Contraste agrícola

Quizá la guerra de Ucrania, el tipo de cambio y las políticas para paliar la inflación, son en cierta medida las causantes de la tormenta justa para que el valor de productos como el maíz y el trigo se desplomara y aumentarán los costos de producción. El riesgo de vender bajo perdidas, sin siquiera recuperar la inversión, ha empujado a un sinfín de agricultores desesperados por tal situación, a tomar calles, aeropuertos, plantas de combustibles, edificios y demás inmuebles públicos, consiguiendo algo de tiempo iniciando negociaciones por un precio justo, para una protección, sin embrago, parece ser que solo se han encontrado hasta el momento soluciones parciales, ninguna que pueda ser un remedio total, solo bajo la esperanza de que algún comprador pueda salvar la economía local del colapso.

Si la caída de los precios del maíz y el trigo causa la quiebra de los productores en los estados con agricultura comercial, sin duda se producirá un efecto dominó que afectará no solo la economía de esas entidades, sino la del país en su conjunto; además, de retrasar el cumplimiento de la meta trazada por la actual administración, de alcanzar la autosuficiencia alimentaria.

En mayo, al iniciar la temporada de cosechas, que se prolongará a julio, productores de maíz y trigo de Sinaloa, Sonora y Baja California comenzaron una serie de manifestaciones para exigir el apoyo del gobierno para que se fije un precio de garantía de 7,000 pesos por tonelada de maíz y 8,000 la de trigo, con el fin de que sea rentable su negocio y no caer en quiebra y en moratoria de pagos ante bancos y proveedores.

En un año normal, el producto de las bodegas va rotando a medida que se envía a los compradores y se vuelve a rellenar con más cosechas, pero ahora mismo no hay nadie comprando maíz. Las colas de camiones fuera de las bodegas que no pueden dejar su producto generaron más tensión. Los campesinos no tienen instalaciones para guardarlo del sol, que puede dañar el producto o llegar a quemarlo; tampoco de los incendios forestales que provoca el sofocante calor ni de la inminente lluvia que empezará a caer con la temporada de huracanes. En las situaciones más desesperadas, no les quedará otra opción más que malvenderlo.

Definitivamente los créditos para sembrar son una de las razones del descontento en el campo; la actual administración desapareció la Financiera Nacional de Desarrollo Agropecuario, Rural, Forestal y Pesquero (FND), conocida como Financiera Rural, que era la prestamista de los agricultores. La tasa de interés pasó del 3.5% al 11.25% con los créditos interbancarios con bancos privados para sustituir la financiera. La falta de políticas públicas para subsidiar al campo se añade a la lista de ingredientes de esta tormenta perfecta para una crisis agraria. La extinción de los fideicomisos también se llevó el Fonden, el fondo para desastres naturales que servía de respaldo para los campesinos en caso de perder sus cosechas por heladas, sequías o incendios.

Sin apoyo público, el campo se quedó desprotegido cuando la guerra de Ucrania elevó por las nubes los precios en fertilizantes y cuando la inflación arrastró en la subida de precios otros insumos, como las semillas. Con el PACIC (Paquete contra la inflación y la carestía) se quitaron los aranceles a muchos países como Argentina, Brasil o Sudáfrica, y a principios de este año se puso un 50% de arancel a la exportación del maíz blanco; todo esto pensado en bajar el precio al consumidor a costa del productor. Ahora los precios del producto del campo han bajado y existe la competencia con el mundo entero, sin que el precio al consumidor haya disminuido.

Bajo esa perspectiva el futuro para la próxima siembra se ve incierto, de no encontrar una solución real ahora, en el próximo ciclo de cultivo no habrá dinero para sembrar, ni bancos que quieran prestar para intentarlo, y si el campo y el agricultor deja de producir, la pregunta será, ¿qué comerá el mexicano?

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