Cultivo azaroso e impredecible

Aunque se sabe de la importancia social y económica que tiene el cultivo de ajo en la región tanto por la valiosa derrama de recursos generada así como por el tipo de alimento que proporciona, saludable y nutritivo, con indicadores de su oferta que señalan que es tal su repercusión que su cosecha posiciona al estado en el liderato productivo dentro del contexto nacional, no obstante de dicha proyección jerárquica privilegiada, para el productor estos parámetros realmente no significan mucho beneficio, ya que dada la naturaleza enigmática del producto su calidad se determina en campo conforme a un sinfín de condiciones principalmente agroclimáticas las cuales sino son las idóneas pueden llegar a causar severas pérdidas o mermas con malformaciones fisiológicas de las cabezas como el escobeteado o el acebollado o bombón, alteraciones indeseables que restan atractivo al bulbo ya que sus méritos están determinados por su tamaño, forma y color, siendo así mejor valorados aquellos grandes, uniformes y sin defectos visuales, por lo que simplemente su aprecio o demanda por parte del consumidor se pierde, grave inconveniente que en ciclos pasados ha sido causante de depreciaciones o bajas de hasta un sesenta por ciento o más, esto aunado a los grandes contrastes actuales del mercado, ocasiona que difícilmente se conjunten los elementos ideales y oportunos para que resulte un valor de comercialización justo con esquemas correctos y eficientes, componente principal que delimita su desarrollo, con causas que al enunciarlas se llegan a tornar en un tema bastante álgido, en el cual convergen con diferentes niveles de responsabilidad cada uno de los eslabones que conforman esta cadena; dentro de estos principios que acotan y determinan la competitividad, se encuentra la escasa o nula organización y planeación entre agricultores, la falta de información respecto de las necesidades reales del consumo, la sobreoferta y saturación de las plazas de comercio y distribución, el intermediarismo desleal, insuficiente liquidez y solvencia financiera, créditos y apoyos desfasados, ascendente y continuo incremento de los insumos, y el deterioro constante de los recursos naturales, entre otros rasgos que definitivamente desacreditan los méritos y desgastan las capacidades necesarias para enfrentar con aliento los desafíos que la agricultura moderna impone.

Sin embargo, cabe destacar que a pesar de estas disparidades o distorsiones agro-mercantiles con una atenuada cosecha esperada para la presente temporada, generada por la disminución en la superficie de siembra dado el abandono del cultivo por los endebles e incosteables precios comerciales de la hortaliza en el ciclo pasado, Zacatecas se mantiene como punta de lanza en la producción de ajo, confiriéndole con ello el sello de ser un cultivo emblemático, circunstancia que a la vez lo ha llevado a mayores niveles de especialización dentro del ámbito agronómico, genético, así como en las técnicas y sistemas productivos, y en los procesos de recolección, selección y empaque; digna clasificación difícil de alcanzar sin la valiosa interacción de los distintos eslabones que conforman el entorno, resaltando sobre todo, el esfuerzo, la templanza y la sabiduría de generaciones de hombres y mujeres de campo, productores de excelencia, acreedores no sólo del reconocimiento local sino también de la deferencia internacional, testimonio material de grandes virtudes y talentos.

“Pese a los grandes contrastes que traza el sector productivo moderno y los enormes riesgos, sobre todo naturales, que la agricultura conlleva, también hoy se pueden observar afortunadamente avances importantes en el concepto del cultivo de ajo, gracias principalmente al desarrollo y adopción de la tecnología, y a una mejor interpretación de la simbiosis establecida entre las plantas y su entorno”; así lo determinó Francisco Martin Guajardo Guajardo, ingeniero agronomo de profesión y agricultor por vocación y tradición familiar, sucesor de generaciones dedicas al campo, involucrado en tareas agrícolas desde niño, por lo que a su corta edad cuenta con una notable experiencia y destreza dentro del ramo productivo, quien actualmente maneja una superficie de 4 hectáreas de ajo establecidas en el pozo llamado San Antonio en tierras conocidas como La Ropeña, próximas a la localidad de Chaparrosa, del municipio de Villa de Cos, Zacatecas.

