanza de reponerse del duro golpe, hay quienes han decidido cosecharla aunque ello represente una mayor inversión puesta hasta el momento en saco roto, con la ilusión y el optimismo de que la situación se recupere, y en el mejor de los casos han sacado la cebolla con la noble intención de regalarla a personas vulnerables, ahora sí que sin fines de lucro, con el animo de no ver malogrado todo su esfuerzo, y por lo menos obtener la satisfacción de ayudar humanitariamente a quienes más lo necesitan.

Adversidad e incertidumbre que habla de debilidades acrecentadas por esta pandemia, y aunque se entiende que la cebolla es un producto de la canasta básica, la principal adquisición de esta hortaliza se da en las grandes ciudades, por lo que a los productores locales les ha pegado fuertemente esta contingencia, pues los compradores son los grandes centros de consumo que hoy están cerrados, lo que ha resultado en una menor demanda generada por la escasa o nula movilización de la población, seria limitante del mercado que ha contraído la economía; de esta forma, las medidas restrictivas para tratar de contener el contagio, han afectado tanto la producción como la comercialización de los productos, y a pesar que existen ciertos cultivos en los que su valor comercial se ha disparado sobre todo por escasez, en contraste, hay otros como la cebolla que están sufriendo una considerable disminución de precios. Además, a estas irrupciones, se puede sumar el tema del desempleo que este letargo ha provocado, siendo que el ingreso por trabajo es la principal fuente que define el poder adquisitivo del consumidor, y cualquier afectación a este concepto tiene serias repercusiones en el nivel de compras de alimentos.

Bajo tales condiciones poco favorables, se ve triste e injustamente devaluado el empeño y dedicación del agricultor, infortunio que muestra una nociva y baja demanda por parte de los diferentes mercados nacionales e internacionales, situación desmoralizadora que a su vez propicia una ínfima derrama de recursos sobro todo a nivel regional y debilita los demás ramos de las economías locales, transformándose así en un peligro latente que pone en riesgo el desarrollo de todos los demás sectores de la sociedad, basados en la constante de que si al campo le va mal a todos nos puede ir peor.

La premisa es que el valor comercial del producto se basa en la ley de la oferta y la demanda del mercado, al igual que en su nivel de calidad, conceptos por los que la rentabilidad que puede obtener el productor depende de un sinfín de factores, entre ellos principalmente las condiciones climáticas y económicas del año, por ello cuando esta coyuntura es desfavorable no alcanza a sacar ni los gastos, por tanto la comercialización es un apartado muy relativo y altamente riesgoso que obedece a conjunciones positivas de diversa índole y en muchas ocasiones influye hasta contar con buena suerte; pero a pesar de esta incertidumbre no hay de otra más que seguir buscando estrategias de solución a los desafíos presentes y futuros, con el propósito de evolucionar al ritmo que lo hace el mundo, enfocados en cubrir las necesidades de alimentación, a través de la fuerza y vocación de agricultores que saben levantarse y mantenerse de pie ante los embates del entorno, aspirando a que los de cebollas tempranas dimensionen emocionalmente los daños y sea esta misma debacle lo que los empuje a seguir adelante y, que los de cebollas intermedias o tardías ya no sufran o padezcan menos este desgastante trastorno.

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