La tierra daba todo lo necesario para vivir
Hasta ahora, la migración no es cuestión solo de aquellos que no tienen tierra, sino también de ejidatarios y comuneros para los que el cultivo de sus parcelas no es una opción inmediata de obtener los ingresos suficientes para alcanzar un nivel óptimo de poder adquisitivo. Evitar la migración de las comunidades rurales tiene que ver mucho con el salario que por jornal recibe un trabajador. Si este salario no es más que lo que se obtiene trabajando en el mismo rubro en los campos norteamericanos o canadienses, o tampoco es superior a lo que pueden obtener en las fábricas urbanas o periurbanas, la dedicación al campo no será una solución familiar. Si no hay una política de recuperación del poder de compra de los salarios en la industria, todo parece indicar que tampoco lo habrá en el campo.
Es cierto que ser campesino propietario no ha asegurado la obtención de ingresos. Debe ser porque la tierra, en la forma en que está articulada, ha dejado de ser un factor de ingreso. Lo fue cuando las condiciones sociales y económicas marcaban una tendencia hacia la agricultura de auto sustento. La tierra daba todo lo necesario para vivir. Hoy ya no es así.
Se requiere de una serie de políticas tendentes a estimular la producción de todos los tenedores de la propiedad, mejorar los precios de los productos y junto con ello, aumentar los ingresos de la población rural, además de luchar en serio por combatir a la pobreza. Estas vías requieren, en todos los aspectos, una ascendente inversión pública garantizada con la determinación de un porcentaje del Producto Interno Bruto que se establezca en ley. Además, es menester que el presupuesto destinado al campo no se quede principalmente en el gasto de operación del aparato burocrático. Es muy importante que se cumpla el multicitado propósito por muchos gobernantes y aspirantes a gobernantes, de eliminar el intermediarismo, verdaderos beneficiarios de la comercialización. He aquí una de las grandes asignaturas pendientes.
A partir de la reforma del 1992, se pretendió impulsar la producción con subsidios y con una política de crédito rural. No obstante, a pesar del surgimiento de organismos de dicha índole, los campesinos no lograron producir la tierra de forma eficiente, ya sea por subsidios irrisorios, insuficientes para una base de inversión, o porque muchos de los cultivos de productos básicos no son rentables en pequeña escala. Por su parte, el sistema financiero ha sido incapaz de adaptarse a los nuevos requerimientos del mercado nacional e internacional, impidiendo proporcionar una herramienta de apoyo a los diversos estratos de productores y de agentes económicos rurales.
Cabe señalar que la liberación de los candados de la reforma de 1992, consistentes en obligar al campesino a pertenecer a un ejido o comunidad y trabajarlo, desarraigó a miles y miles de campesinos que con mayor facilidad tomaron la decisión de migrar. Pero el éxodo tampoco permitió a los ejidos reasignar las parcelas abandonadas. Ahora están a la espera de que vuelvan sus titulares o que sean enajenadas a un avecindado, a otro ejidatario o a un inversionista con el riesgo de que se vuelvan a crear latifundios. Que la tierra deba ser cultivada, no es una obligación establecida en la ley actual, pero es muy importante reflexionar si dada la crisis del agro, es necesario imponer obligaciones de trabajo bajo el esquema anterior o en un nuevo esquema.
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El Despertar del Campo, La Nueva Visión Del Agro…