Pasión por el campo bajo una mirada humanista

Adaptarse o perecer. La máxima de la existencia misma se aplica a todo y a todos, incluso a un arte tan milenario como la agricultura. Con los tiempos tan volátiles que se viven, es indispensable saber priorizar y valorar lo que nos ha permitido seguir viviendo; y es el campo mismo el que se vuelve el sustento y centro de todo.

Ese es un concepto que el Ingeniero Ernesto Lugo Ledesma comprende a la perfección y por el que ha dedicado todo el esfuerzo de una vida para aportar su grano de arena en lograr el bien común del campo. Sabe que tarde o temprano el futuro alcanzará, y todo lo que ha sido y es ahora tendrá que soportar la llegada de ello, por lo que vale estar lo mejor preparado posible para afrontar los retos del mañana.

Nacido en Celaya, Guanajuato, un 11 de abril de 1979, tuvo sus primeros acercamientos al campo desde otro ángulo a manos de su padre, quien era administrador pero trabajó en una asociación de desarrollo rural, involucrándose en el desarrollo de proyectos, organización de productores y demás temas agrícolas que suelen pasar un poco desapercibidos; como el centrarse en el factor humano del campo y que marcarían el sendero no solo de él, sino también de su hijo que encaminó sus pasos por la misma vereda. “El trabajo con la gente es lo que a él lo empezó a involucrar en esa línea, y esa fue su profesión durante toda su vida”.

Con el tiempo, se fue incorporando al ambiente, trabajando en conjunto con su progenitor, apoyando en la formulación de proyectos de desarrollo rural comunitario, entre otros; y habiéndose recibido como Ingeniero Industrial, siguió con el encargo de lo que ya conocía y dominaba. Durante 5 años llenos de experiencias, satisfacciones y retos que lo apasionaron, vio el punto de llegar al culmen con un proyecto en su tierra natal, de planta endémica, donde el diagnóstico de aprovechamiento le hizo acreedor a ganar el premio nacional de desarrollo rural sustentable con tan solo 23 años de edad. Este logro lo puso en el mapa como persona capaz de llevar sobre sus hombros la responsabilidad de nuevos planes.

Al poco tiempo aquello lo llevó a ser tomado en cuenta y llevado a Veracruz, donde trabajó en comunidades rurales que le revelaron otro abanico de adversidades y experiencias. De aquellos días reconoce que la mayor complicación de todas fue la barrera comunicativa pues la mayoría de los habitantes hablaban náhuatl, lengua que él no dominaba. Pero el tacto y calidad humana que le caracteriza, le llevaron a ganarse la confianza de los productores, quienes le abrían la puerta a un externo; “el reto principal en la comunicación, es ganarte la confianza de las personas… hablar el mismo idioma en el sentido de lo que están viviendo, de lo que hacen”. Es en esta frase donde radica uno de los principales aprendizajes legados de su padre y que lo han guiado a lo largo de toda su trayectoria de vida.

Sumado a eso, y dejando aparte el tema del trabajo y los retos del proyecto, se quedan con él los recuerdos y vivencias que solo un lugar como el campo puede brindar.

La brisa pura y fresca corriendo entre los árboles cuando los primeros rayos de sol nacen por el horizonte. El trabajo duro y honrado de la gente del campo, la sencillez de los animales y la paz que el verde brinda en los corazones de los hombres. Escenarios cotidianos que invitan no solo a querer preservar aquello, sino a dar lo mejor de sí para impulsar lo que la tierra puede dar a cambio.

Y Ernesto, con la vena humanista en su ser, mira el tesoro no solo en la pureza de la naturaleza, también la percibe en el corazón humilde de los productores, de las familias y de toda persona con la que ha tenido el gusto de trabajar en las tierras donde el gris citadino no entierra los valores bajo el asfalto; con aprecio recuerda la calidez de esta en una anécdota, cuando una joven del lugar le invitó a ser padrino de secundaria y que hoy en día ejerce como ingeniera agrónoma; viajando por el mundo, dando testimonio con sus acciones de la influencia que él y el equipo de trabajo dejaron en ella.

Hoy día disfruta el camino por el que lo ha llevado la vida, pero mantiene en el fondo de su memoria el grato recuerdo de sus días entre cultivos. Entre aromas, palabras y visiones. Se sabe bienvenido, con las puertas abiertas para cuando la vida, el tiempo y el destino le permitan regresar; “el contacto con la naturaleza… el tener amigos en esas regiones remotas”

Advierte que hoy día sería complicado volver a tomar la experiencia, las nuevas responsabilidades tanto labores como familiares hacen difícil el retorno; “sería difícil volver por la familia que tengo, pero por lo menos quisiera visitar, me encantaría ir”. El paso por Veracruz dura 2 años, pero la experiencia es perpetua. A su regreso a Guanajuato se incorpora al Inifap donde trabaja como responsable de investigación en otro proyecto a la par que practica la docencia.

Siendo en las aulas donde se expone su propia naturaleza nata de querer compartir con los demás sus conocimientos y experiencias. Naturaleza que pautaría su transitar por el Tecnológico Nacional de México campus El Llano Aguascalientes, con las miras puestas en la tecnología del mañana, pero teniendo en mente los días del ayer, un ayer que vive y respira tan fuerte en el hoy como el campo mismo, un campo que le mostró su rostro y le dio un motivo por el cual luchar desde la trinchera de la educación.

La docencia y el liderazgo a favor del futurismo del campo

Existe la creencia común que los temas del campo son ajenos a la educación institucional, pero es claro que ambos conceptos han ido de la mano desde los tiempos tempranos de la tecnificación de la labor agrícola. Ambas avanzan a la par y evolucionan en favor del contexto y la problemática de cada era.

