El hombre detrás de la leyenda

La tarde, cálida y alegre, se cierne sobre las tierras del rancho “El Herradero”, suelo que es cuna de una de las más grandes leyendas de la charrería, Don Benjamín Gurrola Galván. Nacido un 18 de junio de 1925, originario de Morelos, Zacatecas, desde pequeño aprendió las labores del campo de la mano de su padre, auxiliándolo en la siembra, pero a la par, como buen mexicano, desarrollaría una de las pasiones que le valdrían a futuro el reconocimiento para la posteridad, un gran amor por la charrería.

Desde joven demostró un especial interés por el deporte nacional por excelencia. Su especialidad, colear, y a la temprana edad de 7 años, ya era un activo participante en las competencias charras; aun así su gran pasión nunca lo alejaría de las labores del campo, donde siempre se desempeñó con la seriedad y firmeza que el oficio requiere.

Y sería precisamente en un coleadero el lugar donde Don Benjamín viviría algunos de los acontecimientos más importantes de su vida, muchos gratos y llenos de júbilo, pero también otros con un sabor más amargo. Como en toda leyenda, la tragedia siempre marca un parteaguas, en especial en los inicios, pues fue en un mismo coleadero donde recibió la fatal noticia del fallecimiento de su madre con tan solo 11 años de edad.

Así mismo, y de forma contrastante, es también en un coleadero a la edad de 25 años donde conoce al amor de su vida, María Magdalena Pérez Palacios, mujer de respetable historia y con quien se casaría tiempo más tarde. Ella, por su parte, recuerda con especial cariño el momento en el cual dejan el lugar de origen para erigir con sus propias manos su patrimonio en las inmediaciones de Las Catarinas, localidad perteneciente al municipio de Fresnillo, Zacatecas, justo el día que muriera la otrora leyenda de la canción mexicana, Pedro Infante, en 1957.

Fruto de su unión nacieron 14 hijos, los cuales educaron con mano firme y un estricto carácter, siempre pensando en su bienestar, inculcándoles el amor al trabajo, al respeto y pasión por la tierra, aquella que les brinda el sustento diario, además de un gran aprecio a los animales, en especial a los caballos que fueron desde siempre su gran querencia, “podría no haber comido él, pero su caballo tenía que estar bien atendido”, rememora uno de sus hijos.

De la misma forma les heredaría el profundo cariño por este arte, ahora Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, legado que sigue de generación en generación, pasando de padre a hijos, y de hijos a nietos, siempre con la esperanza de continuar con un linaje que lleve marcado en la sangre la gallardía de los hombres de a caballo.

Como esposo fue un buen hombre, dulce, afectuoso y apegado, como bien recuerda su esposa, pareja con la que compartió los mismos ideales de empeño y confianza con los cuales supieron dirigir a su familia. Como si méritos le faltaran, con un pensamiento de superación y conociendo la importancia de la educación formal, fue además precursor de la escuela primaria en Las Catarinas por la lejana década de 1960.

Pero en ocasiones, las adversidades se presentan a aquellos hombres destinados a la grandeza, y fue a sus 27 años que se vio en la necesidad de emigrar a los Estados Unidos por motivos económicos, a los pocos días de partir, en casa, nacería su tercer hijo; la ausencia duraría 8 meses, tras los cuales volvería al hogar para en menos de un año retornar de nueva cuenta al norte, esta segunda incursión no le mostraría la misma cara de fortuna que la primera, por lo cual duraría solo 3 meses. “Obra de Dios, y a seguir adelante”, esa era su respuesta ante los momentos en que la vida lo ponía a prueba.

En 1980 se convierte en el campeón estatal en el Lienzo Charro de Zacatecas y en el 2007 en el Congreso de Villa de Cos. A la edad de 82 años, recibió con orgullo la “Herradura de Oro”, máxima presea charra otorgada por la Federación Mexicana de Charrería; además que el Congreso mismo llevo su nombre.

De forma fatídica, el 24 de febrero de 2015, un martes, la leyenda abrió los ojos por última vez a la edad de 89 años, después de 4 años de luchar contra el cáncer. Ese día, sus hijos perdieron más que un padre, la familia perdió más que un ejemplo, ese día el mundo de la charrería perdió un emblema, quien seguramente partió a un lugar reservado en el cielo para los hombres que siempre llevaron las tradiciones de su tierra en el corazón.

De forma póstuma se le dedicó en el 2017 en la Ciudadela del Arte en Zacatecas un homenaje en su honor. Su familia, por su parte, posee un museo privado en honor a él, a la familia y a la charrería en general, donde se exhiben objetos personales, fotografías y galardones que acumuló en el transcurso de su vida; sus restos yacen en una urna en el mismo rancho que hasta la fecha mantiene intacta la llama de su pasión.

Admirable historia la que para Don Benjamín Gurrola se cerró, pero que sigue viva para quien lo recuerda y sigue sus enseñanzas como un hombre de palabra, un padre firme, un marido cariñoso, un ídolo de generaciones, que ha legado un gran ejemplo de vida, de esfuerzo y dedicación. Con gran amor y respeto, uno de sus hijos reflexiona, “me siento satisfecho del padre que Dios me dio, siempre como un ejemplo de trabajo hasta en su último aliento”.

 

 

Bryan Pichardo Gallegos / El Despertar del Campo

Una respuesta to “El hombre detrás de la leyenda

  • Que bonita historia de amor por su familia un ejemplo a seguir bendiciones para toda la familia en especial a los charros que dios los bendiga por que es un deporte muy bonito pero también peligroso mil bendiciones quisiera conseguir el libro está muy interesante

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