Valor patrimonial de la agricultura

Analizando la evolución del entendimiento conceptual de la agricultura, a pesar de que el término cultura proviene etimológicamente del latino cultivo y aunque la agricultura constituye una actividad habitualmente presente en la historia de las civilizaciones, lo que la convierte en portadora de un testimonio material (aperos, edificaciones, hábitat, paisajes…) e inmaterial (costumbres, oficios, fiestas, tradición oral…) que refrendan su bagaje patrimonial; a pesar de estas razones, la mayor parte de la historia agraria ha discurrido de espaldas a este legado. Ello se explica, por la lectura exclusivamente productiva que se ha hecho de las áreas de cultivo, al menos desde los inicios de la modernidad.

Un breve repaso a la historia agraria desde una perspectiva patrimonial pone de manifiesto tal andadura. En las sociedades tradicionales los espacios de la agricultura, además de constituir ámbitos para la alimentación, ostentaban el protagonismo de las relaciones sociales, económicas y culturales. No es de extrañar, pues, que sobre ellas se fraguara un acervo patrimonial integrado por lugares de trabajo y habitación, espacios de sociabilidad, expresiones orales, fiestas y rituales… Unos valores que después serían olvidados y que hoy están emergiendo como recursos identitarios en los que apoyar determinados procesos de desarrollo.

Sustentada en cánones diferentes (modernización, productividad, rentabilidad…), la cultura desarrollista urbana inaugura el desprecio de estos bienes que tilda de rudos y vulgares. A su vez, el proceso de modernización afianza la función productiva de la agricultura y se desentiende de sus costes patrimoniales -éxodo rural, empobrecimiento cultural, pérdida de biodiversidad, degradación ambiental…- que se asumen, si no como deseables, sí como ineludibles. Se inicia así la deslegitimación de la cultura del campo que nos resulta tan familiar y que ha dado como resultado el deterioro de sus inmuebles más significativos (cortijos, haciendas, lagares…), de los elementos de arqueología industrial con ella relacionados (molinos, norias, almazaras, bodegas…), de sus conocimientos, técnicas y otras manifestaciones culturales (oficios, aperos, lenguajes…), amén de sus propios paisajes (huertas, viñedos, dehesas…).

Hoy se asiste una dinámica diferente y hasta cierto punto contradictoria, que deja el camino abierto a la reconsideración del valor patrimonial de los inmuebles y los paisajes de la agricultura. Los excedentes de alimentos del mundo desarrollado incitan al alejamiento del productivismo y sus secuelas, a la par que la creciente preocupación por la degradación ambiental provoca la implementación de medidas disuasorias de la intensificación productiva. Ello redunda en la recuperación de los agrosistemas tradicionales portadores de un valor patrimonial considerable.

Las alertas provocadas por las crisis alimentarias acrecientan la demanda de productos saludables tradicionales; entre ellos algunos procedentes de razas y variedades autóctonas que integran el patrimonio genético de determinados territorios, lo que en sí mismo constituye una prueba de su significado cultural.

Una vez más agradecemos su atención, y lo invitamos para que nos comparta sus comentarios, creando con ello un vínculo dinámico que promueva pasión por el campo y sus valores.

El Despertar del Campo, La Nueva Visión Del Agro…

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