OCTUBRE 2018

El ser humano a través de la cultura imprime su sello en la naturaleza, la controla mediante instrumentos como la tecnología y el conocimiento; es decir, el hombre ordena y organiza la relación entre el ambiente y la civilización a través de una construcción social de la realidad.

En ese sentido las aplicaciones tecnológicas y ciertos criterios de transformación tienen su propio devenir e impactos; de hecho, ya desde los años ochenta se hablaba de una dependencia primitiva de la naturaleza que se opone a la modernización, en dicho contraste, el hombre moderno requiere cada vez menos de aspectos como la biodiversidad o como el conocimiento local sobre el ambiente.

Esta tendencia se ve acentuada cuando eventos naturales considerados como catástrofes ecológicas, se articulan y crean situaciones como las hambrunas, la pérdida de suelos, la deforestación, la destrucción de hábitats o la extinción de especies animales y vegetales.

En tal escenario, para países como México es complicado diseñar políticas o estrategias de conservación del ambiente sin considerar las dimensiones culturales del problema; por ello el debate actual enfrenta la necesidad de entender con mayor profundidad cuál es el papel del ecosistema y cuál el de la idiosincrasia social en los cambios que afectan al planeta. En esta relación hay tres elementos involucrados, las plantas de cultivo, el ambiente incluyendo la energía y sus varias transformaciones, y los agricultores.

Al adaptarse a su ambiente natural, las sociedades humanas lo modifican continuamente, es así que mediante el análisis de la evolución en la agricultura y su contexto cultural, permiten definir aspectos como la biodiversidad o la sustentabilidad. Dentro del sector campesino nacional los recursos disponibles se vinculan estrechamente con las formas de utilización conocidas y aplicadas; además factores de mercado, materiales y equipos, sistemas de organización social, política y religiosa, así como la densidad poblacional, composición por edad y sexo, fenómenos migratorios y la educación formal, son componentes de correlación humana que modifican el espacio biológico y atmosférico.

Bajo esta concepción, el papel de las unidades agrícolas y su relación con la naturaleza es, además de fundamental, un campo importante para la comprensión de cómo las poblaciones rurales se relacionan no solamente con su entorno productivo, sino con las condiciones del medio climático que las rodea. Por ello el estudio de la interacción generada entre los recursos naturales y su ámbito local, debe tener como objetivo la correcta adaptación al ambiente a través de medios de producción eficientes y amigables.

De nueva cuenta, agradecemos su amable atención, y lo exhortamos para que nos comparta sus comentarios, tratando con ello de fomentar en conjunto, una mayor pasión por el campo.

El Despertar del Campo, La Nueva Visión Del Agro…

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