“Dentro de este ramo la verdad es que nunca dejamos de aprender cosas nuevas, dado que ningún año es igual a otro, todos son diferentes, con condiciones propias que están en constante variación, inestabilidad que se ve aumentada año con año debido al llamado cambio climático que sufre el planeta. Es esta misma adversidad la que nos ha llevado a disminuir la superficie de siembra en comparación a hace 6 años que es más o menos cuando comenzábamos a trabajar con este cultivo y donde era un poco mayor el volumen que producíamos, ya que desafortunadamente en un ciclo nos fue muy mal debido al exceso de lluvias cuando el ajo se encontraba ya enchufado, lo que daño severamente el producto dejándonos simplemente sin poder levantar nada, prácticamente fue pérdida total, de 8 hectáreas que eran cosechamos como 60 arpillas solamente por lo que no sacamos ni siquiera la semilla; a pesar de ese fuerte golpe no hemos bajado los brazos, seguimos esforzándonos cada día por mejorar la calidad y el rendimiento con la fe bien puesta en hacer de la agricultura un negocio rentable, y si Dios no dispone otra cosa, para el presente ciclo la cosecha pinta bien, esperando con ello sobre las 20 toneladas por hectárea, quizá un poco más, estimación que si nos favorece nos dará la oportunidad de avanzar con nuestros planes de seguir creciendo año con año de forma gradual”.

“Desde una perspectiva empresarial es como tenemos que ver en la actualidad al campo, enfocándonos en productos y características solicitadas por el mercado, por ello necesitamos producir lo que se está demandando y no lo que a nosotros se nos ocurra. De esta forma es que hemos optado por manejar la variedad Prosur, ajos muy parecidos a los jaspeados pero con un poco más de color, más morados, ya que entre mayor tonalidad tengan más los demanda el consumo y por ende son más fáciles de vender con un mejor precio, además destaca porque se ha adaptado muy bien al clima de la región y por su gran homogeneidad en la forma y tamaño del bulbo, predominando medidas que van del 7 al 10 de acuerdo a la clasificación de la norma basada en el diámetro ecuatorial de la cabeza expresado en milímetros, también por ahí de repente salen ajos 11 y 12 pero ya no son muy comunes aparte de que no son tan comerciales por sus grandes dimensiones, en términos generales los tamaños más comerciales van del 7 al 9 por ello que sean los bulbos que nosotros como productores más buscamos, ya que si bien lográramos mediadas más grandes talvez rendiría un poco más en toneladas, pero también sería más compleja su venta en mercado; dentro de este punto cabe señalar que este tipo de semilla nosotros la conseguimos aquí mismo, con amigos o compañeros productores, pero su real procedencia u origen está en La China, municipio ubicado en el Estado de Nuevo León”.

“El sistema que implementamos bajo nuestras condiciones propias de producción es en camas de 1 metro con 4 hilos de plantas y una cinta de goteo a 20 centímetros de alto flujo para el riego, con ello consideramos que podemos llevarle más rápido la humedad y los nutrientes requeridos a la raíz, de tal manera que mediante éste marco de siembra nos ha sido muy funcional y eficiente el manejo; tenemos una distancia entre plantas de 12 centímetros y una separación entre hileras de alrededor de 10 centímetros, con tal estructura alcanzamos una densidad de población de aproximadamente 460 mil plantas por hectárea, la cual aunque hasta cierto punto es alta, nos permite una buena aireación u oxigenación y da el espacio apropiado para que el bulbo se desarrolle uniformemente. La longitud de las tablas es la convencional, no muy largas, para que el riego trabaje sin problemas y se puedan controlar mejor tanto plagas como enfermedades, además de dar una correcta aplicación de agua y fertilizantes, suprimiendo con ello al máximo cualquier tipo de desperdicio, buscando hacer un uso de los recursos lo más racional y eficaz posible”.

