Cosecha esperanzadora

El complejo e incierto panorama global para el comercio de productos agrícolas, que ya de por si está constantemente asediado por los agobiantes riesgos, sobre todo naturales, que el campo conlleva, hoy se encuentra además amenazado por los efectos negativos ocasionados por esta sensible crisis sanitaria, sin embargo, cabe recalcar que, aunque hay cultivos que están sufriendo una considerable disminución en sus precios dada una menor demanda generada por la escasa o nula movilización de la población, seria limitante de los mercados que ha contraído la economía, hay otros, en los que su valor comercial por el contrario se ha disparado, como es el caso del ajo, claro contraste mercantil originado sobre todo por la caída en el despliegue de exportaciones de China, mayor productor del bulbo en el planeta, que satisface más del 80% del consumo mundial, pero desafortunadamente desde la aparición del coronavirus, este gigante asiático se ha replegado deteniendo gran parte de la salida de sus mercancías al extranjero.

De esta forma, las fuertes medidas restrictivas para tratar de contener el contagio, han afectado tanto la producción como la distribución o transporte de los productos, lo que hasta cierto punto ha causado escasez y, como resultado, el precio del ajo se ha incrementado en la mayoría de los mercados; esta situación representa para los demás países productores, como México, que comúnmente enfrenta la competencia china, un regalo inesperado, pero también bastante abstracto o impreciso. No obstante, como sea que se haya dado, sin duda es una reacción positiva para el productor en el valor de la hortaliza, sobre todo si se compara con ciclos o temporadas anteriores donde con suerte se alcanzaban los costos de producción, por ello, al menos para este ramo se puede observar un presente aceptable, aunque con un futuro confuso e impredecible, pero por el momento se estima algo de margen de utilidad lo que justamente retribuye el esfuerzo y dedicación del agricultor; inverosímil articulación de componentes del entorno productivo, especulativo y social, que a la vez estimulara una fuerte derrama de recursos principalmente a nivel regional y activará los demás sectores de las economías locales, lo que probablemente resulte en beneficio de la población más vulnerable del medio rural.

En el contexto microeconómico, el ajo es un símbolo de liderazgo, ya que posiciona a la entidad en el plano nacional como la principal región productora, donde se dinamiza el intercambio de riqueza o capital, tanto por el valor comercial del producto, así como por la cantidad de mano de obra que se requiere para su cultivo, cosecha y empaque, proyección que coloca a esta cadena productiva como punta de lanza en el desarrollo de la agricultura y del entorno rural, signándolo como un detonante evolutivo y competitivo, lo que a su vez lo ha llevado a mayores niveles de especialización dentro del ámbito agronómico, genético, así como en las técnicas y sistemas de producción, y en los procesos de recolección, selección, valor agregado y comercialización.

“Sin duda el desarrollo tecnológico es evidente, y al ser integrado dentro del sistema productivo, es el concepto que ha potenciado el cultivo de ajo, esto en conjunto con la adquisición ciclo tras ciclo de experiencia y conocimiento, es lo que nos ha permitido avanzar paulatinamente, formando el carácter y ampliando la ideología que nos enriquece como personas y nos convierte poco a poco en mejores productores, logrando así mayores y mejores cosechas, pero a pesar de dichas condiciones que han transformado el ramo en uno más eficiente y productivo, también tenemos que reconocer que el constante incremento en los costos de producción es una seria limitante, dado que el valor de los insumos necesarios mantienen una marcada tendencia ascendente, lo cual convierte al sector en un demandante de altas inversiones y con ello un acreedor de grandes riesgos”; así lo compartió Héctor Hugo Núñez Ramos, agricultor por vocación y tradición familiar, sucesor de generaciones dedicas al campo, involucrado en tareas agrícolas desde niño, por lo que a su corta edad cuenta con una notable capacidad y destreza dentro del ramo productivo, manejando de esta forma y cosechando para el presente ciclo, una superficie de aproximadamente 25 hectáreas de ajo establecidas en el Rancho Las Jarillas, situado en la localidad de Chaparrosa, perteneciente al municipio de Villa de Cos, Zacatecas.

