Albores de un nuevo ciclo

La elevada demanda de hortalizas requiere de una producción sostenida y de alta calidad, por lo que para responder a dichas exigencias el agricultor debe orientar sus capacidades a un perfil moderno que acople la mejor tecnología disponible en su entorno, reconociendo que bajo los nuevos estándares comerciales solamente son aceptables aquellos frutos con propiedades sobresalientes, por ello dentro de un modelo hortícola actual es indispensable dar el primer paso de forma correcta y oportuna, ya que en gran medida, en ello se sustenta la culminación de un sistema intensivo exitoso, planteamiento por el cual la importancia de un apropiado proceso de trasplante a campo.

La plantación además de ser el inicio de muchos cultivos prioritarios en la región desde un punto de vista económico y social, representa una de las etapas más críticas en la producción dado el grado de estrés inducido en las plantas como resultado de su manipulación para el establecimiento al terreno definitivo, por ello el fin en ésta labor debe ser minimizar los agentes de presión y crear las condiciones idóneas para que cada plántula arranque su crecimiento de forma natural lo antes posible, sana y uniformemente, mediante su adecuada distribución de acuerdo a un diseño que provea el espacio justo y facilite su desempeño productivo.

“A grandes rasgos podemos definir a la plantación como una tarea complicada pero muy satisfactoria, la cual demanda mucha atención dado el amplio número de variables que se tienen que manejar como la densidad y profundidad adecuada, condiciones de raíz y macices óptima de la planta, empleo y conducción de personal calificado, además de una inicial y buena preparación del suelo con el fin de acondicionarlo lo mejor posible tratando de crear una superficie suave y uniforme que facilite el propio trasplante así como labores posteriores, con ello se procede a formar las camas o surcos, se marca la ubicación donde se colocara cada plántula y se va tirando la cinta para el riego por goteo, todo en un mismo tiempo”; así lo determinó Gonzalo López García, agricultor sucesor de generaciones dedicadas al campo, quien maneja en forma desde hace 5 años el cultivo de cebolla, trabajando variedades blancas como Cirrus y Sierra Blanca de Seminis, Magia Blanca de Geneseeds, y Carta Blanca de Nunhems, además de algo de moradas con el híbrido Mata Hari también de Nunhems, bajo una superficie que ronda de las 60 a las 70 hectáreas por ciclo, plantadas por etapas en diferentes parcelas pertenecientes al municipio de Villa de Cos, Zacatecas, entre las que destaca la unidad de producción conocida como Rancho Escondido, espacio donde recientemente se trasplantó Sierra Blanca dentro de la última fase del programa productivo, cebolla de día intermedio de precocidad temprana indicada para la temporada de lluvias por su alta resistencia a enfermedades, asimismo, produce también algo de chiles, cebadas, avenas, frijol y maíz de alto rendimiento, entre otros granos y hortalizas.

“A principios de año, entre enero y febrero, plantamos algo de Carta Blanca, cebolla blanca de día corto con raíz y follaje vigoroso lo que ha permitido que se adapte apropiadamente a nuestras condiciones productivas, logrando así altos rendimientos con una precocidad intermedia; también en esta primera fase de plantaciones metemos la cebolla morada Mata Hari, variedad de día corto con una maduración intermedia-tardía. De ahí nos brincamos a la segunda etapa con la plantación del híbrido Cirrus, cebolla blanca de día corto, precocidad intermedia, la cual genera bulbos grandes en forma de globo, característica que en cosecha le da un extraordinario tamaño y gran peso, propiedades que principalmente buscamos con la idea de obtener la mayor cantidad de kilos por unidad de superficie. Y finalmente cerramos con el programa de producción, como se mencionó, con el trasplante en la tercera etapa de la variedad Sierra Blanca establecida aproximadamente a finales del mes de marzo”.

“Todo el material vegetativo que plantamos proviene de semillas híbridas y nosotros mismos lo producimos o lo criamos en planteros o semilleros en piso, ya que afortunadamente contamos con suelos muy nobles, los cuales bien cuidados y bien trabajados dan las condiciones óptimas para formar nuestras propias plantas, sanas y sin problemas de enfermedades, por lo que en nuestro caso no es necesario el uso de charolas; pero eso sí, al igual que el semillero en el trasplante siempre tratamos de que toda la planta se establezca en puras tierras buenas, lógicamente con la intención de darle las mejores propiedades a los híbridos para que expresen todo su potencial de rendimiento, además de que al ser semillas de un alto valor comercial se busca trabajarlas con toda la mano para que la inversión sea retribuible, o bien el costo-beneficio sea positivo”.

“Empezamos con la siembra de nuestros materiales en el plantero en el mes de octubre, de ahí se realizan otras dos siembras en noviembre y diciembre; esta etapa de semillero dura más o menos de mes y medio a dos meses según el tiempo y el clima. Una vez lista la planta permanecemos alrededor de tres meses plantando, ya que como se ha dicho manejamos tres etapas productivas, por lo que comenzamos con el trasplante en el mes de enero, de ahí seguimos en febrero y terminamos en marzo”.

