Fructífero legado
Sin duda el cultivo de chile es un símbolo representativo de estas tierras, con únicos e inherentes componentes que favorecen su producción, tales como clima, altitud, latitud, suelo y agua, además de considerables fortalezas en su cadena de valor las cuales radican en la cultura y tradición ligada tanto a su manejo por generaciones como a su elevada demanda y consumo. De esa forma, su establecimiento figura prácticamente en todas las zonas agrícolas de riego de la región, posicionándose como una importante alternativa generadora de recursos, tanto por el valor comercial del producto, así como por la considerable mano de obra que se requiere para su cultivo, cosecha y empaque; dinámica concepción, que a su vez lo ha llevado a una constante evolución y a un mayor grado de especialización tanto en el ámbito agronómico y genético, así como en las técnicas y sistemas de producción, y en los procesos de cosecha, poscosecha y comercialización, esto conforme avanza la tecnología y los límites del conocimiento crecen respecto del comportamiento de las plantas y la relación que guardan con las diferentes condiciones de su entorno.
“Por naturaleza, la agricultura impone grandes riesgos y traza duros contrastes, como son hoy en día fenómenos climáticos adversos, sobre todo este ciclo donde en algunas zonas se han presentado granizadas devastadoras y, aquí con nosotros lo que nos ha afectado mucho son el exceso de lluvias originando altas humedades que crean condiciones propicias para la propagación de enfermedades del suelo y pudrición de frutos, además de las limitantes históricas que ya conocemos, como son la inestabilidad e incertidumbre de precios en los mercados, y el constante incremento de los insumos necesarios para producir, no obstante, también existen notables y afortunados avances en diversos conceptos del cultivo en campo, gracias al desarrollo y adopción de la tecnología, como componentes para un manejo más efectivo del agua de riego con sistemas de goteo los cuales sin duda han cambiado las expectativas y han abierto la posibilidad de ser más productivos con un menor desgaste de recursos naturales, económicos y humanos, así como la implementación de cubiertas plásticas o acolchados que retienen la humedad, regulan la temperatura del suelo y controlan la maleza, y formulaciones de última generación orientadas a una correcta protección y nutrición vegetal, entre otros adelantos técnicos que satisfactoriamente le han dado un giro positivo al panorama agrícola, reconociendo que este es un sector muy dinámico en el que todos los días aprendemos cosas nuevas, dado que ningún año es igual a otro, de ahí la necesidad de una observación y una capacitación constante, para no estancarnos en lo mismo y seguir avanzando”; así lo compartió amablemente Aldo Aron Castillo Solís, agricultor por vocación y tradición familiar, involucrado en labores agrícolas desde niño, por lo que a su edad cuenta con una clara capacidad y destreza dentro de temas productivos, manejando de esta forma, una superficie de aproximadamente 7.5 hectáreas de chile, del tipo güero o húngaro, mirasol o guajillo criollo e híbrido, y pasilla, establecidos en diferentes parcelas de producción comercial en el Estado de Zacatecas, una de ellas ubicada en terrenos pertenecientes a la comunidad de San Antonio del Ciprés, en el municipio de Pánuco, unidad conocida como La Presa de Don Juan González.
“Gracias a Dios, en términos generales dentro de esta región podemos decir que contamos con condiciones aceptables para el cultivo de chile que inducen su buen desarrollo, como lo son suelos fértiles, y una correcta disponibilidad de agua dulce para riego de muy buena calidad con un pH adecuado para su consumo por las plantas, lo que sin duda representa una gran ventaja, además, tenemos un buen sol y un equilibrado rango de temperaturas, conforme a como el cultivo lo necesita, con grados cálidos durante el día y noches frescas, lo que también abona bastante en el crecimiento vegetativo y del fruto. Asimismo, cabe señalar que, aunque hay periodos en que las precipitaciones nos llegan más medidas, dándonos chanza o libertad de poder manejar mejor el cultivo tanto en fumigadas como en ciclos de inyección y riegos, en esta temporada de lluvias realmente nos ha caído demasiada humedad, superior a lo que históricamente acostumbramos ver en esta zona, abarcando largos días, por lo que se perdieron ciertas fumigadas, así como algunas aplicaciones de nutrientes, de hecho, en el caso de los húngaros tuvimos cargas afectadas que se ampollaron por tanta agua, por lo que ciertamente el chile es un cultivo que no tolera las altas saturaciones de humedad, siendo en ese aspecto muy delicado, por ello es esencial un buen control del agua de riego, observando y monitoreando constantemente tanto las condiciones del terreno como los pronósticos que van marcando la situación del clima, y en base a ello estimar que tanta agua viene del cielo para irnos moderando sobre las humedades del suelo”.