“Si hacemos una comparación con años o décadas pasadas, donde se sembraban semillas criollas, a hoy en día, donde prevalece el uso de variedades mejoradas, la diferencia es bastante grande, aún más si vemos los avances en herramientas como maquinaria y equipo, cuidado y nutrición vegetal, pero sobre todo en el manejo del agua, pasando de riegos rodados que humedecían excesivamente el suelo desperdiciando y propagando enfermedades, a sistemas de riego de mayor precisión como el goteo, que controlan y equilibran mejor la humedad, esto entre otros adelantos que ha grandes rasgos han venido a incrementar los rendimientos y a mejorar la calidad del producto y con ello su aceptación por parte del consumidor. Cabe señalar, que hace 10 años empezamos con una 1 hectárea de ajos, y ahorita traemos sobre las 25 hectáreas, 24 hectáreas más después de 1 década, indicador que creemos señala la nobleza de este cultivo lo que nos ha permitido crecer de forma sostenible en el tiempo; aunque también hay que reconocer que no ha todos les ha sido posible avanzar, la verdad es que somos pocos o contados los agricultores que seguimos en el camino, ya que la mayoría se ha ido quedando atrás por un sinfín de condiciones como el limitado acceso y adopción de la tecnología, fenómenos naturales adversos, problemas de índole financiero y mercantil, entre otros, que ha grandes rasgos han debilitado la capacidad y mermado el espíritu emprendedor”.

“Tratando de apegarnos a las demandas del mercado, bajo un enfoque empresarial, es que hemos optado por manejar la variedad Prosur, ajos parecidos a los llamados Jaspeados Calera que eran los que anteriormente utilizábamos, pero con más color o más morados, ya que entre mayor tonalidad tengan más es su consumo y su valor, además, destacan porque se han adaptado muy bien al clima de la región y por su gran homogeneidad en la forma y tamaño del bulbo, predominando medidas que van del 8 al 10 de acuerdo a la clasificación de la norma basada en el diámetro ecuatorial de la cabeza expresado en milímetros, que por lo general son las dimensiones más comerciales, de ahí que sean los tamaños que como productores más buscamos. Asimismo, estamos probando a través de un pequeño ensayo en campo, las características de otro material denominado Garra de Tigre, que al igual que los Prosur, provienen del norte del país, reconociendo que al principio, cuando apenas los trae uno, no dan buenos rendimientos, sino hasta que la semilla se aclimata, se adapta, y los va haciendo uno a su modo; en este renglón también es importante mencionar, que una vez que la semilla nos gusta, como el caso del Prosur, nosotros aquí mismo tratamos de reproducirla, e ir escogiendo o seleccionando todo lo que creemos que está mejor, con buena forma, color, peso, sanidad, etc., y así ir mejorando poco a poco la genética para lograr en el siguiente ciclo menos mermas, menos escobeteado o rebrotes, y en general una mayor calidad y rendimiento”.

“El sistema productivo que implementamos actualmente es en surcos con 4 hilos de plantas en pata de gallo, con una cinta al centro para el riego por goteo, dado que es el marco de siembra que mejores resultados nos ha brindado, ya que también hemos calado lo que son las camas, pero los tallos se nos hacen más gruesos, no sabemos si sea por cuestión de la ventilación o porque, pero no nos ha funcionado muy bien. Con este diseño, traemos una distancia entre hileras de 7 a 8 centímetros, la separación de surco a surco es de 92 centímetros, y el ancho del surco es de 35 centímetros de costilla a costilla, con tal estructura alcanzamos una densidad de población de aproximadamente 400 a 450 mil plantas por hectárea, la cual, aunque hasta cierto punto es alta, nos permite una buena aireación u oxigenación y da el espacio apropiado para que el bulbo se desarrolle uniformemente; también tratamos de que las dimensiones de las tablas sean de 100 metros de largo por 75 metros de ancho, para que el riego sea más uniforme y trabaje sin problemas, controlando mejor tanto plagas como enfermedades, además de dar una correcta aplicación de agua y nutrientes, evitando con ello cualquier tipo de desperdicio, buscando hacer un uso más eficiente de los recursos”.

