Cultivo con sabor
Sin duda alguna el cultivo de cebolla es todo un arte en el que se combina la ciencia, la técnica y la experiencia del productor obtenida en el desempeño a través de generaciones dedicadas al campo, quien en interacción con los demás eslabones de la cadena productiva, han ido perfeccionando paulatinamente su manejo durante el ciclo, afinando los diversos factores que definen la competitividad tales como el material genético, el sistema de riego, acondicionamiento del terreno, nutrición vegetal, control integral de malezas, plagas y enfermedades, entre otros, pero sobre todo favorecidos por un clima propicio, con condiciones de suelo y agua privilegiadas.
Además, bajo su extensa vitrina de cultivares con características, formas y colores diversos, se destaca como un ingrediente versátil e indispensable en la mayoría de los platillos tradicionales, a los cuales aporta un sabor distintivo, y les da una presentación y un aroma especial.
En el rubro económico y social, ésta hortaliza representa para el país y para la entidad un detonante estratégico de crecimiento, tanto por la derrama generada a través del valor comercial del producto, así como por la mano de obra que se requiere para su cultivo y cosecha, constituyendo una importante fuente laboral directa, e indirecta al darle acondicionamiento para su posterior distribución y comercialización. Como referencia, cabe señalar que en México se establece una superficie estimada de 43 mil hectáreas de cebolla, de las que se obtiene en promedio poco más de 1 millón 200 mil toneladas por ciclo agrícola; de ese total productivo, 140 mil toneladas son aportadas por Zacatecas, cosechadas en una superficie de 4 mil hectáreas, lo cual genera un valor aproximado de más de 300 millones de pesos.
“Desarrollo tecnológico es el concepto que ha potenciado un avance significativo dentro del cultivo de cebolla, obteniendo como principal resultado un incremento en los rendimientos y una mejor calidad del producto, esto mediante la innovación en componentes como la genética, la nutrición y protección vegetal, el manejo del suelo y agua con riego por goteo y acolchado plástico, además de la implementación de sistemas, equipos y maquinaria moderna, pero sobre todo gracias a un mayor entendimiento de las relaciones que se suscitan entre las plantas y las diferentes condiciones de su entorno, lo que definitivamente nos abre la puerta para nuevas oportunidades, y nos facilita el desempeño con un menor desgaste de recursos naturales, económicos y humanos para una rentabilidad sustentable”; así lo determinó Roberto de la Torre Delgadillo, productor de cebolla, con poco más de 25 años de experiencia en el manejo del cultivo, quien ha establecido una superficie estimada de 60 hectáreas de la hortaliza en diferentes etapas para el presente ciclo, principalmente dentro de la unidad de producción conocida como Rancho San Sebastián, situado en la localidad de San Isidro del municipio de General Enrique Estrada, Zacatecas.
“Ciertamente es muy placentero y satisfactorio ver que el campo ha crecido y mejorado en el aspecto productivo gracias a la tecnificación con la que ahora cuenta; no obstante de percibir que dichas herramientas han transformado al sector en uno más moderno y eficiente, también tenemos que reconocer el incremento constante en los costos de producción, debido al encarecimiento en el valor de los insumos los cuales van en aumento cada año, esto además del gran desafío que representa el tema de la comercialización, punto impredecible e inestable, el cual representa una de las principales preocupaciones que frenan o limitan al productor”.
“Dado que la formación y desarrollo del bulbo está influenciado directamente por el fotoperiodo (duración del día), se opta por implementar híbridos comerciales tanto de día corto (10 a 12 horas), como de día intermedio (12 a 13 horas), ya que son los materiales que mejor se adaptan a nuestras condiciones, bajo sus diferentes tipos y colores como lo son principalmente blancas, amarillas y moradas o rojas, destinadas tanto al mercado nacional como al de exportación sobre todo las amarillas las cuales en su totalidad son comercializadas en el extranjero. Dentro del segmento de día corto trabajamos con híbridos como Cirrus de Seminis, cebolla de color blanco en forma de globo, ligeramente achatado, con un alto porcentaje de un solo centro; también utilizamos algo de Carta Blanca y Kristal de Nunhems, las dos blancas con tamaños jumbo, de una maduración que va en el caso de la primera de los 170 a los 175 días, y de 160 a 165 días para el caso de la segunda; asimismo producimos las moradas Matahari y Rasta también de Nunhems, las cuales van de 170 a 185 días a maduración, de tamaño grande y redonda; otra es Don Víctor de similar marca comercial a las anteriores, de color amarilla, con tamaños que van de la extra grande a la jumbo”.
