Producción en abandono

La crisis de producción y el abandono de la tierra se han vuelto una constante indeseable en nuestro país. Lograr que los titulares de la tierra no la abandonen, no la vendan y la hagan producir son los grandes retos de una impostergable reforma al campo. Para ello, sería necesario volver a imprimir una función social a la propiedad, aunque también la de corte particular. Esta función social debe buscar obligaciones, pero con estímulos importantes para que el campo no solamente sea productivo y atractivo, sino que lleve a lograr la soberanía alimentaria.
La reforma del agro en México de 1992 tuvo pretensiones de liberar las ataduras que pesaban sobre la propiedad social. El motivo que la impulsó fue la profunda crisis de la producción agrícola que cada vez importaba más productos, pero a la vez, se presentaba como un intento de estimular la producción para hacerla más competitiva, especialmente en vistas a la firma del Tratado de Libre Comercio en América del Norte, que ya se negociaba y que iniciaría su operación un par de años después.
La reforma de ese año canceló el reparto agrario con lo que los campesinos que guardaban la oportunidad de su adquisición, debieron sucumbir sus intenciones y buscar otros medios de sobrevivencia, entre ellos, la contratación como jornaleros, el arrendamiento de parcelas y la movilidad hacia las ciudades, hacia Estados Unidos de América e incluso Canadá. Antes de dicha reforma, las leyes que imperaron contenían disposiciones que hacían obligatoria la dedicación al cultivo de tierras, de tal forma que la desatención de la parcela ponía en riesgo la titularidad; pero es necesario también saber que, al momento del cambio, uno de los grandes efectos de la extrema parcelación fue la generalización del minifundismo que, a pesar de la tenencia por parte de un campesino, la superficie tan minúscula impedía un estímulo para la producción. Se pretendía que los tenedores de la tierra de verdad produjeran, pues a la postre, la crisis agravaría y no serviría de mucho tener propietarios sin cultivar.
Cabe señalar que, en el campo mexicano, al lado de la propiedad social, hay una propiedad privada que tiene características polivalentes. Por una parte, es una propiedad que concentra grandes cantidades de tierra, por otra parte, puede ser mediana e incluso muy pequeña, al mismo estilo de la extensión parcelaria que subsiste en los ejidos y las comunidades agrarias. De esta forma, no toda la propiedad privada es productiva en un nivel aceptable, tanto como para satisfacer el mercado regional, nacional o incluso, producir para la venta al exterior.
De esta forma, a más de 30 años de reforma, ni la productividad aumentó, ni el minifundio se subsanó, ni el campesinado dejó de ser pobre y el país ha perdido su soberanía alimentaria. Todo eso nos indica que la reforma al campo fracasó en algunos aspectos, aunque funcionó para bien en otros.
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El Despertar del Campo, La Nueva Visión Del Agro…