Cuando el Ingeniero Ernesto Lugo Ledesma llegó a tierras hidrocálidas y fue asignado por los directivos del Tecnológico Nacional de México a la dirección del plantel de ese estado, supo cuál era el trabajo que tenía que hacer, basado en la perspectiva que él mismo tenía del campo; una en la que la tecnificación de la tierra depende del lugar, situación y recursos que el productor posea, por ello considera la gran importancia de formar profesionales que cambien o emprendan el cambio. “Llegué al Tecnológico como resultado de una suma de esfuerzos de tantos años; un tecnológico trabajador y en constante evolución”, declara.

Y es justo la palabra evolución la que marcará su desempeño como líder educativo, estando al tanto de los retos que significa el ofrecer educación enfocada en el sector rural, teniendo que innovar para lograr la captación de la atención de los jóvenes, lograr ser atractiva para las nuevas mentes. “El campo ya está grande de edad, los productores son gente mayor… varios tipos de actividades en la región se van perdiendo por el desinterés de los jóvenes de continuar la vocación… los jóvenes no ven todavía el atractivo de este sector, que fue el único que creció en la pandemia”.

Es ahí donde entra el concepto de la agricultura 4.0, una nueva apuesta por traer a los jóvenes a mezclar el campo con la tecnología. Fomentando no solo una pasión por el crecimiento, sino también potencializando la competencia y el trabajo en equipo por medio de los distintos proyectos que manejan y que amalgaman todas las áreas vocacionales que ofrecen, haciéndolos conscientes de lo interdisciplinario que es el rubro; desde el sector más apegado al contacto con la tierra hasta aquel que maneja enteramente la tecnología, todos avanzan al mismo paso, en la misma senda. Logrando, además, la práctica de la educación dual; el hecho de integrar a los alumnos al campo antes de egresar, donde ellos mismos puedan ver las mejoras tecnológicas en las que participan, todo es una especie de relación empresa-institución.

Ante esa ideología, se enorgullece de saber que varios proyectos de ese lugar son ahora punta de lanza en el país; “la industria 4.0 no es una moda, es un hecho en el mundo… las políticas públicas van transitando hacia la modernidad”.

Tal enfoque vinculativo le valió el reconocimiento llegando a ser también coordinador de vinculación de los 25 campus agropecuarios que hay en el país del Tecnológico Nacional de México.

Aún con todo y los logros, en todo sector y todo proyecto existe una faceta complicada y, como ha sido frecuente en el campo, el tema financiero siempre supuso un reto aparte para poder materializar su visión. Es ahí donde tiene que salir a relucir que no solo el ímpetu, la energía y el deseo de lograr algo bastan, tiene que haber el ingenio y la madera de líder para formular estrategias y poder solventar los ideales de tantas generaciones que, como es lógico a su edad, tienen la mente llena de sueños e ideas. El director se vuelve, entonces, cultivador de esperanzas en las jóvenes miradas, regando y cuidando hasta que el profesionista se muestre como el fruto de la enseñanza.

Pero todo esfuerzo no queda solo en los reconocimientos ni en méritos académicos, también mira el éxito en su propia vida personal, en aquello que su labor ha sembrado en su propio corazón.

“La sensibilidad de saber lo que realmente pasa en el país,” reflexiona, “el impacto que puede generar una institución de educación como las que he tenido la oportunidad de dirigir, formando profesionistas que van a impactar en esos sectores… por eso me quedé en la docencia, dirigiendo una institución de educación superior que forma ingenieros que van al campo.” En ello llego a 4 años obteniendo satisfacciones, enfrentando bajas y celebrando altas.

En su propia experiencia, el estar en ambas partes le ha permitido valorar todas las aristas del estudio para potencializar la situación y generar conciencia que hagan el cambio. Aunque también reconoce que ha tenido que aprender de las malas experiencias, de las complicaciones en entornos remotos que viven día con día la gente de aquellos lugares y que le han hecho valorar más el trabajo que realiza.

¿Cómo ver el futuro del campo un hombre que ha mirado desde todas las perspectivas? “Sí o sí tenemos que movernos a un tema de innovación tecnológica, transitar al desarrollo, estar más cerca de los productores en busca de soluciones, sumar esfuerzos y hacer sinergia.”

Bajo esa concepción de dinamismo o movilidad y como parte del proceso de renovación y fortalecimiento de la educación tecnológica y científica en el país, el Ingeniero Lugo Ledesma entrega el cargo de director del Tecnológico de El Llano, para ahora dar paso a una nueva etapa como director del Tecnológico Nacional de México campus Celaya Guanajuato, destacado recinto pedagógico donde sin duda vivirá nuevos retos y enfrentara escenarios complejos desde otra perspectiva, con la seguridad de encontrar oportunidades basadas en el estudio y trabajo constante.

Y así, podemos asegurar estar ante la figura de un hombre que se ha mantenido vigente desde sus andares tempranos y ha sabido colocarse no solo como líder moderno que promueve la bandera del futuro del campo, sino también encontrar su lugar en las mentes y corazones de aquellos que se han atravesado en su camino, sembrando la semilla de la amistad para cultivar los frutos de la memoria y los gratos recuerdos.

Hombre que no se estanca en el pasado y en el regreso a los orígenes básicos, sino que los mira con el brillo de la oportunidad y donde radica el verdadero futuro de todo, citando de su propia voz; “el campo, para mí, es el sustento de la humanidad”.

Bryan Pichardo Gallegos / El Despertar del Campo

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