“Para el caso de cebollas de día intermedio, tenemos a Cimarron, cebolla amarilla en forma de globo con bulbo tamaño jumbo, y una maduración que va de los 145 a los 150 días; además producimos algo de la morada llamada Rumba, de bulbos redondos y grandes, ambas de Nunhems; y de Seminis establecemos Sierra Blanca, material de maduración temprano y uniforme, color blanco brillante. En general usamos diversas variedades con diferentes tiempos de maduración, ya que dentro de un programa de producción es imposible establecer un solo material, dado que en una calendarización es necesario contar con cebollas precoces pero también tardías, lo que permita dar el tiempo adecuado para cosecharlas en su punto, iniciando con las tempranas para paulatinamente pasar a las tardías, evitando con ello complicaciones porque se empalmen demasiado y se nos puedan pasar; además, siempre tratamos de acoplarnos a lo que nos pide el mercado, y no sólo a lo que nosotros creemos o sabemos producir sino a lo que realmente se está demandando en conjunción con las mejores características que los diferentes híbridos y marcas pueden ofrecer”.
“Son dos los sistemas productivos que estamos implementando, uno es en camas con acolchado plástico a 4 hilos con una cinta para el riego por goteo ubicada en el centro, la distancia entre plantas es de alrededor de 10 centímetros, intercaladas bajo el esquema que conocemos como pata de gallo, dando así una densidad de población estimada de 190 mil plantas por hectárea, marco con el que podemos alcanzar un rendimiento cercano a las 80 toneladas por hectárea, aquí cabe señalar que tanto el plástico como la cintilla se están rehusando, es decir que la cebolla es el segundo cultivo que se establece en el terreno después de sacar un primer ciclo con tomatillo y jitomate, caso para el cual sólo se hace necesario una vez realizada la cosecha, desvarar los restos vegetales, limpiar el acolchado y marcar manualmente para el inmediato trasplante del bulbo, con lo que definitivamente nos ahorramos bastante recurso económico respecto de insumos y de maniobras dado que ya se encuentra todo instalado, lo que da mayor eficiencia al sistema; el otro esquema de producción que manejamos, es en camas en piso desnudo o sin plástico a 6 hilos con 3 cintas de riego, una en medio de cada 2 hilos, 10 centímetros de distancia entre plantas, de 18 a 20 centímetros entre hilos y un espacio de 40 centímetros cada 2 hileras, resultando con ello una densidad de 250 mil plantas por hectárea y un potencial productivo cercano a las 100 toneladas de cebolla por hectárea, aunque el tema de los rendimientos al igual que la comercialización son muy variables, ya que dependen de un sinfín de condiciones favorables, entre las que sobresalen el clima, el agua y el suelo”.
“De igual forma el ciclo natural y su duración obedecen a varios factores tanto ambientales como de manejo, en base a lo que se pueden presentar variantes y alargarse o acortarse el periodo de cultivo. Ya que producimos nuestra propia planta por lo general iniciamos con la siembra de semilla de cebolla entre los meses de octubre a noviembre, para comenzar con el trasplante por ahí de finales de diciembre y enero, hasta mediados de febrero, por lo que se principia con la cosecha más o menos del mes de mayo en adelante”.
“Proporcionar una nutrición eficiente y balanceada durante cada una de las etapas de crecimiento conforme a la determinación de nutrientes en el suelo y según los requerimientos reales de la planta, es un tema vital para el desarrollo del cultivo; es por ello que basados en los indicadores encontrados mediante un diagnóstico previo se plantea un programa nutricional completo gracias al respaldo de un asesor experto en el área, en el cual a grandes rasgos se describe la cantidad necesaria de elementos básicos como lo son nitrógeno, fósforo y potasio, además de los microelementos, disminuyendo al máximo el desperdicio e incrementando la eficiencia en la fertilización, aplicando así en términos generales alrededor de 600 a 800 kilos por hectárea durante todo el ciclo. Básicamente el nitrógeno posee gran influencia en el crecimiento de la planta y en el rendimiento, así como el potasio, ligado también en el correcto proceso de fotosíntesis y llenado del fruto, además de la consistencia que aporta el fósforo, calcio y magnesio”.
“Para fijar un programa de riego efectivo se debe tener mucha flexibilidad y adaptabilidad, ya que es necesaria una observación constante de cada una de las condiciones que inciden sobre el cultivo, como el clima, etapa fisiológica de la planta, temperatura, humedad del suelo, entre otras, para en base a ello determinar la periodicidad, el lapso de tiempo o la cantidad de agua de riego a suministrar; en ese sentido iniciamos con 2 riegos por semana, cuando la planta aun es pequeña, durante intervalos cortos de tiempo, pero conforme se va desarrollando el cultivo la cantidad de agua que demanda también va en aumento, por lo que la intensidad del riego en etapas avanzadas se incrementa dado que seguimos dando los mismos 2 riegos pero por más horas, hasta alcanzar las 12 horas o más de aplicación de agua, obviamente dependiendo de los factores antes mencionados, además cabe indicar que un riego va con nutrición o fertirriego y en el otro solo agua, esto también conforme a las variable agroclimáticas que predominen”.