“Lo primero que hacemos, en el caso de los criollos, es tratar de seleccionar la mejor semilla, base de una buena genética, lo cual nosotros mismos lo realizamos detectando las tablas más sobresalientes de donde escogemos los mejores chiles, los recopilamos y les extraemos la semilla o los desemillamos, la curamos y en términos generales tratamos de darle la mejor preparación y cuidado posible, ya que es ahí donde se encuentra la raíz de una buena cosecha. Con la semilla lista, el siguiente paso es preparar la charola para su siembra y germinación en invernadero, sistema que nos ha dado mejores resultados, gracias a la ayuda y orientación de gente que cuenta con un poco de mayor experiencia en el tema, dándole el cuidado correcto, controlando condiciones como temperatura y humedad para darle el punto exacto a la planta para su trasplante”.
“Aproximadamente sembramos las charolas el 20 de enero del 2021, y la planta estuvo lista para su plantación al terreno definitivo los primeros de abril, de ahí normalmente transcurre un ciclo de 5 a 6 meses para ver una cosecha definida, por lo que más o menos de octubre a noviembre empezamos a prepararnos para cortar, ya nada más esperando lo que viene siendo la llegada del frío, para que el fruto se deshidrate naturalmente en campo, pero lo que es empodre cortamos en octubre ya sea para secado en túneles solares o para secadora. Por ejemplo, en el caso del chile pasilla, ese va todo directo a la secadora, porque de otra forma no podemos, y el mirasol, a veces esperamos hasta que se llegue diciembre, dejarlo en la parcela para que con las heladas se seque por completo y así poderlo cosechar como debe de ser, o en ocasiones, optamos por meterlo en microtúneles para su secado natural más rápido con la intensidad de los rayos del sol; es así, que definitivamente la producción de chile seco, es un cultivo anual o que va de año a año, empezando como se mencionó con la siembra de la charola en enero para ser cosechado hasta noviembre o diciembre en el caso del deshidratado en campo, y todavía una vez recolectado el fruto comenzar a preparar el terreno para el próximo ciclo junto con otros complementos como la limpieza y lavado de charolas, por lo que sin duda aquí hay trabajo todo el tiempo”.
“El sistema productivo que implementamos es a doble hilo en pata de gallo o a tres bolillos, con una cintilla en la parte central para el riego por goteo, con camas de 32 cubiertas con acolchado plástico, y un espacio en las calles de 60 centímetros para poder caminar y desempeñar las diferentes labores del cultivo correctamente, además de darle a la planta la amplitud suficiente para que se pueda extender y se desarrolle favorablemente, también metemos envarado, y en este ciclo estamos experimentando con estacas grandes y, tenemos la vara pequeña o la normal, a ver cual de las 2 nos funciona un poco mejor, sobre esa estructura estamos colocando 2 hilos para que le dé un sostén adecuado a la planta y el crecimiento sea hacia arriba, con sus través en medio para una mayor resistencia, por si se llegara a enanchar o abrir a los costados; con esta distribución estimamos una densidad de población superior a las 30 mil plantas por hectárea, señalando que llegamos a traer de un 2 a un 3% de fallas, es decir, que del 100% de la plántula que trasplantamos, el 97 o 98% llegan a la etapa de cosecha, el otro 2 o 3% faltante perecen en el camino por un sinfín de problemas, mal germinación, mal trasplante, clima, enfermedades, plagas, daños mecánicos, etc. Por ello, con dicho diseño de la parcela, tratamos de darle al cultivo las dimensiones óptimas para que se desempeñe adecuadamente, generando el espacio correcto y evitando la competencia por agua, nutrientes, sol, aire y, demás recursos que demanda la planta”.
“Lógicamente antes de acolchar y para poder hacerlo tenemos que realizar una buena preparación del terreno, lo cual venimos trabajando más o menos en el mes de diciembre, se meten subsuelos, volteos, y algunas rastreadas, para que el suelo quede libre de terrones, bien mullido y bien nivelado, buscando con ello que la acolchadora logre arrimar tierra con toda facilidad y de esta forma vaya quedando una cama bien uniforme y perfectamente acondicionada para recibir la plántula; aquí cabe precisar, que comenzamos el acolchado por ahí de mediados del mes de marzo”.