“Ya en suelo definitivo, el sistema de producción que manejamos a grandes rasgos se puede definir como campo abierto en camas o surquería a 1.84 centímetros, con un ancho de la cama de 75 centímetros donde se realiza el trasplante a doble hilera, con la colocación de una cinta T-Tape en la parte central para el riego por goteo, la distancia entre un hilo y otro es de 20 centímetros, y 10 centímetros de separación entre plantas, de esta forma y con una longitud aproximada del surco de 100 metros, estimamos una densidad de población de alrededor de 2 mil plantas por cama, resultando así un total de 200 mil plantas de cebolla por hectárea. Con este diseño o método llevamos varios años trabajando, y la verdad es que nos ha dado muy buenos resultados, ya que con este tipo de distribución se disminuye la competencia por el agua y los nutrientes, y se permite el paso de una mayor cantidad de luz y oxígeno, estimulando con ello un mejor y rápido crecimiento del cultivo, además de facilitar labores para el manejo de plagas y malezas, así como la misma plantación, lo cual se realiza con mayor confort y agilidad”.

“Antes de trasplantar, es necesario checar que la plántula esté en condiciones óptimas, para lo cual nos fijamos básicamente en que tenga una vasta cobertura de raíces, ya que esto es lo que permitirá que se arraigue firmemente; además buscamos tener un bulbo de aproximadamente 1 centímetro de diámetro, con una talla o tamaño regular más o menos de unos 20 centímetros, que este maciza y bien pareja o uniforme para que inmediatamente despegue su crecimiento”.

“Una vez ajustadas cada una de las diversas variables, arrancamos con la tarea propia del trasplante, el cual se realiza de forma manual por medio de personal encargado de introducir la plántula con el dedo en la marca dispuesta sobre el piso, en el caso de las cebollas se hace sin la presencia de humedad o con el suelo seco a diferencia de otras hortalizas como el chile donde el terreno debe de estar mojado. Al momento de la inserción siempre es conveniente colocar la planta lo más verticalmente posible justo al centro cuidando que las raíces se doblen lo menos posible, a una profundidad en cuanto la raíz quede bien cubierta; la gente para poder agarrar mejor la planta, y no traer todo en lo que es el puño, cortan parte del follaje, y en cada paso van metiendo una planta por marca, o bien, una cada 10 centímetros”.

“El trabajo de plantar comienza aproximadamente a las 7:00 a.m. o en cuanto se comience a ver bien con los primeros rayos del sol, buscando las temperaturas más frescas, para terminar por ahí de las 10:30 u 11:00 a.m., por lo que es una tarea relativamente rápida. Dependiendo de la superficie que deseemos abarcar y de los días que queremos durar plantando, es la cantidad de gente que empleamos, por ejemplo en las ultimas plantaciones de Sierra Blanca en marzo traíamos aproximadamente 45 personas diarias, pero por lo general llegamos a traer hasta 70 u 80 gentes, esto como lo comente según la urgencia que traigamos, ya que lógicamente entre más personas planten se termina más pronto; cabe señalar que todo el personal que ocupamos está calificado para la plantación, saben bien lo que hacen, por lo que prácticamente no hemos tenido problema alguno con ellos, empleándolos así cada año, además de ser gente de esta misma región lo que genera un vínculo de mayor confianza y propicia que la derrama de recursos se quede en esta tierra para beneficio de nuestras propias comunidades”.

“Desde el trasplante hasta que la planta arranca completamente su desarrollo, que ya prendió como coloquialmente se dice, pueden transcurrir aproximadamente de 8 a 10 días, después de los cuales ya es posible comenzar a ver raíces nuevas y un cambio en el color del follaje, lo que indica que las plantas se han arraigado bien, no obstante este lapso de tiempo es variable ya que esto realmente depende de un sinfín de condiciones y ciertamente no hay un dato exacto, sino que más bien las plantas por si solas y en base a sus propiedades fisiológicas son las que nos van diciendo”.

“Una vez arraiga la planta en campo, se comienza a dar un manejo agronómico integral, con riegos y una nutrición eficiente, prevención y control en tiempo y forma de malezas, plagas y enfermedades, y a grandes rasgos se trata de ir observando cada etapa del cultivo para cubrir la demanda que este genera de la forma más precisa posible”.

