Historia de vida de un auténtico mexicano

Dentro de las incontables historias que guarda el campo, se esconden, en sus raíces, los testimonios de hombres cuyas vivencias van más allá de los cultivos, historias tan increíbles como la de J. Jesús María Robles Nava.

Hablar de su vida es hacer un repaso a través de las épocas más destacables de la historia mexicana del último siglo, es hablar de la historia de un sobreviviente, el vivir de un hombre de ingenio y el nacimiento de un artista, pero sobre todo, de alguien que siempre tuvo la vida del campo en su interior.

Fue un 1° de noviembre de 1913 cuando nace en las coloridas tierras de la Ex Hacienda de Huacasco, del municipio de Santa María de los Ángeles en el Estado de Jalisco, siendo el segundo de los cinco hijos del matrimonio formado por Margarito Robles Orozco e Hilaria Nava Robles.

Desde pequeño, su familia se traslada a Zacatecas, viviendo en algunas comunidades del municipio de Calera. A la edad de 5 años se ve forzado, por decisión de su padre, a dejar su hogar para comenzar sus andanzas a lo largo del país dentro de los oscuros tiempos de la Revolución Mexicana, junto a él y su hermano mayor; a través de esos años sería testigo de los horrores y la desolación que deja la guerra a su paso, trayendo consigo múltiples anécdotas del lado oculto de la rebelión, aquel que pocas veces se cuenta.

Al término de ésta, regresa a tierras zacatecanas para trabajar en sembradíos de temporal; labor dura pero honesta, humilde, como lo fuera él, siempre fiel a sus principios de honor, perseverancia y esfuerzo, demostrando que a pesar de los complicados capítulos de su vida, nunca se dio por vencido y ya fuera por necesidad o mero pasatiempo, siempre logró salir adelante como un hombre de visión.

Dentro de sus múltiples negocios además de la agricultura, se dedicó al comercio, con el cual volvió a recorrer parte del país. Fue en uno de sus viajes al municipio de Jerez, Zacatecas, a los 23 años de edad, donde conocería a Catalina Pérez Carrillo, mujer con quien se casaría y procrearía 13 hijos.

Aficionado a la charrería, era diestro en el manejo del ganado, y afín al rodeo, además de hábil coleador a pelo y a pie cruzado, destrezas que le valieron varias preseas. En sus ratos libres aprendió el arte de domar bestias, para las cuáles tenía tacto natural.

A principios de 1945, con la Segunda Guerra Mundial llegando a su fin, con un alto costo de capital humano en el país del norte, J. Jesús emigraría a los Estados Unidos para trabajar de bracero en medio del inminente campo laboral obrero que se abría, dando la oportunidad de empleo a cientos de mexicanos que buscaban una vida mejor. Su paso por aquellas tierras duraría muy poco, apenas pasando el año, sin embargo trajo consigo la amistad de varias personas con las que tuvo la oportunidad de convivir, algunas incluso le ofrecieron la opción de iniciar una vida allá.

Era su capacidad de socializar y la facilidad de palabra uno de sus rasgos más característicos, los cuales supo explotar siendo un excelente orador. Una vez más de regreso a las tierras que lo vieron crecer, se vio en la penosa situación de afrontar las sequías que afectaron a los cultivos de temporal, fue ahí, en medio de ese escenario cuando su ingenio y dominio sobre la tierra le permitieron crear un pozo para mitigar el problema, hecho con tecnología bastante rudimentaria, no obstante ese sería el inicio de una empresa en la cual a través de varios años, sus esfuerzos se centrarían en la construcción de otros pozos para vecinos que también sufrían las inclemencias del tiempo.

Dicha empresa, (ya que se empleaban trabajadores distribuidos y organizados en turnos) duraría hasta que la dificultad de hacer los mismos se hiciera más pesada y se abandonaría por completo con la entrada de la maquinaria especializada que el gobierno trajo para las mismas acciones. Hoy en día aún existen dichos pozos como muestra clara del ingenio del hombre sobre las adversidades.

Hombre de gran fe y devoción religiosa; su fuerte sentido del bien y la justicia lo hizo convertirse por orden estatal y a causa de una mala experiencia con la delincuencia, en policía judicial municipal, además de que la confianza en él depositada por el pueblo lo hizo desempeñar el cargo de Juez y Síndico.

Habiendo cursado hasta el 2° grado de educación primaria, J. Jesús María Robles mostró ser poseedor de una gran sensibilidad y una facilidad de palabra que le permitió expresar su sentir y sus vivencias por medio de la letra impresa, su faceta de escritor inició de forma tardía con el nacimiento de uno de sus hijos en calidad de sordomudo, usando este medio para expresar toda su pasión.

A partir de ese momento no se detendría, daba igual si era una servilleta o una cajetilla de cigarros desplegada, cualquier superficie era ideal para plasmar sus versos; poco importaba el tema, escribía igual sobre sus experiencias en la revolución como de sus opiniones y pensares personales de la vida, la política, la religión, entre otros.

Pero una constante en sus poemas siempre fue el campo, la vida del agricultor, las odas hacia la tierra y las largas semblanzas sobre el paso de los años en los sembradíos, vistas por un hombre que vivió en carne propia la transformación de un sector que, aunque noble, no era nada sencillo, en sus letras está el testigo de las complicaciones que una familia del siglo pasado tuvo que sortear, demostrando que la tierra puede ser generosa, pero también complicada, casi rayando en lo cruel; escritos que mostraban la forma de ver de alguien que se sabía consiente de sus orígenes, conocedor de sus tierras, amante de sus animales, ejemplo viviente del ingenio que caracteriza a todos los hijos de esta tierra.

Por sus talentos obtuvo varios premios y recibió varios reconocimientos, pero también tuvo que sobrellevar una depresión propia de la tercera edad que le sumió en un estado de desesperanza, secuela propia de aquellas personas con el don de la sensibilidad a flor de piel.

Jesús María Robles Nava falleció a la edad de 94 años de una embolia cerebral, ya le habían precedido otras 10 antes de que la fatídica 11ava le hiciera dormir el sueño de los justos. Su obra literaria fue recopilada por su familia en apasionantes tomos que guardan una autentica biografía del México del último siglo.

Como legado, siempre será recordado por sus logros y hazañas, no solo en el ámbito del campo con sus obras e ideas adelantadas a su época, ni en el literario con su prolífica obra, sino también en la memoria de todos aquellos que tuvieron la fortuna de conocer, aunque sea de paso, a un auténtico espíritu mexicano.

 

 

Bryan Pichardo Gallegos / El Despertar del Campo

Escriba una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *