¿Qué tipo de campo queremos para México?
México no es un país predominantemente agrícola sino sobre todo un país de una enorme riqueza de recursos naturales. Nuestra frontera agrícola abarca entre 23 a 26 millones de hectáreas de las cuales no más de 20% en tierras de riego y la inmensa mayoría tierra de temporal de calidad variable pero limitada. Frente ello nuestros recursos forestales, biogenéticos y pesqueros nos hablan dramáticamente del potencial nunca asumido plenamente.
Somos una nación predominantemente de pequeña producción agrícola e industrial. Los modelos exitosos de pequeña producción se encuentran más que en el continente americano sobre todo en el sudeste asiático y en algunos países europeos. Se deben a la llamada industrialización difusa, un estilo de desarrollo que privilegia la articulación entre la pequeña producción agrícola e industrial, entre lo rural y lo urbano, coexistiendo con grandes consorcios comerciales e industriales globales y trasnacionales. El éxito de las pequeñas producciones se ha basado en el alineamiento de todas las políticas públicas particularmente asistencia técnica, investigación y desarrollo, crédito, infraestructura y subsidios de manera prioritaria a la pequeña agricultura en un lapso no menor a diez años de políticas públicas continuas que privilegian la multiactividad del campo desde una perspectiva más bien territorial que sectorial.
México tiene una enorme diversidad de sistemas productivos rurales basados no en la especialización sino en la multiactividad y multifuncionalidad. Por lo que se requieren políticas territoriales en los ámbitos regionales, microregionales y comunitarios capaces de atender la diversidad ecológica y las lógicas productivas de los habitantes de esos ámbitos.
Al campo mexicano se le exigió entre 1940 y 1970 las tres contribuciones básicas de la agricultura al desarrollo: divisas, bienes salario baratos y mano de obra barata. Cumplió con creces en esas tres funciones siendo un sostén crucial para el crecimiento económico de México en esos años.
A fines de los sesentas el campo entró en una crisis de reproducción de la economía campesina y poco después de la misma producción de alimentos. En los setentas se intenta enfrentar esa crisis a partir de lo que parecía un nuevo enfoque cuyo énfasis mayor estaba centrado en la expansión del intervencionismo estatal en el campo junto con el impulso a formas de asociación productiva entre los campesinos y entre éstos y los empresarios.
La crisis de la deuda y los mismos procesos de globalización y apertura comercial llevan en los noventas a un enfoque cuyo énfasis mayor y casi único estuvo centrado en el papel de los mercados. Abandonada la idea de políticas de desarrollo sectorial, las intervenciones al campo en la primera década de este siglo han estado centradas sobre todo en administrar la pobreza.
Dado estas coyunturas parece legítimo preguntarse ¿qué tipo de campo queremos para México en la actualidad?
Una vez más agradecemos su atención, y lo invitamos para que nos comparta sus comentarios, generando con ello un vínculo dinámico que promueva pasión por el campo y sus valores.
El Despertar del Campo, La Nueva Visión Del Agro…