Fortalecimiento productivo sostenible

Sin duda alguna el maíz es el principal cultivo básico y estratégico para la alimentación de los mexicanos, sin embargo, en los últimos años su costo de producción se ha elevado y sus rendimientos han declinado; tal situación ha trazado un entorno de baja competitividad para los productores de las diferentes zonas agrícolas del país tanto en la modalidad de riego como de temporal, lo que en términos de costo-beneficio ha resultado en parámetros negativos.

Adverso panorama regido de cierto modo por la intrínseca necesidad de nutrir a una creciente población la cual ejerce una presión constante sobre los medios productivos, con base en débiles e ineficientes esfuerzos humanos, que han dejado su marca en el ambiente y siguen delineando una incierta dirección al futuro.

De esta forma el uso persistente de prácticas agrícolas convencionales orientadas a un tipo de labranza extensiva o tradicional agudiza las pérdidas, a través de una degradación incesante e imprudente del ecosistema, con recursos cada vez más limitados bajo el inquietante cambio climático, lo que visiblemente va en detrimento directo de la calidad de vida del entorno rural.

Esta nociva y desafiante coyuntura obliga, no como una alternativa sino como una ineludible condición, a la búsqueda y desarrollo de sistemas de producción adaptados a las nuevas circunstancias globales y sostenibles en el tiempo; en ese sentido se debe promover la intensificación estable y ecológicamente confiable de la producción, mediante la optimización por unidad de superficie tomando en cuenta la preservación de los recursos e incluyendo el potencial y los impactos sociales, políticos, económicos y medioambientales. Por ello, en la actualidad se tiene que comenzar a entender que la agricultura no solo debe de fijar una alta productividad, sino también ser sustentable.

“Quienes nos dedicamos al campo yo no sé qué es lo que vamos hacer, si para otros el bolsillo alcanza para el diésel, para mí ya no alcanza, posición por la que decidimos buscar y dar seguimiento a otro tipo de agricultura más estable y menos desgastante, sin barbechar, sin rielar, sin nada, en la cual comenzamos sinceramente con gran escepticismo, pero empujados por una agobiante necesidad, lo que hoy satisfactoriamente nos ha enfilado a producir más con menos, prácticamente sin mover los suelos, de tal forma la diferencia es clara entre lo que antes hacíamos y el cambio a lo que hoy hacemos, reflejando con ello palpables beneficios, transformando el problema y sus causas en nuevas oportunidades”; así lo determinó el Sr. Lorenzo de Jesús Guzmán Martínez, productor de cereales quien en el pasado ciclo agrícola estableció una superficie de 75 hectáreas de maíz en la modalidad de riego y de 45 a 50 hectáreas de temporal, parte de ellas dentro de su Rancho El Madero, ubicado próximo a la localidad de Manantial de la Honda, del municipio de Miguel Auza, Zacatecas, empleando materiales tanto híbridos como criollos, sembrados en seco para el caso de riego y en tierra venida para temporal, bajo el esquema de agricultura de conservación, con 3 años de experiencia en su implementación, por lo que sobre los residuos del cultivo anterior (cebada) realizó una siembra directa, en curvas a nivel y con un manejo agroecológico de plagas mediante trampas con feromonas, entre otras prácticas acordes a dicho sistema.

“No obstante de los fuertes contrastes que la modernidad dibuja en el campo y los grandes riesgos que la agricultura conlleva dada su naturaleza, paulatinamente hemos tenido la oportunidad de ser testigos de reformas positivas que aunque endebles y aisladas han aportado a una evolución sustentable del sector sobre todo en el renglón técnico-productivo, a través de esfuerzos encauzados a crear un enfoque que nos permita dimensionar a mayor profundidad la interacción existente entre las plantas y los diferentes componentes de su entorno, valorándolos como medios insustituibles e indispensables para producir por lo que su preservación se debe reforzar”.

“Lamentablemente también hemos visto como año con año el terreno se ha ido compactando, perdiendo así su fertilidad natural dado el mal manejo aplicado y los fenómenos climáticos adversos, y la verdad es que uno como agricultor no debe estar de acuerdo en dicho deterioro, ya que nuestros suelos son un patrimonio único el cual legaremos si Dios quiere a generaciones futuras, por lo que tenemos que dejarles a nuestros hijos algo igual o mejor que lo que a nosotros nos tocó. El suprimir el movimiento excesivo del suelo para nosotros ha representado grandes ventajas, por lo que hoy en día consideramos que para cuidar el terreno, hacer más eficiente el uso del agua y moderar los costos, la agricultura de conservación representa un excelente instrumento, mediante el cual con el paso del tiempo se incrementaran los beneficios, reconociendo que dicho modelo no es una receta exacta, por lo que para lograr la mejora es necesario un entrenamiento correcto para implementarlo apropiadamente, conforme a los componentes particulares de cada parcela o región”.

