Parálisis cerosa en ajo 2ª parte
Aparentemente existe una estrecha relación entre la intensidad respiratoria de los bulbos al momento de cosecha y la incidencia final de parálisis cerosa de los mismos durante la poscosecha; además hay quienes creen, a partir de observaciones hechas en cultivos comerciales, que la incidencia de este desorden aumenta al incrementarse el calibre de los bulbos.
El almacenamiento de los bulbos de ajo en ambientes sin ventilación incrementa la presencia de parálisis; el porcentaje de afectación en dicho ambiente aumenta a medida que asciende la temperatura y cuanto más incompleto es el secado de los bulbos almacenados, por ello se aprecia que ambientes sin ventilación y con 35 grados centígrados de temperatura producen parálisis cerosa, independientemente del tiempo transcurrido desde cosecha.
“Nos hemos dado cuenta que las condiciones propicias para que se llegue a presentar este desorden fisiológico en los bulbos de ajo en poscosecha, es una alta tasa de respiración del mismo, por ejemplo, cosechas muy tempranas y un almacenamiento posterior en temperaturas de 30 a 35 grados con elevados niveles de respiración o ajos que les dé directamente el sol al momento de la cosecha, son factores predisponentes para que esta enfermedad se desarrolle con mayor severidad”; así lo compartió el Ing. Aldo López, investigador del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Argentina.
“Sin duda esta alteración ha causado muchísimos problemas económicos, ya que es lo que llamamos daño no visible, por lo que se detecta prácticamente hasta que cortamos el ajo, y obviamente el productor tiene que empacarlo y comercializarlo, pero claramente se dificultaría bastante estar analizando por dentro la calidad del producto para saber si lleva una mancha de carbonilla o una mancha de chocolate y con ello retirarlo o desecharlo, por lo que mientras los daños no se vean será más complicado saber si el ajo está en buen estado, quizá podríamos intuir una cosecha con dicho problema conforme a las condiciones mencionadas, pero no por ello dejaría de ser difícil su manejo comercialmente hablando”.
Para concluir, el Ing. López agregó; “tratando de prevenir o evitar esta enfermedad, lo primero que podríamos hacer es tratar de no cosechar el ajo tan temprano, ya que si nos anticipamos mucho en la cosecha podemos tener un mayor porcentaje de parálisis cerosa, segundo, los últimos días antes de la cosecha tratar de ir cortando el riego anticipadamente, provocando con ello una senescencia anticipada de las plantas y que el ajo se vaya entregando naturalmente en el lote disminuyendo así la intensidad respiratoria e incidencia de parálisis cerosa en los bulbos, tercero, protegerlo de la radiación directa del sol, y cuarto, cuidar de no almacenarlo en ambientes sin ventilación y con altas temperaturas, con este conjunto de acciones podríamos bajar en gran medida la aparición de este desorden, además de tratar de utilizar desde el inicio del cultivo variedades que no sean sensibles a este daño”.
Los primeros síntomas de la parálisis cerosa son pequeñas áreas, ligeramente amarillentas y traslúcidas en las hojas envolventes de los dientes. Estos síntomas aparecen a partir de los 20 o 25 días después de la cosecha, no así durante el cultivo ni inmediatamente después de la cosecha; los bulbos externamente parecen normales, pero al cortarlos transversalmente se observan los síntomas mencionados.
Luego de 45 días desde la cosecha esas manchas de los dientes se vuelven de colores amarillo oscuro y translúcidos. A los 60 días desde la cosecha ya se pueden detectar externamente los dientes afectados ya que, al presionar los bulbos con los dedos, se detectan “dientes flojos” y cuando los bulbos se cortan, estos dientes tienen aspecto ceroso, pegajoso al tacto y de color caramelo.