“Los rendimientos realmente son muy variables, dependen de un sinfín de condiciones; anteriormente decíamos que con que saliera de viaje por hectárea, es decir, un embarque de 15 toneladas de ajos ya seleccionados y empacados para México, pero hoy afortunadamente esperamos obtener una cosecha promedio de 25 a 30 toneladas de ajo por hectárea, ya listas o preparadas para el mercado”.

Llegada la madurez fisiológica del cultivo, es importante considerar que la calidad del ajo puede disminuir por deficiencias en el proceso de cosecha, por ello debe haber indicadores que determinen el momento justo para comenzar a enchufar. Valoración respecto de la cual, el Sr. Núñez Ramos señaló; “algunos criterios en los cuales nos basamos para iniciar a levantar el ajo, es cuando vemos que empieza a cambiar el color del follaje, otro, es cuando se marcan o ya están bien diferenciados los dientes, pero, sobre todo, cuando el tallo o el vástago se comienza a sentir flácido o flojo y se empieza a ladear, de este modo, más o menos cuando vemos que de un 70 a un 80% de los ajos ya están flojos, es cuando decidimos entrar a cosechar”.

“Definido ese punto de cosecha, anteriormente metíamos unas cuchillas para desprender el ajo del suelo, pero quedaba un poco más duro, por ello tratando de mejorar en ese sentido, ahora metemos otro implemento que le nombramos rotores, que son discos que se entierran y van girando gracias a que están conectados a la toma de fuerza del tractor, esta acción va aflojando los ajos desde abajo y los va votando o levantando, con esto quedan sueltos o prácticamente afuera, de ahí entra gente a sacudirlo, tratando con ello de quitar tierra a la raíz, se acuestan en el surco y ahí se dejan unas 2 o 3 horas para ventilarlos u orearlos, esto tratando de disminuir un poco la humedad que aun tienen, dado que si se juntan así, sin secarlos un poco, se pueden comenzar a calentar entre ellos mismos; posteriormente, se inicia con lo que se conoce como engavillado o enchufe, tarea igualmente manual en la que se juntan varios surcos en una sola línea, de tal forma que con los mismos tallos y hojas vaya quedando cubierto el ajo, logrando así una correcta deshidratación natural en campo, sin quedar totalmente expuesto al sol ya que esto ocasionaría la perdida de color, quemaduras o que las cabezas y dientes se cocieran, de esa forma, amontonados, permanecen de 3 a 4 días, según las condiciones climáticas, hasta que se deseca el vástago y la cabeza, para que ésta amacice bien, cabe subrayar que en esta etapa un fuerte riesgo son las lluvias, razón por la que tratamos de ponerles un hule encima buscando que se protejan un poco en el caso que nos llegara a caer agua, ya que si se mojan pierden color al irse desprendiendo las hojas envolventes de las cabezas, por lo que pueden llegar a tornarse blancos totalmente, demeritando con ello gravemente su calidad”.

“Una vez que pasa ese período en que el ajo está enchufado, nuevamente entra la gente a mochar, se corta con rozadera un poco lo que es el tallo y la raíz, aproximadamente se le dejan de 2 a 3 dedos por arriba del bulbo, y algo de raíces para que siga chupando humedad evitando con ello que se rebroten y para que duren un poco más en almacén, además, en este proceso cuidamos mucho que no golpeen las cabezas, porque de lo contrario se dañan los dientes, y aunque aparentemente aquí en campo se siguen viendo buenos, al tiempo se empiezan a vaciar; después de ser recortados, se van colocando en cajas de plástico, las cuales llenas pueden llegar a pesar sobre los 20 kilos cada una, y se estiban en pilas de 49 cajas, que son tapadas con la misma basura o tallos que quedaron del moche, para cubrirlas del sol, y se les pone hule para seguir protegiendo el producto de la lluvia, de ese modo, entarimadas, duran de 10 a 12 días más a la intemperie, buscando que se ventilen bien para que no vayan frescos, porque si no, los mete uno al almacén, y con la misma humedad que aún llevan se empiezan a calentar o a foguear, en esta labor, cabe precisar, que una persona nos hace de 30 a 35 cajas diarias, y en época de cosecha llegamos a traer más de 200 personas trabajando en los ajos”.

