Frente de lucha campesina; cruzada personal por una revolución agrícola nacional

Todo movimiento social comienza con una batalla personal. Es importante comprender la mirada nueva del mundo para poder compartir el panorama con los demás; Don Manuel está consciente de ello y, con un pie de vuelta en su país después de sus andadas por el gigante ruso, regresa con un temple distinto.

La travesía por tierras soviéticas ha hecho que su visión de la situación del campo, antes pesimista, sea ahora insostenible. Sabe que es hora de poner manos a la obra.

Consciente de su capacidad de liderazgo, Don Manuel desempeña su trabajo como maestro de varias universidades, vinculando su labor educativa con la lucha campesina; “en el campo es donde más se violenta el estado de derecho” asegura, siendo esta una falta que se viene arrastrando desde tiempos muy remotos. Su propia niñez es testigo de las vejaciones que acusa. Y está en juego su palabra si se queda de brazos cruzados ante la situación.

La campaña que emprende es de cuidado y él sabe que el enemigo no siempre juega limpio. Se mueve, entonces, en la delgada línea de la clandestinidad, toma el camino lodoso y lleno de tramperos agujeros en lugar del sendero liso que sabe, no le llevará a ningún lado. En este contexto, toma su parte en los 80’s junto al LZN con el comandante Marcos, reforzando las uniones de ejidos con Chiapas; sembrando así, los antecedentes de lo que a futuro daría origen a la CNTE y siendo uno de los puntos más importantes en el despegue de su cruzada.

Para 1998 se formó la Central de Organizaciones Campesinas y Populares. Siendo conocedor del gran rezago en el que está el campo y que aquellos que permanecen en él, es casi por un amor sincero y puro a la tierra, pues es bien sabido lo complicado que es mantenerse solo de los beneficios que dan los cultivos.

Pero toda lucha, pacífica o no, viene encaminada bajo la sombra del constante peligro mortal. Como él mismo relata, ha vivido para presenciar y burlar a la muerte en 14 atentados contra su vida, así como numerosos intentos de llevarlo a prisión; todas y cada una de aquellas situaciones las ha superado con la certeza de que su defensa, su odisea, es algo puramente noble, y en lugar de caer y desistir, se levanta y vuelve al ruedo con más determinación; un Prometeo moderno, compartiendo el fuego con los indefensos sin importar las consecuencias: “no han podido porque no tengo delito, yo ando con la frente en alto, y defender a mi gente no es delito… Puedo mirar a la cara a cualquier persona sin que me reclame nada”.

Y a pesar de las batallas, las academias y los juzgados, Don Manuel nunca olvida por qué hace lo que hace, el motivo detrás de enmienda autoimpuesta. Muy en el fondo, por debajo de todo título, formación y cultura, sigue siendo un hijo del campo que nació con las maravillas del verde a su alrededor; en el fondo, sigue siendo un agrónomo de corazón. “Todavía me monto en un caballo, agarro la yunta y hago surcos, o me pongo a ordeñar vacas… Gracias a Dios conservo eso con orgullo”.

Espera la 3ª parte de esta semblanza, en próximas ediciones…

Bryan Pichardo Gallegos / El Despertar del Campo

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