EDITORIAL JUNIO 2018

Desde la perspectiva de la competencia y libre concurrencia, la temática de interés versa sobre las condiciones estructurales, regulatorias, de información, comportamientos particulares, que prevalecen en los mercados de los distintos productos agropecuarios, con énfasis en analizar la forma e intensidad en que contribuyen a mantener condiciones de competencia entre los productores o comercializadores y, de este modo, los incentivan a operar eficientemente para lograr costos más bajos y ofrecer mejores precios para los consumidores, lo que a su vez los hace más competitivos.

Los productores primarios venden sus productos de diferentes formas, en lo que se denomina como primera venta, venta de primera mano, venta a pie de parcela, etc. Entre las más comunes se identifican las ventas a intermediarios, comercializadores mayoristas, cadenas comerciales, agroindustrias, exportación u algún otro tipo de comprador; asimismo, en algunos casos, cuando están integrados verticalmente, los productores elaboran los productos primarios ellos mismos para obtener productos transformados o procesados.

No obstante, las principales operaciones de transacción de los productos del campo se dan en mercados mayoristas o indirectamente a través de intermediarios; aunque también tiene lugar la venta a cadenas comerciales, pero en una mucha menor escala. Así, al considerar que el 73.1% de la producción agrícola se vende a la industria alimentaria y a otras industrias de transformación, es pertinente agregar, que una gran proporción de la proveeduría para dicho sector, pasa a través de intermediarios y comercializadores, y no directamente desde los productores.

Observando a fondo la oferta de los productos primarios, en términos generales se puede encontrar que en la mayoría de los casos la producción está atomizada, es decir, se realiza por una gran cantidad de productores, los cuales aportan pequeños porcentajes al total de la producción.

Asimismo, para tener una visión más integral del sector agroalimentario, también se deben de considerar sus características en sentido de la demanda, tales como los hábitos de consumo de la población en general y de los diversos grupos socioeconómicos que la componen.

El consumo de alimentos es una necesidad básica de las personas y por ello los individuos u hogares le conceden una de las prioridades principales en la asignación de sus presupuestos; sin embargo, un patrón estadístico bien conocido en todo el mundo desde décadas atrás es que, conforme se eleva el ingreso o presupuesto personal o familiar y las necesidades de alimentación van satisfaciéndose, el presupuesto restante tiende a destinarse de manera proporcional más a otros rubros de gasto.

El diagnostico muestra que debido a cambios en los niveles de ingreso de las familias mexicanas, se ha modificado no sólo el monto total de su gasto en alimentos, sino la composición de éste; además, han sustituido los tipos de establecimientos o lugares donde adquieren en mayor o menor medida los distintos bienes. Así, las vías para aumentar la eficiencia, competencia y libre concurrencia en las cadenas productivas del sector agroalimentario son múltiples.

Agradecemos su atención, y lo exhortamos para que nos comparta sus comentarios, tratando con ello de fomentar en conjunto, una mayor pasión por el campo.

El Despertar del Campo

La Nueva Visión Del Agro…

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