Cultivo milenario

La relación entre los mexicanos y el maíz es legendaria, íntimamente asociada a la evolución de las civilizaciones mesoamericanas, ya que desde su domesticación se ha constituido como base de la alimentación, y sus aplicaciones son diversas, desde su uso como grano hasta forraje, lo cual constituye el origen para la elaboración de una extensa gama de comestibles tanto humanos como animales, además representa una materia prima indispensable para la industria farmacéutica y manufacturera.

Cabe reiterar que es por mucho el cultivo agrícola más importante del país, con una producción promedio de más de 20 millones de toneladas anuales en una superficie de alrededor de 8.5 millones de hectáreas, las cuales son sembradas gracias al esfuerzo de cerca de 3.2 millones de agricultores en su mayoría ejidales y temporaleros; sin embargo, México siempre ha sido deficitario, ya que el consumo nacional ronda las 33 millones de toneladas, siendo así necesaria la importación del exterior de aproximadamente 13 millones de toneladas al año, 5 de maíz blanco y 8 de amarillo, indicadores que claramente señalan un déficit del 40%, por lo que aunque es el sexto productor mundial, también es uno de los más importantes consumidores y compradores del grano internacionalmente, lo cual lo vuelve vulnerable ante cualquier alteración de la oferta mundial.

Dentro del ámbito de desempeño en campo o de manejo agrícola es conveniente señalar que el maíz es un cultivo estival cosmopolita, el cual puede ser establecido en ambos hemisferios del planeta, con ventanas de siembra para el sur que van desde septiembre hasta enero, cosechándose entre marzo y agosto, dependiendo esto directamente del periodo de lluvias y del inicio de las heladas en cada región; y en el norte se siembra por lo general de abril a junio para cosecharse entre septiembre y noviembre. Asimismo en el plano nacional puede ser dispuesto en los 2 ciclos productivos, primavera-verano y otoño-invierno, conforme a las distintas condiciones agroclimáticas, como los son temperatura, humedad, precipitación, temporal o riego, y bajo las diversas tecnologías existentes; por lo que a grandes rasgos  esta gramínea tiene una capacidad de adaptación genética increíble, dado que se puede cultivar desde el nivel del mar hasta en lugares altos y templados como en el caso del estado de Zacatecas, donde se habla de los 1,800 a los 2,200 metros de altitud, y a pesar de ello dicha planta está aclimatada a las temperaturas propias de la zona, a la radiación y a la velocidad de los vientos.

“Pensar años o décadas atrás en llegar a levantar de 6 a 7 toneladas de grano por hectárea era lo máximo, por lo que hoy definitivamente podemos ser testigos de un significativo avance productivo, ya que gracias al desarrollo tecnológico podemos hablar en la actualidad de rendimientos mínimos de 10 toneladas, de ahí hacia arriba, dependiendo lógicamente de las condiciones agroclimáticas y del manejo que se le dé, con maíces mejorados de gran potencial, sistemas de riego presurizados, protección y nutrición eficientes, equipo y maquinaria de vanguardia, prácticas agrícolas originales y sustentables para la preservación de recursos naturales indispensables como lo son suelo y agua,  y demás componentes que al integrarse al esquema de cultivo expresan como respuesta un incremento en los rendimientos con una mejor relación costo-beneficio”; así lo determinó el Ing. Flavio Hernández Hernández, agricultor de toda una vida sucesor de generaciones dedicadas al campo, quien cuenta con una experiencia de 3 años produciendo maíz en esquemas de alto rendimiento con un incremento paulatino y constante en la superficie sembrada, dentro de la unidad de producción llamada Rancho El Fresno localizado en la región conocida como Las Auras, próxima a la localidad del Espejo, del municipio de Calera, Zacatecas, espacio en el que se maneja un sistema productivo de grano tanto blanco como amarillo bajo la modalidad de riego por sistema de goteo, establecido en el ciclo primavera-verano con fechas que van de las últimas semanas de abril, mayo hasta las primeras semanas de junio, sembrado en seco a doble hilera mediante unidades de precisión neumática, bajo una densidad de población de alrededor de 90 mil plantas por hectárea, en el que además se han dispuesto diversos lotes demostrativos con la implementación de más de 15 variedades de maíz blanco como Berrendo, Camaleón y Antílope de Asgrow; de Berentsen Imparable, Campeón y Estupendo; Ares y Euros de Unisem; de Pioneer el P3015W y P3057W; el F165 y F150 de Forza, de Syngenta el 6008 y 6018, y el QPM H-374-C de Bioinferza; así como cerca de 7 maíces amarillos, entre los que destacan materiales como Bárbaro y Conquistador, de Berentsen; de Asgrow, el RX717 y Antílope; Titán de Unisem; y de Pioneer el P1382; lo que sin duda alguna representa una valiosa vitrina de cultivares y de paquetes tecnológicos aplicados.