“En cuanto a nutrición vegetal, comenzamos con la llamada fertilización base o de fondo, que es la que se va aplicando al momento de acolchar, por lo que son nutrientes que quedan en el suelo desde antes del trasplante, así al momento en que la planta inicia su ciclo ya tiene algo de que alimentarse; de ahí en adelante se están realizando diversas y constantes aplicaciones o inyecciones por medio del sistema de riego, tratando de cubrir las necesidades reales conforme el cultivo lo va demandando, entendiendo sobre todo que las plantas requieren de elementos minerales esenciales para su crecimiento, como son el nitrógeno (no mucho porque se vuela la planta) , fósforo, potasio, así como calcio para el amarre de flor y darle estructura al fruto, hierro, cobre, zinc, boro, magnesio para darles algo de color y, manganeso, entre otros microelementos, siendo la dosis o proporción la que varía de acuerdo a un sinfín de condiciones, como la etapa fisiológica, el estado del suelo, transpiración, densidad, etc., para lo cual nos apoyamos en un análisis permanente del estado real de las plantas, e identificar a través de ello que carencias son las que manifiestan, sin dejar fuera lo que es también la nutrición foliar, metiendo algunos otros compuestos por arriba”.
“De igual manera, el preciso manejo del agua depende de diferentes componentes, como el nivel de humedad ambiental y del suelo, temperatura, radiación, velocidad del viento, etapa de desarrollo, entre otros, por lo que realmente manejamos un programa de riego muy flexible, de acuerdo a como lo indica el entorno y las condiciones físicas del cultivo, entendiendo que obviamente cuando la planta aun es pequeña no demanda tanta agua pero conforme va creciendo sus requerimientos también se incrementan, por ello al principio del ciclo son menos los riegos necesarios pero paulatinamente van en aumento a la par que las plantas se desarrollan, por ello también es indispensable el monitoreo constate, y nosotros lo realizamos manualmente, de momento todavía no contamos con medidores electrónicos de humedad, por lo que nos basamos a la vista y al tacto, sentidos que consideramos son igual o más efectivos que cualquier otra herramienta, siempre y cuando se tenga la experiencia y la capacitación suficiente; a grandes rasgos en nuestro caso, aquí aplicamos riego 2 veces por semana, uno para inyectar fertilizantes o agroquímicos, y otro para mantener o conservar la humedad necesaria para que la planta se hidrate y se nutra acertadamente, ya que sería ilógico estar inyectando agua y nutrientes en suelos secos. Cabe recalcar que el chile es un cultivo muy sensible tanto a la falta como al exceso de agua, dado que, así como se estresa al estar seco, también tolera muy poco las altas saturaciones, en base a ello un chequeo adecuado y constante de la humedad es fundamental, porque ciertamente al aplicar riegos fuertes o muy pesados, además de estar desperdiciando o desaprovechando el agua, se corre un alto riesgo de generar condiciones favorables para la propagación de enfermedades, tal como ha sucedió en esta temporada de lluvias, donde han sido muchos los días que ha estado cayendo agua, lo que genera cuadros donde se ven afectaciones por el exceso de humedad, sobre todo donde no sale o no se drena bien el agua y queda anegado el terreno, y en el caso de los húngaros pudriéndolos al acumularse demasiada agua en los frutos, por lo que definitivamente es muy importante tener bien medida el agua, que no falte pero tampoco echarle en exceso”.
Para finalizar, el señor Castillo Solís agregó; “el cultivo de chile y en general el dedicarte al campo, en verdad es algo apasionante pero muy costoso y riesgoso, siendo poco lo seguro y mucho lo expuesto, por lo que claramente no es fácil mantenernos activos dentro de este sector, donde se invierte bastante y como puede uno sacar algo de beneficio, como también puede uno no sacar nada y quedarse con las puras deudas, sobre todo cuando el clima no nos favorece, como ahorita que tenemos afectaciones por el exceso de lluvias, o pueden presentarse granizos e inclusive heladas, entre otros fenómenos ambientales devastadores a los que como agricultores naturalmente siempre estaremos propensos”.
“En ese sentido, como productores tenemos que estar abiertos al cambio y receptivos a las nuevas ideas y proyectos, predispuestos al intercambio de experiencias entre nosotros mismos como agricultores, compartiendo nuestros métodos y sistemas, y de ellos cuales nos han funcionado y cuales no, y porque razones, tratando con ello de ampliar el conocimiento además de protegernos y apoyarnos como gremio para avanzar y sobresalir, creando un vínculo dinámico que nos permita incrementar la productividad con mayor competitividad”.
Espera la 2ª parte de este reportaje sobre la producción de chile, en próximas ediciones…
Salvador Juárez / El Despertar del Campo