“En nuestro caso nos respaldamos en el acompañamiento técnico para determinaciones como fertilización y fertirrigación, así como manejo de agentes fitopatógenos, entre otros aspectos. En sí, el tema de lo que es la nutrición, es uno muy variable, no es como una receta de cocina donde ya se tenga establecido que ingredientes hay que aplicar cada año, sino más bien se tienen que ir monitoreando en conjunto con el técnico las condiciones presentes, tales como suelo, clima, temperatura, humedad, etapa fisiológica vegetal, e ir poco a poco viendo cómo van reaccionando las plantas, para en base a esos datos determinar qué fertilizantes aplicar y en qué cantidades, por lo general los más requeridos son los básicos como nitratos, sulfatos, potasio, calcio y algo de ácidos como el fosfórico, además nosotros optamos por meter muchos mejoradores de suelo con la idea de darle una buena textura y porosidad, por lo que aplicamos melaza orgánica lo que nos ha funcionado bien”.

“Cabe señalar que de momento de fondo no metemos nada ya que son tierras nuevas para el cultivo de cebolla, pero cuando son suelos de dos o tres ciclos con la hortaliza si aplicamos la también llamada fertilización de base con lo que es el triple 15 o triple 16; por ahora aplicamos casi puro fertilizante soluble por medio de la cintilla, empezamos a meter raizales para que se establezcan bien las plantas, ácidos húmicos, fúlvicos, y micorrizas, algo de sulfato de amonio, poquitos nitratos y se le va empezando con algo de potasio, todo ello se va programando según el cultivo y el suelo lo vayan pidiendo”.

“Al igual que la nutrición, el manejo del agua depende de un sinfín de factores, obviamente entre más grandes las plantas demandan de una mayor cantidad, por lo que en las primeras etapas después de su plantación es mínima el agua que requieren, volumen que paulatinamente va en incremento conforme el cultivo va creciendo. Aquí el riego es por goteo a través de cintilla T-Tape calibre 5 mil, y realmente nos enfocamos mucho en este tema ya que consideremos que es la clave del éxito dentro de este tipo de sistemas productivos, dado que si sabemos regar, sabemos fertilizar, y una planta bien nutrida es una planta sana la cual no da pie al ataque de enfermedades, por lo que su potencial se incrementa y de esta forma el rendimiento también se eleva”.

“Es así que le damos mucha prioridad a un buen riego, porque la planta por ahí come, además al realizar un manejo sustentable del agua se evitan problemas por excesos de humedad como pudriciones, raíz rosada y mildiu, entre otras alteraciones, y en mi corta experiencia de 5 años enfocado en cebolla nunca se han presentado, ya que como lo he comentado, nuestro objetivo es lograr un riego muy eficaz, monitoreando humedades a 10, 20 y 30 centímetros de profundidad, apegados además al factor clima, en donde si por ejemplo vemos que esta nublado metemos menos horas de riego, o si hace mucho sol aumentamos el tiempo de aplicación de agua; en términos generales por ahora estamos regando cada tercer día. En este apartado también es muy importante una buena capacitación a los regadores ya que a final de cuentas son ellos quienes aplicaran el agua que consideren necesaria, por lo que deben de saber leer e interpretar los sensores de humedad, y con la experiencia que deja la práctica de ir caminando surco por surco, escarbando con una pala para checar la humedad del suelo a distintas profundidades, sepan determinar de la forma más precisa posible si falta agua, ponerle, o si sobra, quitarle, teniendo siempre en cuenta las condiciones ambientales”.

“La cebolla de que se trasplanta a que se cosecha se lleva un periodo de tiempo de 120 a 145 días según la variedad, de esta forma las plantaciones de marzo las andamos cosechando como para el mes de agosto, y las que se trasplantaron en enero se cosechan en mayo, por lo que al ser sembradas en etapas lógicamente también su recolección se realiza por etapas, lo que da ciertas ventajas sobre todo comerciales. Con la densidad que decimos traer de aproximadamente 200 mil plantas por hectárea, y considerando que más o menos cada bulbo pesa de 250 a 300 gramos, podemos estimar un rendimiento de alrededor de las 60 a las 70 toneladas de cebolla por hectárea”.

Para finalizar, el Sr. López García concluyó; “el alto costo de los insumos, las condiciones ambientales adversas, y la inestabilidad e incertidumbre en los precios comerciales del producto, son algunos de los principales retos que como productores tenemos que enfrentar, por lo que hacer las cosas lo mejor posible de cierta forma nos dará las armas necesarias para superar dichos desafíos, realizando un buen manejo integral de todos los componentes al alcance, ya que con un buen control del agua, del suelo, una nutrición eficiente, y una buena plantación, tendremos una cosecha segura y de calidad con la que nos podremos defender ante los embates de la globalización”.

El productor debe aprovechar al máximo sus capacidades y tener en claro sus limitaciones las cuales con inteligencia se tienen que convertir en el principal impulso para salir adelante, con el empeño constante de ir a la par en innovación respecto de temas de manejo del cultivo, tanto en tecnología como en un mayor entendimiento de la simbiosis generada entre las plantas y su entorno, lo que a grandes rasgos permita encontrar las llaves para abrir nuevas y mejores ventanas de oportunidad, produciendo más con menos desgaste de recursos económicos, naturales y humanos.


 

Salvador Juárez / El Despertar del Campo

 

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