Un hombre siempre al servicio de sus raíces
Pocos son los hombres que pueden decir que en verdad hicieron algo para cambiar la historia de su entorno, pocos son aquellos que pueden pasar a la memoria colectiva como fieles servidores de su tierra. Uno de ellos es Jesús Villaseñor de la Rosa, mejor conocido como “Chito Villa”.
Nacido un 18 de octubre de 1938 en el privilegiado suelo del municipio de Calera de Víctor Rosales, Zacatecas; Jesús se destacó por su viveza e ingenio, atributos que le valdrían el reconocimiento como personaje ilustre en el museo de las memorias de este municipio.
Siendo el cuarto de 10 hijos, fruto del matrimonio de Jesús Villaseñor Peñalver y Josefa de la Rosa Fernández, crece y estudia en el Colegio Motolinía que le sentaría las bases morales y un amor por sus raíces. Cuando llega al tercer grado deja por decisión propia la escuela para dedicarse a las labores del campo en apoyo a su padre, a quien por la avanzada edad le resulta complicado desempeñarlas.
Trabajando en la ya legendaria Estancia La Leona, desarrolla las pasiones propias de un hombre labrador de la tierra; un amor puro al campo y a todo lo que ello implica, como sus animales, teniendo especial fijación en los ovinos.
Su vida en los campos zacatecanos se vio interrumpida a los 18 años cuando partió al norte para trabajar de bracero por diversos períodos, estas incursiones de forma intermitente durarían hasta los 23 años. Un año antes de acabar con su etapa de migrante en 1960, a los 22 años, se casa con María Teresa Reyes Rojero con quien tendría 8 hijos; los azares del destino, a veces amargos, le dejarían al final con solo 4 de ellos.
Aun a pesar de su éxito en las tierras del norte, siempre pensó que lo mejor era estar en su tierra; “no hay más norte que tu pueblo… no hay nada mejor que estar en tu patria”, solía decir al respecto.
Hombre recio pero generoso, de quien se pueden contar cientos de relatos, conocido y respetado por muchos, delegado y comisariado ejidal de 1970 a 2001, regidor, líder de la CNC, gestor que con escasos estudios pero con un gran dinamismo logró importantes obras de beneficio para su estado y su municipio. En 1963, a los 25 años, se hace dueño de Las Auras, su primer ejido; y en 1970, a los 32 años, por elección popular, es seleccionado para ser líder ejidal, puesto con vigencia de 3 años, pero que él, por su gran desempeño, nobles maneras y servil espíritu, se mantendría en el cargo 31 años, hasta el 2001.
A lo largo de su carrera, siempre con la tierra que lo vio nacer en el corazón, se encargó de dar un fuerte impulso a Calera, teniendo como logros en esos años la construcción de carreteras tales como el tramo de Calera a Santiaguillo en el año de 1983 con el apoyo del entonces Gobernador Cervantes Corona; en 1992 dentro del gobierno de Genaro Borrego Estrada tramitó con su colaboración, la construcción de la carretera Calera a Ramón López Velarde (Toribio); y en el año de 1989, con 4 toneladas de frijol producidas en La Leona, se costearon los monumentos ecuestres revolucionarios de Pancho Villa, Pánfilo Natera y Felipe Ángeles, los cuales adornan el emblemático Cerro de la Bufa situado en la ciudad de cantera y plata. Esto, además de la importante donación de terrenos, gestión de obras hidroagrícolas, implementación de apoyos financieros rurales, adquisición de vehículos y maquinaria agrícola entre un largo etcétera de acciones en favor del campo y de la sociedad en general, todas realizadas por el apego y amor a su pueblo.
“Acércate con los grandes porque así llegarás a ser grande”, solía decir a sus hijos. Siempre con las ganas de hacer más, característica de su alma inquieta, además del cargo de líder ejidatario, también fungió como líder de la CNC, socio delegado, fue presidente local del PRI y se desempeñó como regidor en dos ocasiones en calidad de honorable sin recibir compensación económica alguna.
Aun así, a pesar de la carga política y social que pesaba sobre él, nunca dejó de lado su obligación con el campo, labor a la que se afanó por las mañanas con dedicación antes de irse a los trabajos del ejido. De esto, a sus hijos les heredó el amor al campo, dador de vida, el amar la tierra, portadora de todas las bondades de la naturaleza; “a la tierra hay que amarla”, así de simple, resumida en una frase que su familia recuerda con firmeza.
Lamentablemente, sin importar la determinación o deseos de un líder, nunca se está exento de las penurias, de los malos tragos y las vueltas de tuerca que la vida trae consigo; en 1988, después de 38 años de matrimonio, su esposa fallece. Esto, sumado a la pérdida de la mitad de su descendencia, implicó un fuerte golpe en las emociones de Chito Villa.
¿Pero para que sirven los malos momentos, sino para sacar a flote nuestro mejor ser, para demostrar de que estamos hechos? A pesar de las tragedias, siempre supo sobreponerse y seguir ejerciendo su labor sin nunca lamentarse por nada; “Dios es el que reparte” decía, dejando en claro que no importaba que tan mal le jugara el destino, todo lo dejaba siempre en manos de Dios.
El líder nato originario de la tierra en la cual fallece un 25 de octubre del 2005 a causa de la diabetes a la edad de 67 años en la casa que lo vio crecer. Su triunfo siempre fue su familia y la satisfacción que le dejó el haber hecho obras para Calera, el estado y su progreso.
De forma póstuma se le rindió homenaje en el salón ejidal por su larga trayectoria de servicio y dedicación para el desarrollo del campo, así como el reconocimiento de ciudadano ejemplar en los festejos del 150 Aniversario del Municipio de Calera por su aportación al crecimiento del mismo, obra que le valió su lugar como personaje ilustre, donde será recordado por su entrega y determinación, por el pensamiento visionario y de lucha que lo acompañó siempre.
“Ser su hijo me queda grande”; rememora Arnoldo Villaseñor, quien muestra con orgullo la satisfacción de haber tenido a un ídolo así en su vida. De quien heredó más que unas tierras o un apellido, más que la Estancia La Leona tan querida por su padre, tierra que ha pertenecido a la familia por 5 generaciones, más allá de ello recibió un valioso legado y ejemplo de cariño al prójimo y de esfuerzo constante por abonar al progreso de su tierra y de la patria misma.
Bryan Pichardo Gallegos / El Despertar del Campo