“Sin duda, la distorsión generada por el clima, por un lado nos muestra su cara dura con grandes adversidades, pero por el otro, al menos en esta región y hasta el día de hoy, nos da la condiciones agroambientales aptas para un desarrollo fisiológico favorable del cultivo, con bajas temperaturas en invierno que aportan la suficiente cantidad de horas frío requeridas, que aunadas a la duración del día (horas luz) ayudan al correcto llenado del bulbo, así como también la presencia de grados cálidos, al llegar la primavera, los cuales promueven un mayor auge vegetativo lo que incide directamente en el estímulo de los procesos fotosintéticos indispensables para el crecimiento y desempeño de las plantas, lo que a final de cuentas nos da mejor calidad y rendimiento”.

“Por otra parte, el tema fitosanitario siempre es una constante preocupación, y aunque los agentes causales y su control en ciertos segmentos es conocido, no deja de ser un riesgo latente; por ejemplo, en estos tiempos de calor, el nivel de trips en las plantas aumenta bastante, esto afecta mucho sobre todo a cultivos subsecuentes, ya que cuando termina uno de cosechar, los insectos mudan a las nuevas plantas que están cercas y que se podría decir que apenas van empezando, ocasionándoles serios daños. En sí, en ajo, podemos llegar a tener tizones y otras enfermedades, pero una que se está haciendo cada vez más frecuente y que representa una de las mayores alertas para el productor dentro de este casillero, es la llamada pudrición blanca, grave problema que puede llegar a terminar con el cultivo, causada por hongos del suelo los cuales se adhieren a la raíz y se la comen, pudriendo con ello la parte radicular, por lo que la planta se empieza a secar hasta morir, y una vez que se llega a presentar es muy poco lo que se puede hacer para mitigar sus efectos, haciendo de ella un enemigo sumamente agresivo, del cual afortunadamente hasta el momento hemos estado exentos, creemos que gracias a la aplicación de ciertos productos específicos para prevenir la afección, pero sobre todo conforme a la idea de la rotación de suelos, sin repetir el cultivo en el mismo lugar, lo que de cierta forma rompe el ciclo de vida de este y otros patógenos, manteniendo con ello sus poblaciones en un límite tolerable”.

“Así como en los últimos años hemos encauzado los trabajos a mejorar nuestros suelos, también tratamos de conservar y cuidar el recurso agua, indispensable para la producción, y más aún si vemos que aquí los niveles del vital líquido son bajos, y los pozos ya no están aventando los mismos litros que suministraban hace tiempo; en el caso propio, nosotros estamos bombeando a 126 metros de profundidad, con el espejo de agua como a los 85 metros, por lo que el pozo con el que regamos los ajos nos da un promedio de 20 litros por segundo, aspecto que debemos de tomar muy en cuenta para planear bien las siembras y no excedernos a más de nuestras capacidades, ya que después es donde vienen los fracasos, sobre todo sabiendo que los ajos demandan de bastante agua principalmente en su etapa final de desarrollo”.

“Por lo regular, a principios del ciclo del cultivo la demanda de agua es mínima, por ello en los meses invernales, relativamente son escasos los riegos necesarios, esto dado el reducido nivel de radiación y las bajas temperaturas las cuales detienen el crecimiento vegetativo de la planta, por lo que sería contraproducente aplicar riegos fuertes, ya que además de estar desperdiciando o desaprovechando el agua estaríamos generando condiciones favorables para la propagación de enfermedades; pero con la entrada del calor, llegada la primavera, la radiación se incrementa lo que a su vez intensifica la evapotranspiración, por lo que naturalmente el consumo de agua por parte de las plantas también se dispara. Por ello y según como vaya creciendo el ajo, paulatinamente se va incrementando la cantidad y la frecuencia del riego, esto dependiendo lógicamente del estado climatológico, ya que si hay nublados o cierta humedad en el suelo o en el ambiente, la proporción de recurso hídrico puede disminuir”.