“De ahí, son cargados en un camión de plataforma con un montacargas para empezar a llevarlos a la bodega, lugar en el que se limpian, quitándole todas las hojas secas y manchadas, buscando sacarles un color bien morado; se destaponan completamente, cortando con tijera la raíz a ras del bulbo y los centímetros que habían quedado del tallo, se echan en rejas y pasa a la corredora, que a grandes rasgos es una línea o banda que tiene mallas con diferentes orificios, donde se va clasificando o seleccionando automáticamente por tamaños o calibres, que van del 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11 y 12, así del otro lado de la maquina lo está esperando la gente con cajas de cartón donde finalmente se empaca, cada ajo conforme a su número, se cierra y se embarca en el transporte con destino al mercado”.

“El peso de cada una de estas cajas depende mucho del tamaño y la macices del ajo, pero más o menos rondan los 15 kilos hasta los 18 kilogramos aproximadamente; de igual forma, la cantidad de cabezas que contienen, depende del calibre que lleven, por ejemplo, del 7 tiene alrededor de 200 ajos, de ahí hacia arriba los tamaños la cantidad es menor, y hacia abajo lógicamente es un poco mayor”.

“En cuanto a su valor comercial, este también obedece al tamaño, lo ideal son calibres del 8, 9 y 10, que son los más buscados, porque ya los 7, ahorita a lo mejor andan de 10 hasta 15 pesos más abajo, por ejemplo, si ponemos como referencia que andan corriendo al día de hoy a 80 pesos ya puestos en el mercado, en su caja, limpios y todo, este precio puede disminuir hasta 65 o 70 pesos para los número 7, en cambio, del 8 al 10 solo es 1 peso el que varía”.

Para concluir, el Sr. Hugo Núñez agregó; “por todo ello, la verdad es que la producción de ajo es un proceso bastante largo y laborioso, demandante de una gran cantidad de mano de obra, por lo que es generador de una importante fuente de empleo y de recursos, y aunque además es complejo y requiere de fuertes inversiones, hablando sobre los 100 mil pesos por hectárea, nada más hasta sacar el cultivo, a parte la cosecha que vienen siendo como otros 50 mil más o menos, y la selección y empaque, a pesar de ello, consideramos que es un cultivo rentable, el cual hay que establecer año con año, no es de hoy sí y mañana no, ya que sin duda el mejor negocio es la constancia haciendo lo que realmente nos gusta y nos apasiona, en ese sentido vale la pena no descuidarlos y estar al pie del cañón, resolviendo cualquier punto crítico, aquí al campo, yo acostumbro venir en la mañana, a medio día y en la tarde a ver los ajos, mínimo 3 veces al día, para estar monitoreando y detectar cualquier diferencia dado que cambian de un momento a otro para bien o para mal”.

Por sus matices estacionales y globalizados el futuro comercial del ajo se torna impredecible pudiendo dar un giro en contra de un instante a otro, no obstante, de ese latente riesgo, afortunadamente hasta el momento la temporada para el productor parece ser positiva.

Espera la 2ª parte de este interesante reportaje sobre la producción y cadena de valor del ajo, en próximas ediciones…

La esencia natural de la agricultura implica la presencia de riesgos agobiantes, bajo la tendencia de remar contra corriente, siendo poco lo seguro y bastante el peligro latente, sin embargo, con la vocación necesaria y orgullosos por la labor desempeñada, soportados por un clima y un suelo generoso, se logrará sacar adelante la cosecha a pesar de los grandes desafíos.

Salvador Juárez / El Despertar del Campo

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