“Es así que con la idea de obtener altas producciones bajo las condiciones propias de riego, hemos optado por considerar la gran importancia que juega la utilización de genética avanzada a través de la implementación de semillas híbridas de elevado potencial, las cuales poseen genes y cualidades únicas que promueven la expresión de máximos resultados conforme a una conducción agronómica apropiada; materiales de maíz principalmente intermedios, los cuales no superan los 150 días, y con los que sembramos en el ciclo 2016 una superficie de 8 hectáreas, y 37 en el pasado ciclo 2017”.

“Este año iniciamos con la siembra aproximadamente del 5 al 10 de mayo depositando la semilla en seco, para posteriormente dar los primeros riegos del día 10 al 17 de mayo, a partir de ahí se desarrolló el ciclo natural de la planta con su respectivo suministro de agua y nutrición; esquema en el que decidimos establecer 27 hectáreas bajo un modelo de fertilización biorracional con la utilización de materiales orgánicos y 10 hectáreas con el manejo tradicional a base de fertilizantes químicos, con la idea de trazar una comparación en los resultados”.

“En la temporada 2016, igualmente fue un manejo biorracional ya que nos inclinamos más hacia la parte biológica, aplicando así una cantidad de poco más de 400 kilogramos por hectárea de fertilizante orgánico; la preparación del terreno consistió en volteo, rastra y nivelación, para una vez perfectamente acondicionado el suelo entrar con la sembradora, la cual va depositando la semilla, va fertilizando y va tirando la cintilla, todo en un solo paso, de ahí se hizo la escarda con el fin de suprimir la maleza para después enfocarnos en los riegos suministrando así 7 durante todo el ciclo. Además incorporamos algunos componentes básicos y originales como el tratamiento y magnetización de la semilla, el análisis de suelo, la siembra en seco a doble hilera, alta densidad de población, control agroecológico de plagas con trampas de cebo o feromonas, la ionización del agua de riego y un apegado programa productivo de acuerdo al efecto del ciclo lunar, lo que al final de cuentas nos dio mejores rendimientos con un menor desgaste de recursos económicos y naturales, por lo que se ha optado en darle continuidad ha dicho paquete tecnológico”.

“Generalmente hemos fijado densidades altas de población con un promedio de 90 mil plantas por hectárea, una distancia entre surcos de 1.50 metros y entre hilos de 60 centímetros, colocándose así alrededor de 7 plantas por metro lineal. Siempre es importante partir de un análisis de suelo y agua, para conocer las características y propiedades con las que contamos y el pH, en base a lo cual podamos determinar la nutrición en tipo y cantidad a utilizar”.

“Como la fertilización se programó un 90% orgánica para el ciclo 2017, nos apoyamos en la asesoría de la compañía Gaia, con matriz en Torreón, Coahuila, quienes fueron los que nos proporcionaron los diferentes materiales que se suministraron, principalmente compostas a base de estiércol de vaca. La primera aplicación fue la base en suelo mediante 3 toneladas por hectárea de dicha composta; posteriormente a mitad del período, aproximadamente a los 60 días de la siembra, volvimos a meter media tonelada más de otro tipo de composta enriquecida con minerales”.

“Después de esas 2 aplicaciones, también inyectamos nutrientes por el sistema de riego, una vez iniciada la formación de la mazorca, empleando algunos materiales biológicos como bacterias fijadoras de nitrógeno, pero también ciertos compuestos químicos ya que se presentaron deficiencias de nitrógeno, siendo el maíz uno de los cultivos que más demandan tal elemento, por lo que nos vimos en la necesidad de meter determinadas unidades en 2 momentos distintos, aproximadamente a los 70 días y un poco después, en la primera fue a través de sulfato de amonio y la segunda con urea; en kilos fueron 45  de sulfato en la primera y 120 kilogramos por hectárea de urea en la segunda aplicación”.

“Los riegos los determinamos en base a un monitoreo constante de diferentes factores como lo son la humedad del suelo, la etapa fenológica del cultivo, las condiciones climáticas de radiación, temperatura y precipitación, entre otros, y según los indicadores que nos muestren dichas circunstancias definimos la cantidad de horas en las que se suministrara agua al cultivo, que a grandes rasgos ronda las 8 horas promedio por riego o de 6 horas mínimo. Este año sufrimos mucho al inicio con el periodo de sequía por lo que aplicamos alrededor de 10 riegos, pero con la llegada de la temporada de lluvias por ahí de los meses de junio y julio, se nos vino toda el agua junta, siendo así que en ese lapso de tiempo solo fue necesario el suministro de agua para sustentar la hidratación requerida por la tierra para no generar estrés en las plantas, con lo cual la cantidad y periodicidad de los riegos disminuyeron al mínimo”.

