Entre la tradición y la modernidad

Se dice que las almas de los niños que ya murieron vienen a visitar a los vivos, el primer día de noviembre, mientras las almas de los adultos fallecidos nos visitan al día siguiente. Y entonces tiene lugar la mundialmente conocida celebración mexicana del Día de Muertos; la cual, como toda festividad, tiene su iconografía bien definida, tanto que incluso el cine extranjero la ha retratado con mucho éxito.

Entre sus símbolos está el altar dedicado a algún ser querido que ya partió, o a un artista famoso a quien en vida admirábamos, o a quien sea que merezca nuestras honras desde este mundo; está también la famosa “Catrina”, personaje así bautizado por Diego Rivera, pero creado por el ilustrador del Siglo XIX, José Guadalupe Posada. Tenemos además el fascinante papel picado y el apetecible pan de muerto, pero, hay un elemento, dentro de este universo multicolor, que es irremplazable: la flor de cempasúchil o flor de muertos.

Sin embargo, su exitoso consumo como producto de época, que arroja millonarias ganancias, no ha permitido contemplar la otra cara, también financieramente atractiva: la industrial.

Abandonar el panteón. – La flor de cempasúchil en nuestro país es todavía reconocida como una flor de ornato y, sobre todo, como un emblema de las festividades de los días de muertos; sin embargo, las posibilidades que tiene de tipo industrial pudieran convertirla en un producto de grandes ganancias.

Investigadores académicos de la Universidad La Salle, señalaron en el portal de Reporte Índigo que, aunque la flor de cempasúchil es originaria de México, China y La India la han hecho suya, a tal grado que solamente los chinos en el mundo producen el 75 por ciento de esta flor a nivel mundial para usos industriales, y La India acapara un 20 por ciento. Incluso Perú, en este rubro, juega un papel protagónico con un cinco por ciento. Los dos principales usos industriales de esta flor se dan en la elaboración de alimentos para animales y como colorantes para las yemas de huevo, así como para la carne de pollo.

En este sentido, los países asiáticos han desarrollado variedades genéticas de esta flor que permiten su producción durante todo el año. En nuestro país, el cultivo sólo se inicia después de la semana 36 del año, luego de las temporadas de lluvia; y aunque ciertamente el uso de colorantes en la industria alimenticia de México es un elemento común, el 70 por ciento de éstos llega de otros países.

“Existen trabajos sobre variedades genéticas en México, en el Instituto de Biotecnología de la UNAM, en la Universidad de Chapingo y en la Universidad de Yucatán, pero como en el país asociamos a las flores con el ornato, hay muy poco interés de la industria nacional para apoyar este tipo de investigaciones”, afirmó Dolores Vergara, catedrática de la licenciatura en Química de Alimentos de la Universidad La Salle.

Un caso poblano. – Desde hace ya casi 20 años, Jorgelina Cortés Pafalox trabaja en los Viveros Floresa, en Atlixco, Puebla; ahora es ella la encargada de producción del negocio y con detallado dominio del tema, y en entrevista exclusiva, nos habla de cómo alrededor de la semana 38 de cada año inicia el proceso de cultivo de la flor de cempasúchil, “hacemos todo con cuidado, desde escoger la semilla, que compramos a una empresa, en sobrecitos, la que nosotros trabajamos es la de color naranja”, señala.

La semilla se siembra en charolas con 26 cavidades cónicas cada una, donde espera de ocho a diez días para convertirse en una plantulita que “con las manos muy limpias, para no infectar trasplantamos a una maceta de seis pulgadas en la que crecerá y se convertirá en lo que vemos por estas fechas en las calles”.

“Al principio, utilizamos un fungicida, para que no le caiga hongo; luego, para que la raíz se fortalezca, aplicamos fósforo. Después para promover el crecimiento hacemos un combinado de nitrógeno, fósforo y potasio, de modo permanente se agrega en el riego el nitrógeno, y para fortalecer el tallo le proporcionamos calcio.

Viveros Floresa es un ejemplo común de los viveros que abundan en el Estado de Puebla, entidad que mayor producción de flor de muertos tiene en México. “Nosotros producimos cada año alrededor de 25 mil plantas, hay quienes producen entre 70 y 80 mil plantas”, explica la Señora Lina.

Una ingeniosa oportunidad. – Existe en Coyoacán una heladería que desde hace ya ocho años ofrece en estos días el exitoso sabor “Flor de cempasúchil”, en entrevista, los dueños explicaron que las chinampas de Xochimilco surten de flores su línea de producción; los mejores ejemplares, con los pétales más sanos, van a dar al área de desinfección de esta heladería, para luego pasar a los calderos donde se cuecen y después se muelen, lo demás es receta secreta.

El éxito es tal que en cuestión de horas la producción de cada día se agota. La venta inicia normalmente desde la segunda semana de octubre; y el gusto por tan exótico sorbete va en aumento.

Hace un año, luego de terminada la temporada, los vendedores de esta delicia gastronómica tan representativa del día de muertos aseguraron haber desplazado poco más de media tonelada de “Helado de Flor de Cempasúchil”.

Por lo que se puede apreciar, aunque en la cultura mexicana la flor de muertos es altamente valorada por su peso simbólico, existen sectores académicos e investigadores que ven en este producto de la naturaleza algo más que un ícono irremplazable de una de las más bellas festividades de nuestro país.

El reto, no cabe duda, está hoy en día en lograr que la flor de muertos pase de los altares y los panteones al difícil ruedo del mercado mundial.

 

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