Restaurar la fertilidad del suelo, retener la humedad y reducir los costos de producción, son conceptos de soporte que justifican el gran valor en la adaptación y ejecución de la llamada agricultura de conservación, modelo productivo cimentado en 3 criterios básicos, remoción mínima del suelo, rotación de cultivos y retención de residuos sobre la superficie, planteamiento al respecto del cual el Sr. Guzmán Martínez agregó; “realmente es poca la experiencia con la que contamos en el desempeño de este esquema de producción en el que iniciamos hace apenas 3 años, por lo que aún nos falta mucho por entender, pero las ganas y la necesidad de salir adelante nos permitirán darle seguimiento”.

“Un día, de una u otra forma, viendo la situación en la que me encontraba y de la que aún no salimos del todo, por cuestiones principalmente económicas decido llevar a cabo este tipo de agricultura, ya que ahí no se invierte en barbecho, no se gasta en rastra, en nivelación, permitiendo con ello un gran ahorro en combustibles, más aun hoy que están tan caros; la otra parte que nos impulsó a iniciar es la conservación del suelo, ya que entendemos que la demanda de alimentos y el aumento de la población cada día va en ascenso, y las tierras siguen siendo las mismas”.

“Además de economizar al dejar de mover tan intensamente la maquinaria, otro punto a favor es el ahorro de tiempo sobre todo en la agricultura de riego, en donde antes con las prácticas tradicionales se terminaba el cultivo y andaba uno todo acelerado para preparar la tierra y establecer el siguiente; ahora con este sistema ya no es así, es un poco más tranquilo, se cosecha, se pica la materia o el residuo y se siembra, lo que al final del día también representa menos trabajo, más facilidad, y con rendimientos iguales y muy propensos a ir incrementando conforme se vayan mejorando las condiciones”.

“El maíz sembrado sin labranza, directamente en una buena capa de residuos, es un excelente punto de partida para el sistema agrícola de conservación. Como en muchos otros ramos, en la agricultura también hay que estar constantemente probando e innovando, algo que caracteriza mi forma de ser, por lo que valoramos algunos híbridos de maíz así como un criollo, estimando en términos generales un rendimiento aproximado de 9 toneladas por hectárea”.

“Las variedades usadas son de Asgrow y de Dow, dos vertientes de maíces blancos y amarillos adquiridos precisamente por la inquietud de compararlos y ver qué características expresa cada uno bajo el mismo tipo de manejo, en riego, con los mismos fertilizantes y los mismos herbicidas. También establecimos un criollo que en la región le nombramos húmedo, esto porque se siembra en el mes de febrero o marzo en tierras de temporal y una vez que las lluvias hacen presencia por ahí de mayo o junio el maíz emerge sin problema, dándole esa peculiar cualidad de no secarse, pero si se tiene que enterrar a una profundidad de unos 30 o 40 centímetros, aspecto que difiere mucho de los híbridos, los cuales máximo tienen que estar a unas 2 o 3 pulgadas de profundidad, si se entierran más tienden a fallar mucho por dificultades al nacer”.

“En el caso del riego, la siembra se realiza en seco a una hilera de forma directa sobre los residuos del cultivo anterior, posteriormente se aplica algo de herbicida y con ello prácticamente son todos los pasos de maquinaria que se dan. La aplicación de fertilizante lógicamente es de fondo, ya que después como no habrá escarda o entradas con cultivadoras no sería tan fácil su incorporación en estado sólido, sin embargo en nuestro caso se puede llevar acabo después de la siembra en forma soluble o líquida a través del sistema de riego con el que contamos que es de aspersión por pivote central, solo las esquinas donde no alcanza a entrar el pivote, se riegan con agua rodada para que no quede superficie sin sembrar”.

“La densidad de plantas que tenemos en una hectárea depende del destino final del maíz, si se pretende para la producción de grano o para silo, si es para lo primero son menos plantas de 80 a 85 mil por hectárea, y si es para ensilaje lleva más plantas, 90 mil o poco más . En nuestro caso podría decirse que lo destinamos para un doble propósito, si encontramos un buen mercado en el silo, decidimos ensilar, y si no nos esperamos para comercializar el grano”.

“Como se ha venido mencionando las siembras de maíz iniciaron en ciclo anterior cuando se terminó la cosecha de cebada, dentro de la modalidad de riego, por ahí del 20 de mayo al 4 de junio; por otra parte en temporal no hay un calendario preciso ya que depende de la presencia de las precipitaciones. Pero en las dos formas esperamos a sacar la cebada y sobre el popote sembramos el maíz, buscando llevar a cabo este tipo de agricultura sin mover el suelo”.

“De esa forma tratamos de apegarnos lo más posible a los principios de la agricultura de conservación, los cuales como primer paso nos marca el mantener una cobertura con el rastrojo, con lo que se protege la superficie para que por abajo trabajen los microorganismos. Se dice que este tipo de agricultura ha evolucionado de la cero labranza, basada en el uso de residuos de cultivos para revestir el suelo y con ello mejorar sus ciclos naturales, dado que con el paso del tiempo sus elementos vivos hacen las funciones de la labranza tradicional, aflojando y mezclando sus componentes, además de incrementar la actividad biológica lo cual crea una estructura estable por medio de la acumulación de materia orgánica”.