Además de los problemas que se pueden generar en torno a factores adversos del ambiente, como heladas, lluvias excesivas, granizadas, sequías, etc., también se encuentran las dificultades relacionadas al aspecto fitosanitario, ocasionadas por patógenos los cuales a la par que las herramientas de control han avanzado estos enemigos naturales de las plantas a su vez han evolucionado, tales como hongos, bacterias, virus e insectos, valoración respecto de la cual Roberto de la Torre señaló; “el trips de cierta forma es una de las plagas más comunes en el cultivo de cebolla, el cual se alimenta del contenido de las hojas succionando con su boca en forma de aguja chupadora, lo que ocasiona lesiones y estrés a las plantas además de provocar la transmisión de virus y algunas enfermedades, y se suele presentar sobre todo cuando las temperaturas son altas, sin embargo su control es conocido a través de algunos insecticidas específicos, por lo que si se detecta y maneja en tiempo y forma no representa mayor problema”.
“Afortunadamente en nuestro caso y sobre todo con las cebollas de días cortos son muy pocos los problemas que se presentan por enfermedades o plagas, dado que contamos con climas muy frescos y sin tanta humedad, lo que nos es muy favorable. No obstante, cuando la humedad se incrementa se pueden llegar a presentar alteraciones como los tizones entre otros hongos y bacterias, pero para nosotros relativamente es de fácil combate con un mantenimiento adecuado basado en una fumigada al mes con compuestos especiales para el control de la enfermedad, pero sobre todo es muy importante manejar apropiadamente el tema del riego, y evitar la acumulación excesiva de agua, ya que con calor y humedad se dispara el desarrollo de afecciones fúngicas”.
“Otro de los obstáculos considerables en la producción de cebolla de cierta forma es el control de la maleza, debido a que compite por agua, nutrientes, luz y espacio, dificultando además otras labores, por lo que si no se realiza un manejo adecuado, esta puede llegar a reducir el rendimiento, y aunque en nuestro caso aplicamos herbicidas de alta eficiencia desde el inicio también tenemos que hacer uso del deshierbe manual a través de personal, y del mecánico mediante algunas cultivadas”.
Para cerrar con el aspecto sanitario del cultivo, el Sr. de la Torre Delgadillo mencionó; “proteger las plantas bajo un enfoque preventivo es la mejor alternativa para evitar alteraciones que lleguen a mermar los rendimientos, ya que tratar de curar o erradicar el problema cuando se ha establecido es bastante complicado y mucho más costoso, por ello es vital anticiparnos a posibles complicaciones y aplicar la experiencia y el conocimiento con el que contamos para dar un majeo integral y eficiente”.
El valor comercial del producto se basa según la ley de la oferta y la demanda del mercado, al igual que por su grado de calidad, concepto por el que Roberto de la Torre indicó; “la rentabilidad que podemos obtener como productores depende de un sinfín de factores, entre ellos las condiciones climáticas y económicas del año, pero principalmente del nivel de demanda comercial del producto, por ello cuando dicha coyuntura nos favorece y nos toca un buen precio, el cultivo se transforma en uno sumamente rentable, pero de lo contrario no sacamos ni los gastos, por lo que en muchos casos se opta por mejor arrastrar las cebollas o simplemente dejarlas tiradas, ya que en tal situación no se paga ni el corte, por tanto la comercialización es un apartado muy relativo que obedece a conjunciones positivas de diversa índole y en muchas ocasiones influye hasta contar con buena suerte”.
“A pesar de un panorama nacional e internacional incierto, no tenemos de otra más que seguir esforzándonos, planteando alianzas o estrategias de solución a los desafíos futuros, con la idea de evolucionar al ritmo que lo hace el mundo, enfocados a cubrir las necesidades reales del consumidor con un uso más racional y consiente de los recursos con los que se cuenta”.
Para finalizar, el Sr. de la Torre Delgadillo concluyó; “la esencia natural de la agricultura implica la presencia de grandes riesgos, como lo puede ser una granizada, una enfermedad, o un desplome en los precios, por lo que definitivamente como productores siempre estaremos remando contra corriente, siendo muy poco lo que podemos tener seguro ya que siempre existirá un peligro latente, sin embargo, con una vocación firme y orgullosos de nuestra labor aunada a una tierra privilegiada como la que tenemos, se lograran superar los desafíos que la modernidad impone”.
Actualmente el cultivo de cebolla conlleva la búsqueda de sistemas de producción eficientes que maximicen la rentabilidad; por lo que la evolución con una acertada adopción a los cambios, es el reto principal al que el productor se tendrá que adecuar. Además el desarrollo tecnológico conforme a las condiciones del entorno es fundamental en la producción de cebolla, con el fin de maximizar el rendimiento y la calidad de la cosecha, a través de la innovación en componentes como la genética, la nutrición y protección vegetal, el manejo del suelo y el agua, pero sobre todo mediante un mayor entendimiento de la interacción entre las plantas y su ambiente.
Salvador Juárez / El Despertar del Campo