Académico de vocación con el campo en el corazón

Siempre existirá un lugar en la memoria colectiva para aquellos que avocaron su vida al crecimiento social en aras de mejorar su entorno. Personajes ilustres del estado que pusieron su parte en la conformación de algo más grande y productivo, tales como Don Francisco Flores Sandoval cuya trayectoria académica y agrícola le han consagrado como un maestro de generaciones y una figura prominente en su ramo como pocas se han visto en la actualidad.

Originario de las verdes tierras de Jalpa en el sur zacatecano, nace un 24 de febrero de 1948 en el seno de una familia que ha dado el esfuerzo generacional para obtener y mantener sus tierras; “nacimos (su linaje) de gente que siempre se ha dedicado a trabajar en el campo, mi padre, mi abuelo, mi bisabuelo… todos han sido gente de campo”. Con orgullo relata la historia de cómo su abuelo, junto a su padre y un tío, trabajaron con firmeza para construir lo que serían las tierras familiares llamadas en ese entonces el Rancho Agua Escondida en alusión a un manantial de antigua existencia en las inmediaciones.

Con el alma ceñida al campo por el contacto con los animales, se establece un vínculo natural que deriva en su decisión de enfocar su vida en el estudio de los mismos, culminando en su graduación como Médico Veterinario Zootecnista por la Universidad Autónoma de Zacatecas, para después cursar una especialidad en producción animal de bovinos y una maestría en ciencias veterinarias orientado en reproducción animal, todo ello en la Universidad Nacional Autónoma de México.

Partiendo de esas credenciales, comienza una carrera académica donde lograría renovar no solo el esquema educativo veterinario, sino además impulsar la oferta que la misma universidad zacatecana proponía en ese entonces. Como docente de la Facultad de Veterinaria se encargaría de apostar por el aprendizaje empírico, demostrado en su coordinación de su vida académica y aquella relacionada al campo donde el aprendizaje entre las tierras le ha servido para retroalimentar a sus alumnos; “me dedicaba a la escuela y los fines de semana trabajaba en el campo, en ocasiones aprovechaba en traer a los estudiantes para que vieran como era el trabajo en la tierra”.

Con el tiempo y logrando méritos propios, llegaría a ser director de la Facultad de Veterinaria en un periodo de 1980 a 1984, para después ser nombrado rector de la máxima casa de estudios del estado en dos periodos consecutivos, de 1984-1988 y de 1988-1992. Durante su estancia como dirigente implementó la extensión de la oferta educativa creando áreas como la de artes, física, matemáticas, geología, aquellas que se involucraban en el área de humanidades, entre otras. En total se muestra satisfecho de haber sido el creador de 7 licenciaturas y 17 posgrados; recibiendo en alguna ocasión el reconocimiento de la Unidad Nacional Veterinaria por su trayectoria en el ramo.

Además, ha tenido incursión en la política como diputado local, labor donde promulgó 3 leyes de peso en el desarrollo estatal; la ley de vigencia para la creación del Consejo Zacatecano de Ciencia y Tecnología; la ley de acceso a la información donde fuera coautor y revisor de la misma; y la ley de profesiones.

Todo ello teniendo al campo como intermediario perpetuo en su vida, pues es este el que estuvo al inicio, en medio y seguirá al final de su prolífica carrera académica. De sus raíces se dispersan numerosas experiencias que han simbolizado un vaivén de emociones y han medido su temple y habilidad con los cultivos y ha lidiado con las adversidades que estos pueden conllevar.

Entre sus más grandes satisfacciones se encuentra el logro de producir maíz de calidad, así como ser pionero en su propia tierra al implementar un programa de mejoramiento genético impulsado por él, que ha sido profesor de inseminación artificial.  Además de mantener una empresa estable con la producción de varias especies ganaderas; “vendemos lo que comúnmente llamamos “sangre”, animales para la reproducción”.

Pero los buenos temporales vienen acompañados con fuertes tormentas antes de la cosecha, y Don Francisco Flores ha visto su suerte en momentos difíciles y sumamente desagradables. Desde los temporales inciertos propios de las tierras zacatecanas hasta la ruptura de la herencia familiar. Con nostalgia recuerda como su abuelo luchó por mantener la unión de la familia con la tierra, y con el fallecimiento de este, presenció la repartición y posterior pérdida de la herencia generacional; hoy día es el descendiente que conserva más terreno de aquel donde nacieran sus antepasados, manteniendo vigente el lugar cuyo fierro de herrar posee registro desde 1860, perteneciente a su bisabuelo, Don Refugio Flores Guerrero.

A los 25 años contrajo matrimonio y procreó 3 hijos, a los cuales ha inculcado el cariño por la tierra y el valor de la familia como símbolo de unión; pues el rancho, para él, es un concepto meramente grupal que, sumado al esfuerzo y ahorro, se logra equipar para salir adelante. De los tres, solo uno se dedica al ramo veterinario, siguiendo el ejemplo paternal que este les inspiró.

Con todo y esto, mantiene una visión crítica del campo y a pesar del cariño que le tiene, es consciente del mal momento que ha atravesado este a lo largo de los años; “el campo le da alimentación a la gente, pero es muy lamentable lo que ha sucedido en este país, porque no han existido gobiernos que apoyen y entiendan al sector, yo pienso, siento y veo que el ramo ha estado en manos de gente ignorante del tema, porque la realidad del campo mexicano no es tocada por los programas que debieran beneficiarlo, al contario, estos apoyos han ido desapareciendo y, quien da de comer a México es el pequeño productor, y este no tiene apoyo”.

Hoy día mantiene su labor docente y atiende a su tierra con la serenidad de alguien que se sabe ha contribuido a dejar su estado mejor de como alguna vez lo conoció, siempre con el afán de transmitir conocimiento, de ayudar y en todo caso, sembrar la semilla de consciencia y sabiduría en las futuras generaciones que perpetuarán la profesión del mismo modo que su legado lo enmarca.

Su trayectoria académica y productiva le han consagrado como un maestro de generaciones.

Bryan Pichardo Gallegos / El Despertar del Campo

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