Dependencia alimentaria
Para todas las naciones una cuestión de magna importancia sin duda es la agricultura, independientemente de su nivel de desarrollo, de hecho, es el eslabón débil por el cual se rompen negociaciones internacionales concernientes al comercio; en ese sentido podemos hacernos la siguiente pregunta, ¿por qué los gobiernos de potencias económicas como Suiza, Noruega, Corea, Japón, la Unión Europea y Estados Unidos, entre otros, en el marco de la globalización, lejos de retirar su participación en la regulación del mercado, subsidian cada vez más a sus agricultores?, las razones obedecen, por supuesto, a un nuevo ordenamiento mundial, la lucha por la hegemonía geopolítica después de dos guerras mundiales y la guerra fría es una constante hasta nuestros días, y porque la alimentación es un asunto que sencillamente supedita la sobrevivencia del hombre, ahí reside la vital importancia de la agricultura y, sin embargo, en muchas regiones del mundo la gente muere de hambre.
Tras de esto se esconde una gran verdad: la dependencia alimentaria trae consigo la dependencia política. México, al estar inmerso en este proceso de globalización, no está exento de acelerar su dependencia alimentaria, sobre todo respecto a su principal socio comercial, Estados Unidos; ante ello urge que el gobierno volteé hacia su agricultura y creé las condiciones institucionales que le permitan lograr la competitividad. Precisamente, para que se adopten las políticas agropecuarias óptimas, es ineludible un diagnóstico que dilucide la esencia del problema agrario en el país, y es que, en efecto, el minifundio, producto de la Reforma Agraria Mexicana del Siglo XX, es la causa coyuntural y estructural de la ínfima competitividad del campo, y en gran medida, la causa del desempleo, de los bajos salarios, de la descampesinización vía migración, y, en general, de la pobreza en el medio rural.
Al término de la Revolución Mexicana, que no puede ser calificada, sino como campesina, se inició la Reforma agraria del Siglo XX. Surgieron varias corrientes ideológicas, pero finalmente triunfó la burguesa, de corte –naturalmente– capitalista. Los resultados de la revolución pronto fueron acoplados a los intereses del capital; la tierra y la fuerza de trabajo ya habían sido liberados, hasta cierto punto, ahora sólo faltaba poseer el poder político, que pronto sería conseguido por los burgueses para poder guiar a México hacia el desarrollo capitalista. En ese contexto se concibe al ejido, el cual fue diseñado para, simplemente, constituir un complemento del salario que obtenía el campesino de otras actividades. Ahora bien, el minifundio tendió a agudizarse durante todo este proceso de reforma agraria. Una vez finalizada la revolución y recién iniciados los cambios institucionales, por falta de títulos parcelarios, los ejidatarios con frecuencia subdividían las parcelas entre sus familiares.
El inicio de los repartos agrarios fue intencionalmente lento, las extensiones eran pequeñas y de pésima calidad; durante el mandato de Venustiano Carranza, se otorgó en promedio a cada beneficiado 3.7 ha. e incluso, hay quienes afirman que la superficie media, de las parcelas distribuidas a cada campesino en 1920, no pasaba de 0.4 ha.
Una vez más agradecemos su atención, y lo invitamos para que nos comparta sus comentarios, generando con ello un vínculo dinámico que promueva pasión por el campo y sus valores.
El Despertar del Campo, La Nueva Visión Del Agro…