“El mínimo movimiento es el segundo principio, para lo cual se ocupa de cierto tipo de sembradoras con discos cortadores ondulados, lo que permite dar ese ínfimo desplazamiento del terreno, nada más donde se va a depositar la semilla. Y el tercer criterio, enfocado principalmente a evitar problemas con plagas y enfermedades, es la rotación de cultivos, obviamente de un año a otro no se suprimen por completo las alteraciones, por lo que en el ciclo anterior se optó por comenzar a utilizar un control agroecológico de insectos patógenos a través de trampas con feromonas, herramienta que sobre todo nos ayudó a contrarrestar el ataque de gusano cogollero, de esa forma sino se suprimió en un 100% el suministro de agroquímicos, si bajo de cinco a una sola aplicación en relación con años pasados, lo que indica que poco a poco se va haciendo más sustentable el sistema con una menor contaminación, orientación que nos da un gran aliento y nos llena de satisfacción al ver que ha funcionado correctamente; de igual forma, el cambio de cultivo ha contribuido en la eliminación gradual de cierto tipo de malezas de forma natural, aunque cabe reconocer que se siguen usando herbicidas sintéticos dado el grado del problema en ciertas áreas del campo, sin embargo la idea es irlos cambiando poco a poco por métodos menos agresivos conforme las tierras se vayan regenerando y enriqueciendo”.

“Gracias a este conjunto de prácticas, observadas desde el corto enfoque que nos da la escasa experiencia que tenemos dentro de este sistema, podemos decir que nuestra situación productiva ha mejorado y gradualmente ira evolucionando favorablemente; la erosión eólica e hídrica ha mermado, las tolvaneras ya no se llevan esas grandes cantidades de tierra que antes arrastraban, el agua de lluvia que cae ya no corre para afuera sino que penetra con mayor facilidad en el suelo el cual tiene la capacidad de retener más cantidad, y si se llega a derramar por exceso escurre cristalina, limpia, y no como anteriormente sucedía que fluía en un tono rojizo o colorado ya que obviamente acarreaba el suelo junto con los nutrientes, haciendo con ello indeseables arroyos”.

Para finalizar, el Sr. Jesús Guzmán concluyó; “hoy el reto está en tratar de producir más gastando menos, por lo que es ilógico pensar que haciendo lo mismo como se ha hecho desde hace décadas, nos traerá nuevos y mejores resultados, por ello y aunque nos costó mucho trabajo convencernos de un desempeño basado en una ideología diferente, afortunadamente decidimos cambiar y evolucionar hacia un campo más sustentable, lo que ha grandes rasgos nos ha dejado importantes satisfacciones”.

“Como ya se ha dicho, yo nada más meto la sembradora, madura o se termina el cultivo, cosecho y vuelvo a sembrar, así de sencillo pero a su vez complicado es lo que hemos estado realizando en los últimos años, por ello, para quienes caminan dentro del sector les puedo decir que éste en realidad es un modelo que vale la pena probar, dando la oportunidad de ver si realmente funciona o no, y en base a ello dar respuesta a cualquier inquietud para una mejor toma de decisiones. En lo personal es lo mejor que hemos encontrado, aunque hay que reconocer que dé inicio solo nos calamos con una superficie reducida y al ir viendo los resultados decidimos irla incrementando; de esta forma cabe señalar que el primer año es quizá el más difícil, como en cualquier otro oficio, ya que no se tiene el conocimiento ni la práctica necesaria, pero no obstante hay que atrevernos a innovar, decidirnos a cambiar si en verdad queremos salir adelante, ya que como dice el dicho, quien no arriesga no gana, y si al aventurarnos vemos que mejoramos, que nuestros recursos naturales se enriquecen, que en el bolsillo nos queda un poco más de dinero por el aumento del rendimiento o por la disminución de los costos, y que aprovechamos o dejamos de desperdiciar lo más valioso que tenemos que es nuestro tiempo, porque no darle el debido seguimiento”.

Para que un sistema productivo sea exitoso requiere, primeramente, que satisfaga las necesidades de los agricultores, y en segundo lugar, que conserve todos los recursos, incluyendo el clima, agua y tierra; por ello, a medida que el productor aplica técnicas de manejo eficientes, y tiene más y mejores conocimientos para trabajar junto al mundo biológico, puede encontrar formas para reducir la dependencia a insumos externos disminuyendo con ello sus costos. Así, un enfoque simple del uso sostenible e integrado de los recursos naturales requiere un paradigma centrado en el papel del usuario y en el significado de la dinámica y arquitectura del suelo en sinergia con cada uno de los componentes que intervienen.

Espera la 2ª parte de este valioso reportaje, en próximas ediciones…

 

Salvador Juárez / El Despertar del Campo

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