Hortaliza reina de las ensaladas 2ª parte

La reproducción de la lechuga suele hacerse con planta en cepellón obtenida en semillero. Se recomienda el uso de bandejas de poliestireno de 294 alveolos, sembrando en cada alveolo una semilla a 5 mm de profundidad; una vez transcurridos de 30 a 40 días después de la siembra, la lechuga es plantada, una vez que tenga de 5 a 6 hojas verdaderas y una altura de 8 centimetros desde el cuello del tallo hasta las puntas de las hojas.

El primer paso para producir en campo, es la preparación del terreno, nivelándolo perfectamente, especialmente en el caso de zonas encharcadizas, enseguida se procede al asurcado y por último la acamadora, forma varios bancos, y marca la ubicación de las plantas.

Es conveniente cultivar lechuga después de leguminosas, cereal o barbecho, no deben cultivarse como precedentes crucíferas o compuestas, manteniendo las parcelas libres de malas hierbas y restos del cultivo anterior. La desinfección química del suelo no es recomendable, ya que se trata de un cultivo de ciclo corto y muy sensible a productos químicos, pero si se recomienda utilizar la solarización en verano.

Los mejores sistemas de riego, que actualmente se están utilizando para el cultivo de la lechuga son, el riego por goteo, aunque existen otras maneras de regar como el riego por gravedad y el riego por aspersión, pero cada vez están más en recesión. Por lo general se dan riegos de manera frecuente, pero con poca cantidad de agua, procurando que el suelo quede aparentemente seco en la parte superficial, para evitar podredumbres del cuello y de la vegetación que toma contacto con el suelo.

El 60 a 65% de todos los nutrientes son absorbidos en el periodo de formación del cogollo y éstos se deben de suspender al menos una semana antes de la recolección. El aporte de estiércol en el cultivo de lechuga se realiza a razón de 3 kg/m2, cuando se trata de un cultivo principal desarrollado de forma independiente de otros. Por otra parte, la lechuga es una planta exigente en abonado potásico, debiendo cuidar los aportes de este elemento, especialmente en épocas de bajas temperaturas; y al consumir más potasio va a absorber más magnesio, por lo que habrá que tenerlo en cuenta a la hora de equilibrar esta posible carencia.

Sin embargo, hay que evitar los excesos de abonado, especialmente el nitrogenado, con objeto de prevenir posibles fitotoxicidades por exceso de sales y conseguir una buena calidad de hoja y una adecuada formación de los cogollos. También se trata de un cultivo bastante exigente en molibdeno durante las primeras fases de desarrollo, por lo que resulta conveniente la aplicación de este elemento vía foliar, tanto de forma preventiva como para la corrección de posibles carencias.

El abonado de fondo puede realizarse a base de complejo 8-15-15, a razón de 50 g/m2. En suelos de carácter ácido, el nitrato de amonio puede ser sustituido por nitrato de cal a razón de unos 30 g/m2, aportados en cada riego, sin superar el total de 50 g/m2. También son comunes las aplicaciones de nitrógeno vía foliar, en forma de urea, cuando los riegos son interrumpidos y las necesidades de nitrógeno se elevan.

Siempre que las malas hierbas estén presentes será necesaria su eliminación, pues este cultivo no admite competencia con ellas. Este control debe realizarse de manera integrada, procurando minimizar el impacto ambiental de las operaciones de escarda; además, se debe tener en cuenta en el periodo próximo a la recolección, que las malas hierbas pueden sofocar a la lechuga, creando un ambiente propicio para el desarrollo de enfermedades que afectan el cultivo, como las virosis que se ven favorecidas por la presencia de malezas.

Los ingredientes activos recomendados en el cultivo de la lechuga contra malas hierbas anuales son: Benfluralina 18%, 6.50-9.50 l/ha; Pendimetalina 33%, 3-5 l/ha; y Propizamida 40%, 1.75-3.75 l/ha.

La madurez de la lechuga está basada en la compactación de la cabeza; una cabeza compacta, es considerada apta para ser cosechada. Una cabeza muy suelta está inmadura y una muy firme o extremadamente dura es considerada pasada. Las cabezas inmaduras y maduras tienen mucho mejor sabor que las sobremaduras y también tienen menos problemas en postcosecha.

Una temperatura de 0° centígrados y una humedad relativa mayor del 95%, se requiere para optimizar la vida de almacenaje de la lechuga. El enfriamiento por vacío es generalmente utilizado para la lechuga tipo Iceberg, sin embargo, el enfriamiento por aire forzado también puede ser usado exitosamente. El daño por congelamiento puede ocurrir si la lechuga es almacenada a menos de -2° centígrados y la apariencia de este daño es un oscurecimiento translúcido o un área embebida en agua, la cual se torna legamosa y se deteriora rápidamente o después de descongelarse.

Debido a la necesidad de un buen drenaje, se recomiendan suelos arenosos y, aunque la lechuga tiene cierta tolerancia a bajos niveles de salinidad, el exceso de ésta provoca un producto de menor tamaño.}

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