Nuevo e invisible enemigo
Hace unos meses la agricultura tenía sus problemas claramente definidos, algunos históricos, girando, sobre todo, en la polémica constante de los precios de origen y de destino, donde hay serias y grandes diferencias, pero de todos conocidas, sin embargo, hoy existe un nuevo e invisible enemigo, que no entiende de fronteras ni de divisiones territoriales, sin predilección por uno u otro sector, por lo que sin duda alguna a dinamitado las reglas del juego; este adversario es el SARS-CoV2, virus que hace tambalear no solo los cimientos sanitarios a nivel mundial, sino también la fuerza y dinamismo económico, limitando con ello gravemente el bienestar social.
Es sabido que en tiempos de crisis e incertidumbre como los que vivimos, la población tiende a hacer acopio de alimentos incluso por encima de sus necesidades de consumo, con patrones de compra que han variado, orientándose a diferentes tipos de comestibles, por lo que la oferta y demanda se auto equilibran a marchas forzadas, en un muy breve espacio de tiempo y, el campo tiene sus tiempos. En ese sentido, el sector primario del que tanto se habla en momentos difíciles, está haciendo un esfuerzo heroico por mantenerse a flote.
La pandemia está ya afectando a todo el sistema alimentario. Las restricciones a los desplazamientos -dentro de los países y entre ellos- pueden obstaculizar los servicios de logística relacionados con los alimentos, perturbar toda la cadena de suministro y afectar a su disponibilidad. El impacto en el desplazamiento de la mano de obra agrícola y en el suministro de insumos plantearán pronto problemas graves para la producción, poniendo así en peligro la seguridad alimentaria de toda la población, golpeando con especial intensidad a aquellos que viven en los países más pobres.
Las devastadoras repercusiones económicas del COVID-19 refuerzan la necesidad de inversiones que eviten futuros brotes de esas enfermedades infecciosas, reconociendo las interconexiones entre las personas, los animales, las plantas y su entorno compartido. Es necesario seguir prestando atención a reforzar la resiliencia de los sistemas alimentarios ante esos brotes de enfermedades, pero también ante otras crisis.
Aun así, los agricultores siguen produciendo, reinventándose y ajustando sus costos para poder asegurar que ese servicio esencial que es el abastecimiento de alimentos se siga prestando con normalidad. Los próximos meses serán cruciales a nivel mundial para conocer la orientación que se va a dar a este sector y la adaptación del modelo productivo a la nueva realidad que no volverá a ser igual a la conocida; una vez superada la crisis sanitaria, cuando la neblina nos deje ver el horizonte, habrá que pensar en un sector productivo indispensable para todos, donde la gente siga trabajando las tierras, ya sea con una agricultura familiar, comercial o de subsistencia, luchando por sacar adelante el campo, que directa o indirectamente proporciona sustento económico a millones de familias en todo el mundo, y tiene la ardua tarea de dar de comer a más de 7 mil millones de personas en el planeta.
El Despertar del Campo
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