“Un aspecto importante que debemos de tener muy en cuenta, es que si no combatimos en tiempo y forma las plagas, lo más seguro será una disminución en el rendimiento y por tal motivo una pérdida económica como productores. En esta zona la principal plaga que suele presentarse es el conocido Gusano Cogollero, por lo que la tendencia va encaminada principalmente a controlarlo, esto a través de un sistema 100% natural sin el uso de químicos, mediante trampas de tepache, mezcla de melaza y piña, las cuales son idóneas para capturar a las palomillas, antes de que estas depositen los huevos de los que surgirá el gusano, insecto capaz de causar graves daños a la planta; por ello implementamos un promedio de 5 trampas por hectárea lo que cubre o protege eficientemente al cultivo de las afectaciones originadas por dicho organismo”.

“Con el uso de dicha herramienta agroecológica llegamos a capturar cada tercer día, alrededor de 100 palomillas por trampa; tecnología que aporta grandes beneficios y que más o menos nos cuesta 100 pesos por hectárea. Valiosos instrumentos de control que fueron instalados desde la siembra, durando prácticamente todo el ciclo del cultivo con su debido mantenimiento constante, quitándolas hasta que el grano estuvo macizo. Además en el último ciclo también hicimos uso de insectos benéficos como la Crisopa  y la avispa Trichogramma, proporcionados por el Comité Estatal de Sanidad Vegetal de Zacatecas, que a grandes rasgos son organismos depredadores de plagas, los cuales tienen la capacidad de regular, disminuir y en algunas ocasiones hasta eliminar efectos adversos en los cultivos, realizando así 3 liberaciones con lo que suprimimos por completo el uso de insecticidas u otros productos químicos específicos para el control de tal problema”.

“Una vez llegada la madurez fisiológica del cultivo, por lo general en el mes de noviembre, se determina entrar a cosecha de acuerdo al secado del grano, el cual bajo análisis debe promediar menos del 11% de humedad; logrando esa escala se posiciona en condiciones óptimas para que entre la trilladora a levantar la cosecha, la cual se destina para la tortilla principalmente en la modalidad de maíz blanco, y el amarillo para la industria o el ganado. Es útil recordar que si deseamos obtener buenos rendimientos, tenemos necesariamente que invertirle al cultivo; bien trabajado, con los cuidados mencionados y suministrando los nutrientes requeridos, nuestros costos de producción han ascendido en este 2017 a un rango total de 22 mil pesos por hectárea, pero con el rendimiento mínimo estimado de 10 toneladas por hectárea a un precio de 4 pesos en contrato, se puede llegar a duplicar lo invertido, generando así una buena utilidad económica”.

“De inicio nos inclinamos a la producción de maíz como una alternativa para darle rotación al terreno, ya que en los últimos años ya no nos fue posible cultivar chiles ni ajos por la gran degradación del suelo, es así que elegimos la siembra de este cereal con la idea de regenerar un poco la superficie y devolverle riqueza, ya en el camino hemos logrado encontrar otros beneficios que nos ha dejado este cultivo, como lo son los buenos rendimientos y la importante utilidad que aporta mediante los esquemas de agricultura por contrato que se manejan en el estado. Además el clima es propicio y en términos generales ha sido benévolo para el desarrollo de este tipo de plantas, con un nivel de precipitaciones regulares, aunque cabe precisar que para un esquema productivo de riego debemos de tener bien segura la suficiente cantidad de agua, ya que definitivamente si requiere bastante de dicho recurso; últimamente hemos llegado a observar que es en las siembras tempranas donde se batalla un poco más, tanto en el mes de abril como primeros de mayo, ya que el ataque de plagas se incrementa y la sequía originada por la falta de lluvias se prolonga, creemos nosotros que debido al cambio climático el cual ha afectado el calendario regular de precipitaciones que teníamos, por lo que el agua del cielo nos llega más tarde haciendo con ello más extenuante el estiaje, es así que tenemos que tratar de cambiar o recorrer un poco los días de siembra, moviéndolos más hacia los últimos de mayo hasta la primera quincena de junio, o dicho de otra forma, establecer las siembras en un periodo un poco más tardío”.

Para concluir, el Ing. Flavio Hernández agregó; “como productores agrícolas definitivamente tenemos que cambiar y ser cada día más receptivos o afines a la innovación, sin miedo, ya que no necesariamente tenemos que empezar con mucho, podemos hacerlo en una o dos hectáreas, las cuales si las manejamos como debe de ser, gradualmente nos irán dando para más”.

“Dejemos el tradicionalismo en el pasado, e intentemos realizar cosas diferentes, ya que sólo así podremos obtener resultados diferentes. Con condiciones climáticas favorables, lo demás debe de correr por nuestra cuenta como agricultores, y si queremos una buena producción con altos rendimientos, tenemos que trabajar e invertirle para crear un esquema productivo que se desarrolle bajo la mejor tecnología posible, a través de lo cual se disminuyan los costos, se aligera la fuerte presión sobre los recursos naturales y se genere una mayor productividad y competitividad”.

Espera la 2ª parte de este valioso e interesante reportaje, en próximas ediciones…

 

 

 

Salvador Juárez / El Despertar del Campo

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