“Conforme a dichas consideraciones, en nuestros ajos al principio estábamos tratando de llevar un rol de riego de un día sí, dos días no, con 4 horas por sección, y ya más o menos de febrero en adelante que es cuando por lo general se empieza a retirar el frío y empiezan a llegar los calores, le recorrimos o le acortamos un día, es decir, un día sí y un día no; ya en sus últimas semanas de manejo, se han aplicado 10 horas de riego por sección, igualmente un día sí y uno no, señalando que ya para terminar, faltando unos 10 días para la cosecha, se le empieza a retirar el agua, para que vayan perdiendo humedad y por consecuencia empiece a bajar la sabia del follaje y se llenen un poco más las cabezas o los dientes”.

Una vez llegada la madurez fisiológica del cultivo, es de suma importancia considerar que la calidad del ajo puede sufrir una considerable disminución por deficiencias en el proceso de cosecha, afectando directamente en el precio comercial del producto, por ello deben existir índices que definan el inicio apropiado de la recolección, partiendo de la suspensión del riego, con el fin de aflojar la planta y facilitar la práctica del engavillado o enchufe. Valoración final respecto de la cual, el Ing. Guajardo agregó; “algunos de los criterios principales en los cuales nos basamos para iniciar con la cosecha del ajo, es cuando vemos que empieza a cambiar el color del follaje, otra cosa, es que se empiezan a marcar o a diferenciar bien los dientes, llegándose a distinguir perfectamente por fuera o alrededor del bulbo, pero sobre todo, es cuando el tallo o el vástago se comienza a sentir flácido o flojo y el follaje se empieza a ladear”.

“Fijado el punto de cosecha, se mete un implemento para aflojar el ajo, el cual va levantando o desprendiendo las cabezas del suelo y las va dejando prácticamente afuera, de ahí entra gente a sacudirlo, tratando con ello de quitar tierra a la raíz, para después iniciar con lo que se conoce como engavillado o enchufe, labor en la que se juntan varios surcos en una sola línea, de tal forma que con los mismos tallos y hojas vaya quedando cubierto el ajo, logrando así una correcta deshidratación natural en campo, sin quedar totalmente expuesto al sol ya que esto ocasionaría la perdida de color, de esa forma permanece por unos días (8 aproximadamente según el clima) hasta que se deseca el vástago y la cabeza, la cual amaciza completamente los dientes llegado así a su completa madurez; una vez seco, el personal comienza a mochar, se corta aproximadamente 2 o 3 dedos arriba del bulbo y se le deja algo de raíz para que siga chupando humedad, y evitar con ello que se rebrote y para que dure un poco más en almacén, se van colocando en cajas de plástico para ser llevados a bodega lugar en el que se empezara a limpiar, quitándole todas las hojas secas y manchadas, buscando sacar el color morado, se destapona totalmente cortando la raíz a ras del bulbo y los 2 o 3 centímetros que habían quedado del tallo, de esta forma y por último es llevado a la corredora donde se selecciona y se va empacando por tamaños en cajas de cartón. Por todo ello, del ajo deriva un proceso bastante laborioso y largo, demandante de una gran cantidad de mano de obra, y a su vez generador de una importante fuente de empleo, la cual al igual que el cultivo en sí se pone en riesgo cada y que no se dan las condiciones idóneas para su producción y comercialización”.

A pesar de ser un cultivo promisorio, su manejo requiere de un arduo trabajo por mantener no sólo la calidad sino también por incrementar los rendimientos, y aunque el panorama para este ramo productivo parece ser incierto en sus matices comerciales, el abanico de oportunidades se abre a medida que los índices poblacionales aumentan originando con ello un lógico crecimiento en la demanda del producto tanto en volumen como en cualidades, lo cual a su vez constituye el gran reto de determinar con precisión las necesidades puntuales del mercado y generar en base a ello los mecanismos certeros que cubran en tiempo y forma los requerimientos reales del consumidor.

Espera la 2ª parte de este interesante reportaje sobre la producción y cadena de valor del ajo, en próximas ediciones, donde se dará seguimiento al desarrollo del tema con aspectos inherentes como la nutrición, manejo de suelo y agua, comercialización, valor agregado, entre otros… 

 

Salvador Juárez / El Despertar del Campo

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